CULTURA
› ENTREVISTA A FRANCO LA CECLA
“Aceptar el matrimonio es una manera de involucionar”
El antropólogo italiano acaba de publicar Machos, sin ánimo de ofender, un libro donde pretende desmitificar los pensamientos usuales sobre la identidad femenina y masculina: “Existe una esquizofrenia entre un modelo de hombre fuerte y duro y otro modelo que propicia un tipo sensible”.
› Por Silvina Friera
No le interesa ser políticamente correcto y por eso se animó a desafiar nada menos que a Simone de Beauvoir, que en El segundo sexo dijo que “un hombre no se pondría nunca a escribir sobre la situación particular de ser varón”. El antropólogo italiano Franco La Cecla acaba de publicar Machos, sin ánimo de ofender (Siglo Veintiuno de Argentina Editores), un libro polémico en el que expone cómo la masculinidad, cultura por cultura, es menos rígida, inflexible y monolítica de lo que se cree. “Hay mucho dolor alrededor de lo que implica la identidad sexual masculina”, plantea en la entrevista con Página/12. Si los varones hoy tienen miedo de asumir su rol –como Peter Pan, que se negaba a convertirse en hombre–, según opina La Cecla, es por la sistemática demonización de lo masculino. “Aceptar una identidad maldita es francamente incómodo. La idea imperante es que son las mujeres las que tienen la moral de la sexualidad, son las que saben cómo comportarse; los hombres, en cambio, deben aprender de las mujeres.”
–¿Usted cuestiona los estudios de género porque demonizan la masculinidad?
–En realidad los gender studies empezaron bien, haciendo muchas investigaciones valiosas sobre la identidad femenina, pero se olvidaron de que esa identidad femenina existe porque hay una dialéctica con la identidad masculina. Ahora el debate está marcado por lo queer, por la idea de que no hay un género o que uno puede cambiar de género de un día para el otro. Yo puedo hacerme chino, claro, pero no es tan fácil. Hay cosas que no se aprenden ni en un día ni en un año, sí en el transcurso de dos o tres generaciones. Lo que me preocupa es que los estudios queer son de una superficialidad total, es una literatura abstracta que nunca habla de la vida real de la gente.
–¿Prevalece, entonces, una feminización del modelo masculino?
–Sí, pero siempre hubo tipos diferentes de hombres. En el libro sostengo que la identidad masculina es mucho más fluctuante que la femenina porque los hombres tienen un problema con la identidad. Las mujeres no dudan de que mantienen el poder sobre la vida, pero los hombres no saben muy bien lo que tienen que hacer.
–¿Cuál es el ideal masculino de esta época?
–Existe una esquizofrenia entre un modelo de hombre fuerte y duro, similar al Capitán Garfio, que es el varón cruel por mandato cultural, y otro modelo que propicia un tipo de hombre sensible. Pero el problema es que el hombre queda por un lado en el espejo de la homosexualidad y, por el otro, en el espejo de las mujeres: los hombres se comportan como las mujeres o los homosexuales quieren que sean. El varón, entonces, tiene una identidad de reflejo, indirecta. Una manera de explicar esto es cómo se relacionan con la paternidad en este momento. Lo hacen de una manera muy tímida, no comprenden su papel, y por eso se debate la cuestión de la paternidad homosexual.
–¿Y qué posición tiene usted?
–No comprendo por qué los homosexuales tienen que buscar la normalidad a través del casamiento o la adopción, creo que es una forma trágica de afirmar su identidad. ¿Por qué afirmar una identidad nueva, pareciéndose a los padres? ¿Por qué una fuerza de rebelión de la sociedad al final se plantea devenir normal?
–¿Y por qué estaría mal ese intento por devenir “normal”?
–¿Qué es la normalidad?... uno no sabe qué es. Además, el matrimonio es el fundamento de toda la tragedia de nuestro siglo, entonces aceptar el matrimonio es una manera de involucionar, no de avanzar. Me parece que la homosexualidad en este momento tiene un discurso político que tiende a borrar toda la historia de la sexualidad.
–¿En qué sentido el matrimonio es la tragedia de este siglo?
–El matrimonio pone juntas la pasión amorosa y el parentesco, cuando nuestros antepasados supieron que no se puede mezclar la pasión amorosa con la idea de tener una relación constante. En el matrimonio se combina el romanticismo, el control de la Iglesia y un peso enorme del Estado, y este control del Estado es muy peligroso porque el matrimonio es la base para marginalizar al resto de los que no están casados. El matrimonio es una fuerza de inercia de la sociedad, es la única manera de domesticar a los jóvenes.
–¿Por qué el subtítulo del libro es “sin ánimo de ofender”?
–Es como si estuviera pidiendo permiso, es una ironía sobre lo políticamente correcto. Me parece que la identidad masculina tiene que salir del placard y decir “ya basta”.