Dom 29.05.2005

CULTURA  › ENTREVISTA CON FELIPE PIGNA

“Estoy en contra del conformismo”

La cara visible del boom de la historia mediática se tira contra la Academia.

Por J. G.

Agotó cuatro tiradas de su último libro Los mitos de la historia argentina 2, conduce un programa de TV en Canal 7 (Vida y vuelta) y prepara uno de los episodios históricos dramatizados junto a Mario Pergolini (para septiembre, por Canal 13). No todo termina allí: tiene micros radiales en la Rock & Pop, firma autógrafos como un pop star (en la última Feria del Libro), genera enfrentamientos de la intensidad de una guerra de vedettes (con historiadores como Ema Cibotti o Luis Alberto Romero) y es la síntesis o el punto de partida para pensar el boom de la historia divulgada. El se enoja cuando se le pide opinión sobre el fenómeno. “Es una manera de no hablar de mis libros, un modo de ignorarme”, se queja en la entrevista con Página/12. Rehúye a la charla grupal (porque es una excusa –dice– para el ataque de colegas) y se declara cómodo en un exacto punto medio de la enunciación: ni la cerradez del cenáculo ni la aceptación de condiciones que reclaman los medios: dirá no al chisme, al encantamiento con lo privado.
–¿Divulgar será siempre ligar al presente?
–No digo que inexorablemente se va a repetir una serie histórica en el presente, pero en el caso argentino hay una tradición de continuidad que tiene que ver con que no se hayan modificado los patrones de ingreso y riqueza, y que se hayan mantenido los mismos nombres en la estructura del poder, con una falta de nacionalismo en las burguesías locales... Si uno no modifica las causas, vuelven los problemas. Por eso el que llega recientemente a la historia tiende a leer la repetición en las crisis, porque las causas son parecidas: un Estado, por ejemplo, que eligió proteger a los bancos antes que a los ahorristas...
–¿Espejarnos en el pasado no lleva al conformismo?
–En cada introducción y prólogo digo todo lo contrario al conformismo: quienes me acusan de eso no han leído mis libros. Yo planteo que modifiquemos de una vez las causas: no digo que la Argentina nació y morirá corrupta. Digo: Qué lástima que nació corrupta. Y afirmo que en cada período histórico hubo un tipo que se opuso a eso. Siempre hubo gente opuesta al discurso dominante aun en contra de una sociedad que avalaba ese discurso.
–¿Por qué la crisis estimuló la mirada hacia atrás?
–En los ’70 lo habían hecho con la urgencia de explicar el momento. La gente huyó espantada del presente. A nosotros nos llegó el boom ahora, con Europa en situación de bienestar, y con la pregunta de por qué nos pasó lo que pasó. En el 2002 la pregunta era quiénes son los culpables: pensábamos en la deuda, en Rivadavia, en la entrega de provincias. Hoy buscamos ejemplos: Belgrano, Moreno. Veníamos del asco de Menem y de De la Rúa; queremos una esperanza.
–¿Por qué se enfrenta al discurso académico?
–Es preocupante que el programa de la carrera de Historia termine en los ’50, en un mundo que empieza a trabajar el concepto de historia inmediata, concebido como el análisis que sirve para explicar temas como la guerra en Irak. Si no, se daría una discriminación sobre la historia, inhibida de hablar del presente. ¿Y para qué serviría la historia sino para entender mejor la actualidad?
–¿A qué dice que no?
–Yo digo que no al chisme y al sensacionalismo de la vida privada. Sí lo tomo cuando sirve para interpretar la política de un tiempo. La homosexualidad de Belgrano, de la que se habla, no me interesa; tampoco la vida privada de Rosas, y trato de no fomentarlo. Sólo la anécdota bien usada encarna a la figura histórica.
–¿Y qué pone en juego cuando se dirige a los jóvenes en Cuál es, en la Rock & Pop?
–Me contrató Mario para hablar de todo, y recibo mails de chicos muy jovencitos que piden recomendaciones sobre qué leer. Llegan a la escuela muy informados sobre el pasado reciente, pero temas como la Revolución de Mayo les siguen pareciendo escolares. Esos vicios de formación llevan a un conocimiento menos que básico, más ahora que hay un orgullo de la brutalidad. El ignorante, hoy, tiene premio. ¡Chicos, no es así, no sean idiotas! Si se transforman en defensores de la idiotez, les va a ir mal. Pero el saber, como una rémora de los ‘90, queda mal.

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