CULTURA
› LA MUERTE DE SAUL YURKIEVICH
Adiós a ese poeta que fue el gran amigo de Julio Cortázar
Yurkievich era, además de albacea de Cortázar, uno de los críticos literarios notables de las letras hispanoamericanas.
“Aurora, la ex mujer de Cortázar, es su apoderada. En el testamento nos nombró a Gladis y a mí para que decidamos juntos acerca de los inéditos. Como albaceas literarios tenemos, por su voluntad, el derecho de conservar, editar o destruir lo que queramos. Así lo dice en el testamento. Pero nada destruimos. Habría que ser Dios para hacer una cosa así.” De ese modo explicaba el poeta argentino Saúl Yurkievich, uno de los más reconocidos críticos literarios del mundo hispanoamericano y albacea de la obra del escritor Julio Cortázar, la tarea que le legó el gran escritor argentino, a quien había conocido en París y con quien cultivó una entrañable amistad. Yurkievich murió anteayer en un accidente en una carretera de Avignon, al sudeste de Francia. Según la policía francesa, el escritor perdió el control de su vehículo e impactó de frente contra un camión que avanzaba en sentido contrario, falleciendo de manera instantánea. Tenía 74 años de edad y vivía en Francia desde 1962 (en su casa en Saignon, al sudeste del país), donde trabajaba como profesor de literatura, tarea que también desempeñó en diversas universidades de Estados Unidos.
Yurkievich fue uno de los críticos que más exhaustivamente se ocupó de leer la obra literaria de Cortázar. Lo cual queda claro en el ensayo que editó el año pasado, Julio Cortázar: mundos y modos, una recopilación de artículos que escribió a lo largo de los años, con el agregado de un ensayo sobre la personalidad de Cortázar, y otro sobre su prosa breve. Yurkievich también dirigía la edición de las Obras completas de Círculo de Lectores / Galaxia Gutemberg. Pero, más allá de Cortázar, fue notable su labor como ensayista y crítico literario, con libros como Fundadores de la nueva poesía latinoamericana (1971) y Confabulación con la palabra (1978).
También dejó una rica obra poética que incluye títulos como Fricciones (1969), Envers (1980), El trasver (1988), Vaivén (1996), El sentimiento del sentido (2000), El huésped perplejo (2001), con dibujos de Julio Silva, y Detener sin retener. La poesía que escribió a lo largo de varias décadas estuvo marcada por la conciencia crítica que cultivó al leer la obra de tantos otros poetas hispanoamericanos.
Yurkievich había conocido a Cortázar a la semana de llegar a París, en 1962, adonde había partido junto al poeta Cacho Calveira, cumpliendo el derrotero de tantos intelectuales latinoamericanos de los ’60. Al morir Cortázar en 1984, tras un viaje a la Argentina en el que en vano intentó ser recibido por el flamante presidente Raúl Alfonsín, lo había nombrado albacea sobre su obra inédita.
En una entrevista publicada en este diario en 1999, Yurkievich decía: “El era partidario de escribir como si improvisara jazz, de la inspiración. Creía en, por así decirlo, la visita de los dioses. No estaba sujeto a una disciplina. Corregía poco, todo le salía casi naturalmente. Para él, escribir era como un juego fácil y divertido”.