Vie 27.08.2004

CULTURA  › ISMAEL SERAGELDIN, DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA

“Los libros son objetos perfectos”

El director de la mítica biblioteca, uno de los oradores del Congreso Mundial que se desarrolla en Buenos Aires, habla del papel que la digitalización jugará en el futuro de los libros.

Por Angel Berlanga

Aunque la antecesora de este hombre fue desollada viva, él parece de lo más tranquilo. A salvo, sonriente y rozagante, en el hotel de Puerto Madero en el que esta semana se lleva a cabo el 70º Congreso Mundial de Bibliotecas, el economista y sociólogo Ismael Serageldin se sabe una de las estrellas: es el director de la Biblioteca de Alejandría, nada menos. No le faltan ambiciones: “Mis objetivos son constituirla en una ventana entre Egipto y el mundo, en la institución líder en la era digital y en un espacio de libertad para el diálogo entre pueblos y culturas”, dice, y agrega: “Estamos trabajando principalmente en el archivo de Internet, para tratar de mantener un sitio espejo de ese archivo. Y si bien eso no abarcará todo lo publicado o impreso, será una foto de la memoria actual de la humanidad”. La idea es mantener el material recolectado en cuatro puntos del mundo: en California y Alejandría, tal vez en Holanda y “en algún país de Asia”.
Su énfasis está puesto, sobre todo, en lo digital: invitó a los bibliotecarios incluso a digitalizar y pasar por encima de la legalidad de los derechos de autor a los que considera, tal como están, “obsoletos”. La frase de Serageldin que más aparece en los buscadores digitales, curiosamente, no tiene que ver con su función actual: “Si las guerras del siglo XX fueron por petróleo, las del siglo XXI serán por agua”. La pronunció mientras era vicepresidente del Banco Mundial; el tema le preocupaba, y por eso propuso privatizar los suministros de agua dulce en todo el mundo. (¿Habrá visto el informe de Daniel Malnatti en CQC, la generosidad con la que Aguas Argentinas desagota las cloacas en el Río de la Plata, en Berazategui?) La destrucción de la biblioteca nacional de Irak, en la que se perdieron piezas únicas de la historia de la civilización, ocurrida tras la invasión estadounidense, le da argumento: con la multiplicidad de la digitalización los contenidos se hubieran salvado.
Tras catorce años de obras y fondos aportados por el gobierno de Egipto y la Unesco, en octubre de 2002 se inauguró la nueva y moderna Biblioteca de Alejandría; tiene, según Serageldin, unos 330.000 libros. Hipatia, su antecesora, fue asesinada en el año 415 por unos religiosos fanáticos cristianos obedientes al obispo de turno; se cree que a esa altura la Biblioteca, la más importante de la antigüedad, ya casi estaba en ruinas. Duró siete siglos y llegó a albergar unos 700.000 papiros; los reyes ptolemaicos andaban a la pesca de todo libro de importancia para copiarlo y atesorarlo. Allí estaban las obras de Eurípides, Arquímedes, Sófocles y Esquilo, entre tantos. Los libros más antiguos que conserva hoy la Biblioteca, dice Serageldin, son de 1517, “pero tenemos recursos online y estamos construyendo consorcios de bibliotecas alrededor del mundo, para aprovechar al máximo las nuevas tecnologías, para consolidarnos en este futuro digital”.
–¿Internet representa un salto evolutivo similar al que produjo la imprenta?
–Sí, y aún más. La imprenta trajo tres cosas nuevas: fue posible hacer muchos ejemplares idénticos, bajó costos y se hizo accesible a mucha gente. Pero, fundamentalmente, no cambió la naturaleza de la organización del conocimiento: eso es lo que está cambiando hoy Internet. En la escritura del dominio electrónico no sólo se pueden hacer muchas copias y enviarlas instantáneamente a todo el planeta: lo más poderoso son los hipervínculos. Eso transforma la capacidad de acceder y comparar información de muchísimas fuentes en una fracción de segundo.
–¿Qué ocurrirá con los libros?
–Quedarán así, para siempre. Hay una serie de objetos que llegaron a un punto de perfección, y el libro es uno. La tecnología no lo superó. Por otra parte, el libro está cargado de simbolismo: aprendimos que lleva al lugar más deseable de la humanidad. Los bárbaros, como los nazis, son los que queman los libros.
–¿Qué le produjo la destrucción de bibliotecas y museos en Irak?
–Fue un desastre, un recordatorio muy triste de la fragilidad de la memoria de la humanidad. Irak, junto con Egipto, es la cuna de la cultura y la civilización mundial.
–¿Y no le dio una ansiedad semejante a la de Ptolomeo por proteger esas obras en su Biblioteca?
–Hubiera querido hacerlo. Ptolomeo, hay que recordar, presidía el país más rico del mundo. Pagó lo que no había para conseguir manuscritos originales. Hizo aprobar una ley para que revisaran todos los barcos que llegaran a Alejandría; no para buscar oro, ni plata, ni contrabando, sino libros. Los sacaba, los llevaba a la Biblioteca y los copiaba. Es muy raro encontrar un monarca que estuviera dispuesto a invertir tanto en aprendizaje. En las referencias más antiguas que pude encontrar hay quejas por los gastos en escribas. Se lo recordé a mi ministro de finanzas: la historia demostró que fue la mejor inversión que hizo Ptolomeo, le dije.
–¿Encara algún convenio con la Biblioteca Nacional argentina?
–Sí, me encontré con las autoridades. Estamos discutiendo cómo podemos colaborar, estableciendo un marco para un acuerdo y nombrando personas de ambos lados para elaborar detalles.
–¿Qué acuerdos alcanzó con otras bibliotecas?
–Estoy muy involucrado con otras bibliotecas en material digital, pero no sé si eso sería aplicable aquí. En el caso de España tenemos mucho del material árabe que tienen ellos: nosotros los ayudamos a clasificar. Suecia nos capacita bibliotecarios y nosotros les enviamos material. Los acuerdos varían según la situación.
–¿Qué tiene en común la vicedirección del Banco Mundial con su cargo actual?
–Supongo que nada menos que la administración. Pero no hay ningún trabajo que uno pudiera encontrar que tuviera algo en común con la Biblioteca de Alejandría. Es absolutamente único.
–¿Se imagina a Borges como vicedirector del Banco Mundial?
–Sería interesante... No sé. Pero Borges tiene un lugar muy especial en mi corazón. Cualquiera que imagina el paraíso como una especie de biblioteca tiene que ser alguien muy especial.

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