Mié 13.07.2005

CULTURA  › PH15, UN PROYECTO DE ENSEÑANZA FOTOGRAFICA

Una ciudad de fotos ocultas

En la villa del barrio de Lugano funciona una escuela de fotografía. Y uno de sus alumnos ahora expone en Espacio Ecléctico.

› Por Cristian Vitale

En las paredes de Espacio Ecléctico –pub cultural ubicado en San Telmo— cuelgan fotos sorprendentes. Todas ellas, en blanco y negro, parecen denunciar cierto resentimiento, un dolor sufrido y profundo que no tuvo expresión a tiempo, o de otra manera. Se ve un árbol caído que se espeja sobre un charco sucio; una nena que, rodeada de perros, cruza un zanjón por algún pasillo de Ciudad Oculta; escenas de picaditos de potrero; o, las más fuertes, fotos de un desentierro que no parecen estar tomadas por el ojo sagaz del fotógrafo profesional, inquieto y urbano. Nada de luz hay en ese ojo que busca lo misterioso, lo sombrío, y que encuentra huesos resecos mezclados con tierra dentro de una carretilla. El autor se llama Eugenio Alfonso. Tiene 25 años, toda su vida trabajó en labores rudas, está naturalizado con el paisaje de su lugar –Ciudad Oculta– y la que yace en huesos es su madre, que la muerte le arrebató de chico.
“Son fotos desgarradoras”, asiente Martín Rosenthal, el profesor que le dio una cámara por primera vez para que el joven retratara lo que quisiera. Alfonso es uno de los tantos alumnos de PH15, un proyecto fotográfico dirigido por Rosenthal, destinado a formar fotográficamente a chicos de entre 11 y 21 años que viven en uno de los sectores más marginados de la ciudad de Buenos Aires. “Alfonso es un luchador, lo poquito que hicimos fue ponerle una cámara entre manos; sería ideal que consiguiera un buen trabajo”, agrega Moira Rubia, coordinadora de este proyecto independiente, el día que el muchacho de la villa inauguró su propia muestra llamada Huella del silencio. “Trabajamos con chicos que están totalmente discriminados por el resto de la ciudad, cuya reacción natural es no salir de la villa. Tienen todo ahí dentro: el colegio, los amigos, los juegos. Al principio, pensamos: si con la palabra la comunicación no funciona, probemos con imágenes. Y nos dimos cuenta que sí, que funciona.”
Como se desprende de las palabras de su creador –Rosenthal–, PH15 nació hace 5 años como un encare autogestionado y militante. Luego de recibirse de fotógrafo, el hacedor del proyecto hizo carrera durante toda la década del 80 en escuelas de la costa este de Estados Unidos y regresó al país convencido de que su norte era formar adolescentes. Sin pasar por oficinas estatales en busca de subsidios, armó un pequeño equipo de trabajo, se instaló cerca del corazón de la Villa 15, en el Centro Comunitario Conviven, y montó su sueño. “Comencé a seleccionar gente entre mis propios alumnos particulares: no me interesaba mucho cuánto sabían o no de técnica o laboratorio fotográfico, porque podés ser la enciclopedia viviente de la fotografía, pero si no tenés corazón para llegar a estos chicos no sirve para nada”, testimonia. Al principio, impartió clases a un grupo pequeño de changarines e hijos de desocupados –no más de 15–, con cámaras baratas, de plástico, y de a poco se fue haciendo de un grupo de filántropos que le fueron facilitando enormemente la tarea. “No tenemos ninguna fuente fija ni institucional ni estatal, a no ser alguna donación puntual –informa–, pero sí tenemos muchos amigos de PH15, gente que compra fotos o dona sus cámaras. La mayoría son particulares, incluso mucha gente de EE.UU. que pide becas para venir a enseñar acá. Ahora viene una chica a aprender lo que hacemos para hacerlo ella en Africa. Aceptamos que venga, pero a cambio le pedimos que traiga una valijita con donaciones: papel, cámaras, lo que sea.”
Las clases se dan todos los sábados a las 10 de la mañana en el centro comunitario, que cuenta con tres aulas y un laboratorio de revelado en blanco y negro. Participan de ellas unos 50 chicos divididos en grupos de entre 10 y 12. “Preferimos agruparlos en grupos pequeños para que las clases sean más dinámicas: los chicos sacan fotos todas la semana y el sábado se decide qué fotos revelar. Cada uno defiende su foto si no es copiada y, si logra convencer al profesor con su argumento, se le copia. Las fotos dan vueltas por una mesa redonda y los chicos discuten y defienden sus trabajos”, explica el coordinador. Dados los problemas sociales y familiares que existen en Ciudad Oculta, PH15 también cuenta con una red de amigos y estudiantes universitarios voluntarios, que acuden en caso de que alguno de los alumnos –en especial los que recién ingresan– tenga problemas que superen sus posibilidades.
“Les estamos encima para que vayan al colegio, tratamos de contenerlos en todo lo que podemos, pero a veces nos superan los inconvenientes”, explica Moira.
Contra viento y marea, Eugenio –“alumno estrella” de PH15– se transformó en un fotógrafo excepcional. Con su primera entrada vendiendo fotos se compró una cámara y descartó la que le proveían sus profesores, y ahora aspira a transformarse él mismo en profesor del emprendimiento. “Al segundo año me graduaron –dice– y ahora sigo trabajando en el laboratorio, con ganas de enseñar.” Sus fotos no sólo cuelgan de las paredes de Espacio Ecléctico, sino que forman parte de muestras colectivas en diferentes lugares del mundo, como la del Sorenson Center for the Arts, de Boston versión 2005 y en Argentina.
“Intentamos demostrar que en Ciudad Oculta se produce como en todas partes: su gente no tiene por qué ser marginada, todo lo contrario. Por eso, la idea central es darles una herramienta a los chicos para que se comuniquen con la comunidad”, dice Rubio. Otra de las aplicadas alumnas, Natalia Godoy, de 18 años, toma fotos más despojadas que su compañero Alfonso. Y su testimonio también pinta de qué manera congelar retazos de la realidad a través de un lente puede ayudar a querermás la propia aldea.
“Cuando saco mis fotos, en especial en los pasillos, siempre ando como loca, gritando, divirtiéndome con mis amigos. Generalmente los pasillos están solos. Camino y camino, pero no encuentro lo que quiero encontrar en ellos: gente. A veces pienso que no quieren salir a ver lo que hay a su alrededor o quizá les dé vergüenza darse cuenta de que viven en una villa como yo. Pero a mí me encanta sacar lo que es mío, los pasillos son parte del lugar donde vivo, y me da orgullo mostrarlos a través de mis fotos.”

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