Lun 06.05.2002

CULTURA  › LA FERIA DEL LIBRO TERMINA HOY SU 28ª EDICION CON BALANCE POSITIVO

Interesante manera de leer la realidad

A pesar de la crisis, o tal vez estimulada por la falta de esperanzas en otros ámbitos, la gente copó el Predio de Palermo. Las visitas de Paul Auster y Serrat y las charlas y debates sobre literatura o temas de actualidad jerarquizaron un encuentro que superó las expectativas.

› Por Silvina Friera

El pesimismo imperante de los expositores y libreros que participaron de la Feria Internacional del libro fue transmutando hacia un optimismo moderado, en algunos casos, y cierta dosis de euforia solapada pero imposible de disimular, en otros. Sin embargo, hay una especie de Aleph, en donde convergen todos los puntos: la 28ª edición, que concluye hoy, fue un acto de resistencia contra quienes pregonaban la necesidad de suspenderla. Más allá de las cifras, el presidente de la Fundación El Libro, Hugo Levín, confesó que nunca hubo una feria tan pareja en cuanto a la afluencia de público, especialmente en presentaciones de libros y mesas redondas, a pesar de los dos pesos que se debía abonar para ingresar al predio de la Rural. “El 1º de mayo se vendió un 70 por ciento más de entradas, más de 50.000 personas. Este año vino un 50 por ciento más de gente que en el 2000, cuando también se cobró entrada”, subrayó Levín en diálogo con Página/12. Ayer fue uno de los días más concurridos.
Al margen de la devaluación, la incertidumbre por el precio del dólar, el feriado cambiario y bancario, la reducción del número de expositores (1300 contra los 1340 del año pasado), de países participantes (27 contra 39) y de la cantidad de actividades (700 contra 883), la Feria consiguió erigirse como un bálsamo en momentos tan inciertos como dramáticos. “Es un acontecimiento que siempre supera todos los pronósticos agoreros porque está incorporado en el imaginario del público de una manera increíble”, explica el presidente de la Fundación El Libro. La presencia de figuras como Joan Manuel Serrat, que inauguró la exposición, o Paul Auster, fue decisiva, según los organizadores, a la hora de desentrañar la masiva respuesta del público. “La imagen del país en el exterior es muy mala y estas visitas, que se acercaron para dar una mano, que no se horrorizaron con los saqueos en los supermercados y los escraches a los bancos, contribuyeron como un imán en la convocatoria de público”, sostiene Levín. Curiosa paradoja: en los últimos años, de la mano de la paridad cambiaria, las editoriales que importaban libros estaban de parabienes o, al menos, tentaban al público con títulos inéditos. Con el derrumbe de la fantasía del 1 a 1, las editoriales argentinas, con mucho sacrificio en los casos de las más pequeñas, son el refugio ideal para muchos empecinados que quieren seguir sumergiéndose en el fascinante mundo de los libros. “Con el libro uno viaja, acumula conocimientos y ejercita el cerebro, porque tiene que poner colores y matizar gestos en la imaginación”, dijo Serrat en la inauguración. Alejandro Paterno, de la editorial Losada, esperaba una feria fría y sin gente. “Estoy sorprendido porque la venta es parecida a la del año pasado, quizás apenas más baja, cuando esperábamos algo similar a una catástrofe”, asegura. “Fue notable la cantidad de extranjeros, sobre todo chilenos, que favorecidos por el cambio (5 a 1, además de que el libro en Chile tributa un 21 por ciento) se llevaron muchos libros”, puntualiza Paterno.
Del espanto inicial a la sorpresa, muchos coinciden en que los resultados de la 28 edición son “una bocanada de aire fresco”, “una ilusión en medio del caos”. “El balance es muy bueno, vendimos mejor que el año pasado y estimamos que casi igual que el 2000. Buenos Aires es una ciudad cultural muy fuerte y creo que la gente necesitaba sentirse más viva que nunca”, reflexiona Annamaría Muchnik, jefa de prensa de Sudamericana. Entre los autores más requeridos por el público figuran Jorge Bucay (El camino de la autodependencia, El camino del encuentro, El camino de las lágrimas), Horacio Verbitsky (Malvinas) y Nik y Maitena. La editorial publicará próximamente El camino de la felicidad (sic), el cuarto tomo de la saga de Bucay. “Teníamos una proyección austera en función de la situación del país. Aunque no tenemos números definitivos, estimamos que vendimos entre un 25 y un 35 por ciento más que el añopasado. Es curioso pero el 1 de mayo fue un día excepcional, había gente que