Mar 24.08.2004

CULTURA  › ENTREVISTA A VOLODIA TEITELBOIM,
MILITANTE Y BIOGRAFO DEL AUTOR DE “CANTO GENERAL”

“Neruda contribuyó a democratizar la poesía”

Tiene 88 años y 32 libros escritos. Líder del Partido Comunista chileno hasta 1994, Teitelboim reivindica a Neruda tanto en el plano literario como en el político. “El se propuso derribar los muros para que no hubiera un palacio de la poesía”, dice sobre su obra. Y no esquiva las críticas que se le hacen al poeta: “Con Stalin nos equivocamos todos, pero de buena fe”.

› Por Silvina Friera

En uno de los salones de la embajada de Chile, Volodia Teitelboim podría confesar que ha vivido, como lo hizo su entrañable amigo, el poeta Pablo Neruda. Cuando Página/12 le pregunta por el secreto de sus juveniles 88 años, este señor elegante, lúcido y cordial bromea: “El año pasado me recibí de viejo con diploma de honor”. El escritor y biógrafo del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada recuerda que por su militancia en el Partido Comunista –hasta 1994 fue secretario general–, maltrató a “su amante”, la literatura, que durante años se resignó a ocupar un lugar secundario, siempre detrás de la política. “No conozco mayor placer que tutearse con un papel en blanco. Tengo 32 libros publicados”, dice. La excusa para visitar una vez más Buenos Aires fue el homenaje a Neruda que organizó el Malba. “Nunca le interesaron los textos teóricos –aclara– porque era la vida la que lo empujaba al poema, por eso es un poeta absolutamente autobiográfico. Pablo es un macizo andino, que tiene altas cumbres, y su poesía tan larga y tan extensa en realidad se permite todos los niveles. Hay versitos que no agregan nada a su fama, pero están ahí, los escribió, los publicó y nunca renegó de ellos.” Y cuenta: “Cuando estaba muy enfermo, su mujer, Matilde Urrutia, trataba de tranquilizarlo: ‘no te harán ningún daño porque eres un gran poeta’. Y Neruda decía que en España habían matado a García Lorca, que los poetas no tenían fueros especiales, ni una coraza de hierro, ni tampoco por sí mismos un chaleco antibalas”, recuerda Teitelboim.
–Hace unos años, usted advirtió que se estaba monopolizando a Neruda. ¿Cambió su visión sobre esta cuestión ahora con el centenario del nacimiento del poeta?
–El mundo globalizado hace que aparezcan nerudianos en los cinco continentes. Por lo tanto, es más difícil sostener un monopolio. Neruda es propiedad pública, yo lo llamo también poeta “multiuso” y “todoterreno”. Fue el más abarcador, un poeta participante en la sociedad. Neruda se resiste a cualquier propiedad privada. Así que seguirán apareciendo nerudianos o contranerudianos, que también andan circulando. El mismo tema de su poesía es una mina que no está agotada, especialmente la producción posterior a Canto general. Neruda dejó tarea para rato.
–¿Qué tipo de influencia ejerce su poesía?
–Lógicamente, la poesía siempre debe ser original. Los poetas de hoy, y los que vengan mañana, necesariamente tendrán que ser personales, con su propia identidad, y para eso deberán sacudirse la influencia que Neruda pueda tener sobre ellos, pero sin olvidar que él abrió muchos espacios en la poesía. Les dio carta de ciudadanía y legitimidad a las cosas simples, a las cosas pequeñas. Escribió interminablemente odas elementales porque quería superar y alejarse del tema pomposo y finamente poético, para admitir a la multitud y a la plebe. Neruda ejerce una influencia indirecta muy amplia sobre las jóvenes generaciones porque contribuyó a democratizar la poesía. Podía tratar los temas sublimes, los temas tradicionales de la poesía desde Petrarca, pero él se propuso derribar los muros para que no hubiera un palacio de la poesía sino que todo el universo fuera espacio disponible, que el alcance fuera universal. Neruda influye a casi todos los poetas porque es una especie de andamio que sirve para construir el propio edificio de la poesía, y luego echa abajo las tablas para que otros puedan usufructuarlo.
–¿Es apropiado hablar de varios Neruda?
