Dom 21.11.2004

CULTURA  › JAIME LABASTIDA, PERIODISTA MEXICANO Y DIRECTOR GENERAL DE LA EDITORIAL SIGLO XXI

“No es correcto plantear una amenaza a la lengua”

Llegó a Rosario para participar del panel sobre el espacio del libro en el universo iberoamericano. Muy sintonizado con el tema de la tensión entre español e inglés –que refleja la de su país con Estados Unidos–, considera un error hablar de “amenazas”: el inglés es la lingua franca, como antaño el latín, el castellano es un idioma en expansión del número de hablantes y de las tierras donde viven.

› Por Silvina Friera

Desde Rosario

Los ojos del poeta brillan, a veces por el entusiasmo, otras por la nostalgia de su pequeña “patria”. Nostalgia de las palabras coloquiales que aprendió, del voseo. Aunque nació en Los Mochis, Sinaloa (México), en la casa del escritor, periodista y director general de la editorial Siglo XXI, Jaime Labastida, se hablaba español y no el sinaloense. Su padre, un médico nacido en Guadalajara, fue el primero que le hizo leer poesía. Miembro de la Academia de Lengua mexicana, Labastida, que participó en la mesa “El espacio iberoamericano del libro”, junto con José Miguel Abad (Planeta), Daniel Divinsky (Ediciones de la Flor) e Isabel Polanco (Santillana), entre otros, entabla un diálogo con Página/12. “La estructura del idioma prácticamente no se ha alterado porque morfológicamente la evolución es siempre la misma. Esto tiene una importancia decisiva porque las Academias, los medios de comunicación y el libro han contribuido a consolidar el espacio del idioma”, dice en la entrevista con Página/12 el autor del poemario Animal de silencio y los ensayos La palabra enemiga y Humboldt, ciudadano universal (publicada por Siglo XXI), entre otros títulos.
“El congreso no es académico, no se propone discutir problemas de lexicología y ortografía. Para eso tenemos las reuniones de las Academias. Los anteriores, igual que éste, tienen el propósito de poner en contacto a la lengua con los instrumentos de comunicación”, explicó Labastida. “Como académico de la lengua, en México nos interesa el vínculo de la lengua con la prensa, con el cine, con la televisión y con el libro.”
–En el congreso anterior, usted señaló que la lingua franca era el inglés, algo que se percibía especialmente en la divulgación del conocimiento científico. ¿El español ha conquistado nuevos espacios en este ámbito?
–La situación del español en relación con el inglés sigue siendo la misma. Muchos científicos españoles adquieren prestigio cuando publican en inglés, y no cuando lo hacen en su lengua. Hay grandes investigadores de origen latino que tienen repercusión internacional cuando trabajan en una universidad norteamericana. El Premio Nobel de Química, el mexicano Mario Molina, formado en México, desarrolló su carrera en Estados Unidos. Así como el latín fue durante siglos la lingua franca, ahora lo es el inglés. Pero lo que no podemos negar es que el español es una de las cuatro lenguas más importantes, y lo será cada vez más en el siglo XXI porque nuestra lengua también es universal, no sólo por el número de los hablantes sino por la disposición geográfica: el español ocupa prácticamente toda América latina, salvo Brasil y algunos países del Caribe. El quince por ciento de la población de Estados Unidos es hispanohablante. Sin embargo, creo que no hemos sabido aprovechar esa fuerza numérica y geográfica. Así como existen las Alianzas francesas, que se dedican a la difusión y la enseñanza de la lengua francesa en todo el mundo, nosotros, los mexicanos, que tenemos la cuarta parte de los hablantes españoles del mundo, deberíamos hacer algo para consolidar la enseñanza del idioma.
–¿Qué sucede con la difusión del idioma en un contexto en donde la globalización acrecienta el avance de otras tecnologías, como la extensión del uso de Internet, que algunos consideran como una amenaza para la lengua?
–No es correcto plantear el problema en términos de amenaza a la lengua, que se enriquece de manera continua con el habla. Y las nuevas técnicas y los nuevos inventos hay que incorporarlos al idioma. De manera que no veo por ese rumbo ninguna amenaza. Los préstamos lingüísticos y léxicos van de una lengua a otra. Es curioso advertir que el español se ha enriquecido a lo largo del tiempo. Casi un quince por ciento de las palabras que están vivas en nuestro idioma provienen del árabe, como ojalá, almohada, alcantarilla o almacén. Cuando los españoles llegan a América, las primeras palabras que recogen en las islas son las palabras que permanecen en el idioma. ¿Cuántas de las palabras de las tecnologías modernas permanecerán en la lengua? Eso no lo sabemos, pero están ahí y las tenemos que usar. El signo lingüístico es arbitrario o por lo menos convencional.
–Hay una tendencia bastante difundida en la televisión, en el cine, y que también comienza a percibirse en la literatura, que es la imposición de un castellano neutro que anula las diferencias en el habla de un venezolano, de un mexicano o un argentino...
–Pero no se anula, la gente de la calle sigue hablando como se le da gana. Hay un habla normal que nunca va a desaparecer y el venezolano y el argentino seguirán hablando como se les da la gana. En México tenemos veinte hablas distintas; en el norte de la república se habla de una manera y en el sur de otra. Algunos piensan que todos los mexicanos hablamos como Cantinflas. En Chile me decían que yo no hablaba como mexicano. Tengo un habla o un acento un poco indefinido, porque siendo del norte (Los Mochis) y educado en Ciudad de México, donde llevo cincuenta años de padecerla, mi forma de hablar es distinta. Lo más importante no son los problemas de habla sino los problemas de inteligencia.
–¿A qué se refiere?
–En una ocasión utilicé una imagen: los medios de comunicación captan lo que sucede en la superficie como si fuera un río de espuma. Hay revistas de carácter literario que captan las aguas intermedias, pero los libros deben captar las aguas profundas. La ponencia que presento en el congreso hace alusión al fenómeno de la falta de lectores inteligentes. Si no se genera la adicción en los niños, en su casa y en la escuela, ese hombre, en el futuro, no va a leer. Se está dejando de leer poesía y esto ha provocado que descienda la lectura de otros libros. La poesía exige un nivel de interpretación y agudeza mental, te concentra como un diamante. La función del libro es de formación de la sensibilidad y de la inteligencia. Borges dice que lo importante no es leer sino releer.
–¿Cuáles son las claves para mantener un catálogo como el que tiene la editorial Siglo XXI?
–Un día le pregunté al fundador de Siglo XXI cómo se hacía para decidir qué libro se publica o no. Me dijo que no había reglas, que el criterio era el olfato. La edición de libros es un arte. Intentamos que el libro tenga vigencia, pero no queremos, como ahora están tratando de hacer las editoriales norteamericanas, que cada libro valga por sí solo en el sentido económico. Nosotros consideramos que un libro de buena venta permite ubicar a cuatro o cinco de ventas menores, pero que son necesarias. Apostamos por los libros que tengan este carácter, pero no siempre acertamos. En el siglo XIX una gran cantidad de novelas que ahora nos parecen maravillosas empezaron por ser folletines que aparecían semana tras semana. Tolstoi publicó de esta manera Ana Karenina. Esperaban con avidez la aparición del periódico para leer el capítulo correspondiente del autor que estaban leyendo. ¿A quién se le ocurriría ahora publicar hoy por entregas? No me imagino una novela de Gabriel García Márquez publicada por entregas en un periódico. Nadie la seguiría.

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