Lun 29.04.2002

CULTURA  › FERIA DEL LIBRO 2002

“Gorostiza muestra la memoria como un tejido que sigue vivo”

María Granata se refirió así a “La buena gente”, el nuevo libro del escritor, de 82 años. En la presentación en la Feria, Aída Bortnik definió a Gorostiza “como un profeta de todas las tierras que recorre”.

› Por Silvina Friera

“Una cosa no existe: es el olvido.” Con esta frase de Jorge Luis Borges, la escritora Aída Bortnik se aproximó al tema de La buena gente, la última novela de Carlos Gorostiza, prolífico autor de notables piezas teatrales como El puente, Los prójimos, El acompañamiento, El patio de atrás, entre otras, que se presentó en la Feria del Libro con la participación de Manuel Antín, María Granata y Bortnik. “No hay sol en el reino del olvido y la mentira es un mundo de velos tenebrosos que tapan el ayer, lo hunden como si estuviera muerto, cuando todavía debería respirarnos en la nuca. Este vacío permanente que enfría nuestra espalda hace que tengamos una historia que desconocemos prolijamente. Se llamó descubrimiento a la conquista, civilización a la colonización y después de tantas muertes seguimos con esta opaca visión del futuro”, subrayó la autora.
En La buena gente, Gorostiza narra con intensidad poética, a modo de pequeños retazos, una historia familiar que ahonda en la memoria de la Argentina. Recién llegados de Puerto Madryn, Gustavo y Cecilia, sentados en la escalera de la casa de Mamama, esperan un reencuentro, que finalmente se frustrará. Mientras evocan sus propias historias, recuerdan anécdotas de sus abuelos en la sociedad de los ‘40, con el trasfondo del auge de la radio y el tango, y el paisaje de una ciudad devastada por el autoritarismo y la violencia de los años ‘70, contexto en el que nacieron estos jóvenes. Cecilia, criada por Mamama o Mamamaría, se “salvó” de desaparecer junto con su mamá y su abuela, pero ella conoce parcialmente esta parte de su historia amputada, disimulada por su tutora con algunas falsificaciones.
El propio autor confesó que el punto de partida de su novela fue la imagen de una mujer que estaba esperando un colectivo. “Estaba con los ojos perdidos, una mirada sin tiempo, origen y destino, que la conecté con la ciudad de Buenos Aires. Por eso le puse Mamamaría a uno de los personajes. Después de ciertas páginas sentí que era mucho más que la ciudad, que lo que estaba contando era el país”, reveló Gorostiza, que admitió que recién al final de la novela descubrió que estaba haciendo un ensayo subjetivo. “La tesis es la presencia del aborigen en el comienzo de nuestra historia, el europeísmo representa la antítesis. Pero no hay síntesis, esa carencia significa la ausencia de identidad, que nos lleva a esta actualidad tan trágica”, subrayó.
Para Bortnik, con las herramientas de la palabra, Gorostiza “echa cálido aliento sobre el vidrio y consigue hacerlo transparente”. A los 82 años y con varias distinciones (en 1999 ganó el Premio Planeta con Vuelan las palomas) el autor de La buena gente muestra un hombre que duda, como sucede en la mayoría de sus piezas teatrales. “En todas las obras, en cualquier lenguaje que él elija, hay un Hamlet y una sombra que le reclama. Hasta que enfrenta a la mentira, que muere deslumbrada por la verdad”, explicó Bortnik.
“Trabaja como un orfebre pero se disfraza –analizó Bortnik–. Se acerca a sus criaturas y revela las distorsiones que provoca crecer en la oscuridad.” La buena gente, “título absolutamente perfecto”, según Bortnik, alude a “esas personas que aceptan una pequeña cuota de infierno, donde conviven más o menos confortablemente, mientras ven cómo se lanzan infiernos muchos más atroces a todos los demás”. Además, Bortnik estimó que Gorostiza no coloniza su creación y que es un profeta de todas las tierras que recorre, en su paseo por los distintos lenguajes del teatro, la narrativa y la poesía. Como conclusión, Bortnik estimó que La buena gente “es una lección de cómo plantear una espera para contar el pasado y armar con ese pasado una clase de presente, si tenemos el coraje de hacerlo”.
Finalmente, y en coincidencia con este planteo, Granata comentó que el libro de Gorostiza “muestra a la memoria como un tejido que está vivo,algo que está muy dentro del ser, que forma parte del yacimiento humano”. Para Granata el estilo narrativo de Gorostiza ahonda en una extrema delicadeza, en el tono de una confesión dicha en voz baja. “Aparecen todos los elementos de una tragedia que él mantiene como sosegada, para que no estalle y siga formando parte de sus criaturas”, precisó.

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