Mar 26.07.2005

CULTURA  › LA BIENAL DE ESCULTURA

Resistencia, en más de un sentido

El encuentro en la capital chaqueña está teñido por un conflicto con la Justicia.

› Por Karina Micheletto
Desde Resistencia

Quienes viven en la capital chaqueña lo repiten como un sello de identidad: Resistencia es la ciudad de las esculturas. Sus calles albergan unas 430 de todo tipo y tamaño, y cualquiera puede encontrarlas mientras va caminando en plena vereda, o en paseos, plazas, bulevares, y hasta en los halls de hoteles y edificios públicos. Hay un principal motor generador de tal proliferación artística: desde 1988, en Resistencia se realiza la Bienal Internacional de Escultura, que transforma a la ciudad, por una semana, en un gigantesco taller escultórico a cielo abierto. Artistas de todo el mundo se reúnen en la plaza principal de la ciudad dando forma a sus criaturas ante la vista de todos, y llenando la plaza de cinceles, martillos, amoladoras o grúas que transportan pesados bloques de mármol travertino. Esta vez, la presentación de la Bienal, cuya próxima edición será –curiosamente– el año que viene, se hizo en un contexto especial: un paseo conocido como Parque de las Esculturas, que albergaba decenas de obras y era un espacio verde de recreación usado por los pobladores los fines de semana, fue reclamado por el Poder Judicial de la provincia que proyecta levantar allí tres torres de edificios. El lugar, que fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, está siendo defendido por distintas organizaciones de Resistencia, que denuncian amenazas públicas del Poder Judicial. Mientras tanto, el espacio permanece vallado y con un cartelón que anuncia las obras, y las esculturas ya fueron cambiadas de lugar.
La Bienal Internacional de Esculturas, organizada por el gobierno del Chaco y la Fundación Urunday, al frente de la cual trabaja el incansable escultor Fabriciano Gómez Lollo –o Fabriciano a secas, como todos aquí lo conocen– reúne cada dos años a escultores de todo el mundo, en un evento que es el más importante del país en la disciplina, y uno de los destacados en la agenda mundial. Este año, diez artistas de todo el mundo trabajarán sobre metal en base al tema La música, concursando por un premio mayor de 15 mil pesos. También se planean otras actividades, como la construcción de una escultura de 600 metros sobre el río Negro y un encuentro de niños escultores de la provincia, que reunirá a unos 4000 chicos.
Pero ocurre que la Bienal fue creciendo y la plaza quedó chica. Por eso este año la Bienal girará en torno a un predio de 13.000 metros cuadrados en el Parque 2 de Febrero, donde también funcionará la sede de la Fundación Urunday, con archivo, biblioteca, departamento de mantenimiento y restauración de todas las esculturas de la ciudad y centro de información turística, entre otros espacios. Algunos dicen que este proyecto se levantó en respuesta a la clausura del Parque de las Esculturas, un predio de tres hectáreas en pleno centro de Resistencia que había cedido a tal fin el Poder Judicial. De hecho, muchas de las esculturas que albergaba el paseo clausurado ya fueron emplazadas allí. En el antiguo parque –que todavía figura en los folletos turísticos como una atracción local– el Poder Judicial planea construir tres torres que albergarán 24 juzgados. En las vallas de madera que ya se colocaron alrededor del parque, los chicos pintaron árboles y pájaros, y escribieron con colores: “El Poder Judicial no tiene derecho”.
Para Fabriciano la situación no es la mejor, pero hay que aceptarla, dice, “por una cuestión de palabra”. “La Fundación Urunday ocupó ese espacio en comodato, firmamos un acuerdo con el Superior Tribunal de Justicia con una cláusula que decía que lo teníamos que devolver cuando necesitaran construir. Ahora nos lo piden y tenemos que cumplir con nuestra palabra”, dice el escultor. “No podemos poner trabas, es una cuestión de principios: nos prestaron y devolvimos, hay que saber respetar la palabra empeñada”.
Hay otros en Resistencia que tienen otra postura. Las artistas plásticas Adriana Schwartz y Jarumi Nishishinya son dos de las impulsoras de una campaña en contra de la expropiación del predio por parte del Poder Judicial. Empezaron haciendo distintas intervenciones artísticas en el lugar, “hasta que nos dimos cuenta de que hablando de los pajaritos no íbamos a llegar muy lejos, y empezamos a estudiar las leyes con que podíamos defendernos”, dicen. Las leyes que ellas explican, junto a otros artistas y escritores como Mempo Giardinelli, arquitectos y ambientalistas, tienen distintos ejes. Por un lado, el ambiental: “Se está tirando abajo un pulmón verde en un punto neurálgico de la ciudad. El tránsito vehicular en Resistencia tiene menos de un metro cuadrado por habitante, mientras la OMS recomienda entre 11 y 14”, repite
Schwartz, casi mecánicamente. El otro es el de la titularidad de la tierra, que, aseguran quienes se oponen al proyecto, fue vendida por la Municipalidad de Resistencia sin una escritura en regla de por medio. El argumento más contundente tiene en cuenta que este espacio fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, y están protegido como tal desde 1986.
“Lo insólito es que son los señores jueces del Superior Tribunal de Justicia de la provincia del Chaco quienes llevan adelante semejante acción. Una acción que no sólo daña el patrimonio cultural, la ecología y la sensatez urbanística, sino que es absolutamente ilegal, porque el Poder Judicial del Chaco no tiene permiso para hacer lo que está haciendo”, escribió Mempo Giardinelli en una carta de lectores. La batalla judicial está planteada, y hay algunos con más experiencia que otros.

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