–No, creo que Neruda es un poeta indivisible, que abarca todos los rubros posibles. Dentro de esa productividad tan copiosa, el lector realmente elegirá el Neruda que le guste, y de alguna manera esa elección la definirá la propia persona que está leyendo. Muchos en el mundo hablan sobre todo del Neruda amoroso. Y tienen razón, porque no hubo un poeta en el siglo XX que les escribiera tantos versos a la mujer y al amor. Pero también era un poeta ecológico, cuando nadie hablaba de ecología. Estaba enamorado de las selvas vírgenes y de los pájaros como objetos poéticos. No se encerraba en su jardín ni en su escritorio, visitaba los suburbios y, al revés de Borges, que decía que tenía miedo de los otros, de la plebe, a Neruda le gustaba la plebe, tal vez porque él pertenecía a la plebe por su origen, y jamás renegó de ella.
–Como lector, ¿qué Neruda prefiere?
–Si es la pura lectura, el Neruda amoroso es indispensable en la literatura. Pero a mí me gusta mucho Residencia en la tierra, sobre todo el primer tomo, porque aparece un Neruda intenso que está solo y que vacila. Y también los poemas de sus últimos libros, los que escribió cuando ya estaba enfermo en Isla Negra, muchos de ellos muy ignorados. Algunos hablan de un Neruda gozoso, que realmente buscó el placer de vivir, pero eso no es la pauta única de su existencia. Alude, también, al dolor del exilio, al destierro de la enfermedad, una agonía que él decidió enfrentar escribiendo más poesía. El escribió esos libros, El mar y las campañas, Defectos escogidos y El corazón amarillo, entre otros, para festejar su setenta cumpleaños, pero murió cuando tenía 69, en la plenitud de su talento.
–A Neruda se le reprocha el no haber tenido una actitud crítica respecto del stalinismo. ¿Qué opinión tiene usted como militante del Partido Comunista?
–Muchos de los que formulan esa crítica tienen una actitud política personal. El amor es un tema universal, pero la política no. La política es un campo de discusión a veces horrible, a veces más sereno. Neruda decidió en un momento de su vida intervenir en la política porque le pareció que era un deber humano. El stalinismo fue un error común a través de la Tierra: lo vivieron centenares de millones de seres humanos porque el personaje Stalin aparecía disfrazado. Era el triunfador sobre Hitler, que no era sólo una amenaza sobre Europa sino también en los países de América latina. El escribió bastante de Stalin en su obra, especialmente en Memorial de Isla Negra. En ese libro confiesa su sufrimiento cuando sobrevino el informe Kruschev, porque sintió que había sido engañado durante muchos años. Neruda dijo en algún verso: “Nunca aceptaré la condecoración del renegado, siempre seré fiel a mi estrella”. Con Stalin, todos nos habíamos equivocado, pero fue una equivocación de buena fe, no hay razón para que 30 años después de su fallecimiento lo sigan condenando por eso. Todavía algunos disparan contra el poeta y repiten que Neruda había participado en el asesinato de Trotski, lo que resulta disparatado. El no alcanzó a vivir el desplome de la Unión Soviética... Muchos desertaron porque se sintieron traicionados.
–¿Neruda hubiera desertado?
–No, porque hubiera sido desertar de sí mismo. Hay un Neruda absolutamente desconocido que escribía de muy joven, a los 13 años, en el único diario que se publicaba en el sur de Chile, La mañana de Temuco, que era de su tío, Rolando Masson. Este chico precoz escribió artículos para el diario que eran poemas, era lo que estaba viendo en la calle. Cuando llegó joven a Santiago, él se sentía anarco-sindicalista. En Asia, entró en cierta introspección profunda: el ambiente no le permitía adherir a ninguna causa política, salvo la causa anticolonizadora. Entonces, parecía adormecido políticamente, pero España lo despertó.
–¿En qué sentido siguen disparando contra Neruda?
–Por un lado están sus enemigos políticos; los otros son los literarios, que sienten que Neruda es un árbol que produce demasiada sombra, que no los dejan asomarse al sol y ocupar el sitio que merecen. Hay algunos que son parricidas literarios porque sostienen que es necesario matar al padre para tener independencia. Todos los jóvenes poetas chilenos, sin saberlo, son hijos o nietos directos de Neruda, lo que no significa que deban repetirlo. Buscan caminos propios, y eso lo celebro porque al poeta no hay que endiosarlo ni convertirlo en un superhombre. La literatura exige siempre que cada autor, alimentándose inconscientemente de sus antepasados literarios, ensaye también una voz propia, un acento original y una visión nueva del mundo.

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