compraba 3 ó 4 libros y gastaba un promedio de 60 pesos”, cuenta Jorge Vanzulli, gerente comercial de Planeta-Emecé-Minotauro. Shangai Baby, de la escritora china Wei Hui, ¿Quién eres?, de Enrique Rojas, Qué país, de Martín Caparrós, Lo que está en mi corazón, de Marcela Serrano y la saga de Harry Potter y El Señor de los Anillos, son la punta del iceberg de ventas del grupo editorial. Un detalle representativo aporta Analía Rossi, jefa de prensa de Alfaguara. Según estimaciones del personal que atiende el stand, la mayoría de la gente compró con tarjetas de débito y de crédito. El resto lo hizo, en menor medida, con pesos y patacones. “A diferencia de otros años, se vendieron muy bien textos de literatura infantil, como los libros de María Elena Walsh”, revela Rossi.
Tal vez porque hay un público cautivo (estudiantes y docentes universitarios), que busca las opciones que ofrece la editorial Eudeba, María Inés Mori confirma que vendieron “más de lo estimado”. Hasta el año pasado, uno de los libros más vendidos fue Nunca más. Ahora, el caballito de batalla es Hacia el Plan Fénix. A pesar de que Gedisa vendió un 30 por ciento menos que el año pasado, Julia Chirino admite que presagiaban peores números, particularmente porque la mayoría del catálogo de la editorial son libros importados, que aumentaron aproximadamente un 50 por ciento. “Las novedades se vendieron poco. Las ofertas (de 2 a 6 pesos) fueron las estrellas del stand”, entre ellas los números de la revista sobre lingüística Discurso y Sociedad, según dice Chirino. Entre los que decidieron asociarse para enfrentar la crisis y compartir los gastos están la librería Gandhi y la editorial Siglo XXI. Para Esteban Bistenik, de Gandhi, la caída de las ventas oscila entre un 15 y 20 por ciento. Sin embargo, Representación política y modelo de acumulación, de Eduardo Basualdo, La crisis del Estado, del sociólogo Ricardo Sidicaro e Imperio, de Antonio Negri y Michael Hardt, salieron como pan caliente por las temáticas que abordan. Javier Rozsypalek, de Siglo XXI, precisa que como la mayoría de los libros son importados desde México, con un costo promedio cercano a los 30 pesos, la disminución de las ventas podría haber sido peor. “Los primeros días la gente se acercaba y miraba el material pero no compraba. En los últimos días los universitarios y docentes se animaron a comprar”, pondera Rozsypalek, que coincide con otros expositores: las ofertas encabezan el ranking de los más vendidos. “El balance es positivo, por las ventas y la cantidad de gente que pasó por el stand. Este éxito nos sorprendió gratamente”, confirma Diego Landen, de Kapelusz-Norma. Entre los más vendidos, se destacan El otro, una biografía sobre el actual presidente, Eduardo Duhalde, de Hernán López Echagüe y Escritos Imprudentes, de José Pablo Feinmann.
Lamentablemente, hubo actividades que se suspendieron, entre ellas la presentación de En lo más implacable de la noche (Colihue) de la uruguaya Idea Vilariño. Una pena, porque la poetisa uruguaya, que recién visitó por primera vez la Feria el año pasado, merece que se la difundan más por estos pagos. Pocos se atreverían a cuestionar el éxito de esta 28ª edición. Sin embargo, para muchas personas adquirir un libro es una misión casi imposible. “Los precios están por las nubes”, dice Marina García, 28 años, que suele comprar textos universitarios (por lo tanto importados). “‘Una ciudad de libros’ (ese fue el lema de la Feria) que se vuelve cada vez más restrictiva y cerrada. ¿Cómo se puede comprar un libro a 50 o 60 pesos?”, se pregunta indignada.
Por otra parte, la concurrencia de gente a las mesas redondas, el interés por participar y debatir prolongó la sensación de “asamblea permanente”. Hay una necesidad imperiosa de buscar refugio en las palabras de los otros y hacer escuchar la propia. Tal vez porque “el lenguaje es el único instrumento que tenemos para entender el mundo”, como dijo Auster. Algo de este intento de comprensión se manifestó en la presentación deIrse, de Diego Melamed y Qué país, de Martín Caparrós, en la charla “El rol de los intelectuales frente a la crisis” y “La escritura entre la cacerola y la pluma”, entre otras actividades. La Feria ofreció un puñado de objetos maravillosos (así define Serrat a los libros) y el público, movilizado y ávido de cultura como pocos veces se ha visto, se entregó plácidamente a recorrer un palacio entre ruinas.

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