Sáb 20.11.2004

CULTURA  › XX AÑOS DEL NUNCA MAS, UNA MUESTRA IMPRESCINDIBLE PARA MANTENER VIVA LA MEMORIA

Cuando las imágenes lo dicen todo

Organizada por Memoria Abierta, que nuclea a siete organismos de derechos humanos, la muestra del Palais de Glace integra el trabajo de doce fotógrafos, que retratan esa mezcla de optimismo democrático y espanto por el legado de los represores que imperaba en la Argentina hace veinte años.

› Por Mariano Blejman

Hay una foto que puede pasar inadvertida y tiene una historia poco creíble... pero rigurosamente cierta. Sucedió en Mendoza, cuando la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas (Conadep) visitaba uno de los tantos centros clandestinos de detención. Era 1984, como una premonición de George Orwell, fue para la Argentina el año Fahrenheit, donde el presente se incendió de historias terribles. La cuestión es que la comitiva encontró una de las celdas llena de libros. Tantos años después (habrían pasado siete u ocho), un sobreviviente observó un libro que le pareció familiar: lo levantó y encontró una dedicatoria conocida. El libro le pertenecía. El fotógrafo Enrique Shore inmortalizó el momento. En honor a esos días mezclados de tristeza y esperanza por la apertura democrática, Memoria Abierta (conformada por siete organismos de Derechos Humanos) organizó –en el Palais de Glace, entrada por Av. Libertador, hasta el 30 de noviembre– una muestra de fotografías tomadas en esos meses llamada XX años del Nunca Más, con una cronología de la transición. Participan de la muestra Víctor Buggé, Ricardo Cárcova, Alejandro Cherep, Rodolfo Del Percio, Eduardo Frías, Daniel García, Roberto Pera, Marcelo Setton, Enrique Shore, Jorge Rilo, Enrique Rosito y Dani Yako.
Dentro de unos días se cumplirán 20 años de la publicación del libro Nunca más, que contenía los testimonios de la Conadep, presidida por Ernesto Sabato e integrada por el filósofo Gregorio Klimovsky, el obispo católico Jaime De Nevares, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, el rabino Marshall Meyer, el metodista Carlos Gattinoni, el jurista Ricardo Colombres, el cardiólogo René Favaloro, el ingeniero Hilario Fernández Long y el jurista Eduardo Rabossi. La Comisión fue creada a cinco días de la asunción de Raúl Alfonsín a la presidencia, el 15 de diciembre de 1983. El informe ¿final? estuvo listo el 28 de noviembre de 1984. Lo más extraño es que el gobierno radical argumentó que la sociedad argentina había estado debatiéndose entre dos demonios que enfrentaba de igual modo a los “terroristas, delincuentes, subversivos” como a los torturadores, asesinos, desaparecedores de personas que actuaron por cuenta del Estado. El trabajo de los organismos de Derechos Humanos fue arduo, precisamente para combatir esa idea, para dejar en claro que había un solo demonio.
Después de la época más oscura de la historia argentina, la apertura democrática ofrecía imágenes escalofriantes sobre lo sucedido en los años de plomo: se destapaban campos de concentración, exhumaciones con los familiares presentes (utilizando métodos poco científicos para la búsqueda de los cuerpos), momentos de violencia mediática ante voceros de la dictadura como Mariano Grondona y Bernardo Neustadt. Los juicios no habían empezado y buena parte de la población adhería al latiguillo clasemediero del “algo habrán hecho”. Habían pasado 10 años de la liberación de los presos políticos del gobierno de Cámpora. De allí que el esperado informe de la Conadep –se agotaron los primeros 40 mil ejemplares el día que salió– era una forma de acercarse a la verdad, aunque no fuese toda. La idea de la muestra es de María Laura Guembe, de Memoria Abierta. “Elegimos fotos que ilustran hechos relevantes. Casi todas las imágenes son de nuestro archivo y de la Conadep.” De 2020 fotos, quedaron unas 50.
En la exhibición hay una toma que sucedió el 21 de agosto de 1984 cuando, después de salir del programa de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona Tiempo nuevo (en Canal 13), el general Luciano Benjamín Menéndez se encontró un grupo de personas, entre ellos Madres de Plaza de Mayo, que le gritaron “asesino”. Menéndez bajó de su Ford Falcon e intentó atacar a uno de los manifestantes con un cuchillo. Mientras su custodia lo contuvo, la policía reprimió a los manifestantes. Guembe, curadora de la muestra, cuenta que eligió esa foto y no otra más conocida porque “se ve el Falcon, los acompañantes, la esposa en el auto. Se contaba más el contexto”.
En la muestra están retratados los primeros meses posdictadura, donde las exhumaciones se hacían con cotidianeidad en busca de los desaparecidos.”Estaban los abuelos, los hijos, mientras las topadoras arrasaban con pedazos de historia”, cuenta Guembe. Fue el comienzo de escisión entre las dos líneas de Madres de Plaza de Mayo, que entraría en contradicción con un histórico reclamo de los organismos: “Aparición con vida de los detenidos–desaparecidos”.
Las fotos de la Conadep son de Enrique Shore, quien trabajaba como free lance para New York Times y la revista Time. Contactado por Página/12 en Madrid –donde vive–, Shore recuerda el momento: “Me pasé todo 1984 recorriendo el país”. Iba con la Conadep, junto a ex detenidos y torturados que volvían a reconocer los lugares donde habían estado. Uno de los momentos más fuertes fue cuando Shore ingresó a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “Se hacían reconocimientos. Si la gente había declarado en la Conadep, había hecho una descripción. Entonces, se iba a constatar físicamente si la descripción coincidía con el espacio físico. Era una prueba legal”, cuenta Shore.
Las autoridades habían encomendado a través del Ministerio del Interior el libre acceso para la Conadep. “No tenían más remedio que dejarnos pasar. Si en algún lugar no querían que entráramos, o nos decían que no tenían la llave, se les forzaba a romper los candados”, cuenta Shore. “Pero se palpaba claramente que no les gustaba nada.” En la visita a la ESMA, los integrantes de la Conadep fueron filmados y escoltados.
En una imagen se lo ve al fotógrafo Víctor Basterra, quien estuvo detenido cuatro años en la ESMA y sacó algunas fotos de pruebas contra torturadores. Basterra se sentó en un costado de la “capuchita”, para mostrar lo sucedido. “Quería mostrar cómo los tenían en el piso”, cuenta Shore. “Las fotos son una forma de decir ‘esto pasó, estos fueron los lugares’, para la gente que no lo vivió”, cuenta Shore, que se fue del país durante la hiperinflación, decepcionado con el gobierno. “La Conadep fue importante, el juicio a las Juntas también. Pero después vino una tremenda decepción con la Obediencia Debida y el Punto final”. Shore recuerda una de las fotos “más emocionantes que saqué en mi vida”. En una celda se observa una persona que sostiene un encendedor, en El Pozo de Banfield. El sobreviviente había tallado en una pared la leyenda “Dios mío ayúdame”, y aunque habían pintado la celda, la inscripción se notaba cuando entraron con la Conadep. El hombre reconoció su marca, otro imborrable recuerdo del horror.

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