CULTURA
› “100 AÑOS DE HUMOR GRAFICO”
Un espacio público que provoca la risa
De Tía Vicenta y Caras y Caretas a las tiras de ayer nomás, la muestra itinerante recorre la riquísima historia del humor local: en febrero del año próximo llegará a la Antártida.
› Por Oscar Ranzani
“¡Triunfó nuestro plan político!”, exclama un chanchito en una portada de la histórica revista Tía Vicenta, ilustrada con una piara que, al grito de “Oinc Oinc Oinc”, sostiene en andas a una caricatura de Alvaro Alsogaray. El ejemplar es del 9 de mayo de 1962 y titula “Rebelión en la granja. Volvió el chanchito”. Tía Vicenta, una señora mayor que se creía una sabelotodo y que respondía haciendo uso de su autoridad, pero sin tener la menor idea de lo que estaba diciendo, fue una creación de Landrú que, con el tiempo, se convirtió en un suceso humorístico y pasó a ser una revista. Uno de esos ejemplares ilustran la muestra itinerante 100 Años de Humor Gráfico Argentino, que recorrerá buena parte del país. La curadora es Susana Casais y está organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación, dentro del programa “Argentina de punta a punta”. 100 años de Humor Gráfico Argentino ya circuló por Chaco, Formosa y Rosario –donde fue vista por 50 mil personas– y se la puede visitar este fin de semana en la Plaza Molina Campos, al lado del Palais de Glace (Posadas 1725). Posteriormente recorrerá Puerto Iguazú, Posadas, Corrientes y Mar del Plata: la idea es que en febrero del 2006 llegue a la Antártida.
“La decisión de montar la muestra en un espacio público forma parte de una estrategia destinada a democratizar el acceso a las manifestaciones culturales”, destaca Casais a Página/12. En los paneles instalados en la plaza se pueden conocer más de 500 obras de grandes humoristas argentinos que incluyen nombres como los de Roberto Fontanarrosa, Caloi, Hermenegildo Sábat, Dante Quinterno, Lino Palacio, Mordillo, Andrés Cascioli, Divito, Quino, Tabaré, Viuti y Rep, entre muchísimos artistas que hicieron del humor una de las manifestaciones más importantes de la cultura gráfica argentina. Los protagonistas están presentes a través de sus creaciones como la inmigrante española Ramona (Lino Palacio) –una mujer un tanto torpe, ingenua pero muy sincera que provoca todo tipo de malentendidos–, que convive con El doctor Cureta (Meiji, Ceo y Rep), ese médico corrupto e inescrupuloso que busca a toda costa lucrar con su clínica. El mago Fafa (Alberto Brócoli), una especie de antihéroe loser que apareció en la contratapa de Clarín en 1973, habita junto a La vaca Aurora (Mirco Repetto), nacida en 1940 y caracterizada por su coquetería y sus innumerables caprichos. También está Don Fulgencio, ese hombre que, según cuenta la leyenda, “no tuvo infancia” y que se hizo famoso en las páginas de La Prensa, La Razón y en la revista Anteojito. Y, por supuesto, están los clásicos como Mafalda, Clemente, Patoruzú e Inodoro Pereyra.
“¡Oferta promoción!”, vocifera un vendedor dibujado por Lawry en la revista Humor. El comerciante le golpea la puerta a un general ofreciéndole “la Constitución Nacional en edición de lujo”. Pero el militar responde: “No gracias, no usamos”. El medio emblemático del humor contra la dictadura está presente a través de algunas tapas, dibujos y calcomanías, como la que muestra un dibujo de un auto que señala “yo no soy Falcon verde ni lo quiero ser”. Tampoco faltan la histórica PBT (1904-1918), que se anunciaba como un “Semanario Infantil Ilustrado para niños de 6 a 80 años” y Caras y Caretas (1898-1941), que reflejó cuatro décadas de historia argentina en sus diversas vertientes –culturales, sociales, políticas y costumbristas– y que acaba de reaparecer en el medio.
Uno de los dibujantes, Sendra, está exponiendo – junto a trabajos más antiguos– algunas tiras de Yo, Matías. Cuenta que tenía una tira llamada Prudencio, “un guapo de principios de siglo XX, un tanguero típico, medio cuchillero. Y, por accidentes del trabajo, un día no se me ocurría nada y lo único que me venía a la cabeza era un chiste de un nene. Quería ver cómo se lo aplicaba al guapo, pero no había forma. Entonces hice aparecer un nene por un costado”. Sendra recuerda que la idea le gustó y que incluyó al nene tres días en la tira. “Pero después pensé que le iba a quitar protagonismo al personaje principal. Entonces empecé con lostípicos debates de todo autor de ‘¿me atengo al plan original o lo voy cambiando de acuerdo a mis emociones?’ Evidentemente, ganó eso”, comenta. Otro humorista histórico, Dobal, explica que “seleccionaron las páginas de humor que hacía los domingos en Clarín. En 1959 empecé a hacer una página sobre un tema determinado de actualidad en rima. Era una cosa muy linda”. Junto a ellas está el personaje Atomito, que “nació después de la bomba atómica cuando el átomo se hizo popular. Era poderoso, podía hacer cualquier cosa”, recuerda.
El debate acerca de la relación entre el humor y la realidad sociopolítica, y sobre su grado de influencia en la sociedad a lo largo de los años, es tan antiguo como la risa. Carlos Garaycochea, como buen humorista, le quita dramatismo a la polémica: “Siempre se le da una responsabilidad al humor que no es tanto”, afirma. “Nosotros no modificamos nada. Simplemente señalamos con una sonrisa algunos errores y algunos desaciertos.” En tanto, Miguel Rep opina que “no hubo ningún chiste que haya derrocado a ningún gobierno. Lo que derroca a un gobierno es una suma de intereses y el mal humor social, no el humor. A De la Rúa no lo volteó Tinelli (aunque Tinelli tampoco es humor). El humor no voltea, voltea el mal humor”, sostiene el autor de Gaspar, el revolú, El niño azul y Lukas, personajes expuestos en la muestra que, según el humorista de Página/12, al ser histórica “permite ver cómo fue respondiendo el humor a diferentes actualidades: con qué brillantez, apaciguamiento, reacción violenta o anestesiada”. “En los últimos años he notado un vuelco más hacia el humor editorialista, acompañando a la noticia y trabajando sobre ella, más que un humor costumbrista que se notaba en otras épocas como en Rico Tipo o Patoruzú. No eran tanto de una crítica política y social sino más bien costumbrista, pero excelente”, sostiene Fontanarrosa. “A veces pienso que el humor es como el sabor naranja o frutilla que tienen algunos medicamentos muy feos. Entonces, uno puede digerir mejor noticias que casi siempre son duras, lo que no modifica el origen de la noticia, para nada”, opina el gran humorista rosarino.