Vie 29.07.2005

CULTURA  › ANTONIO DAL MASETTO HABLA SOBRE SU NUEVA NOVELA

Tres nenas en una aventura

El autor de Oscuramente fuerte es la vida habla de su nueva novela, Tres genias en la magnolia, un libro publicado en una colección para adultos y en otra juvenil a la vez.

› Por Angel Berlanga

“Cuando la terminé, en realidad no sabía bien qué había hecho”, cuenta Antonio Dal Masetto acerca de su última novela, Tres genias en la magnolia, de lo extraña que la veía con respecto al resto de su obra narrativa. El libro cuenta el recorrido de tres niñas, once años cada una, que mientras patean en busca de unos cachorros desaparecidos se topan con una maniobra de negocio inmobiliario de los estereotipados jerarcas del barrio Los Aromos y descubren, además, las (no)reacciones de los vecinos ante la puesta en marcha del despojo. “Y los de la editorial, que fueron los primeros en leerla, tampoco sabían muy bien qué era –agrega–. No había respuesta por ningún lado. Bah, lo único que me decían es lo que yo ya sabía: ‘No tiene nada que ver con todo lo que escribiste hasta ahora’.” “Así que había un desconcierto ajeno y propio. Después de haber leído Siempre es difícil volver a casa o Bosque, donde hay mucha violencia, o los relatos de la emigración, duros y graves, éste resulta un poco extraño. Pero creo que uno anda siempre mordisqueando el mismo hueso, salga de donde salga la historia y tenga las características que tenga. Y aunque esta mirada parta de un lugar muy peculiar, finalmente se suma a todas las miradas del mundo en que vivimos.”
–¿Es un libro para jóvenes, para chicos?
–Vamos por el comienzo: no lo escribí pensando en chicos, para nada. Tenía conciencia de que podía leerlo gente joven, pero lo escribí como un libro normal. No hace mucho tiempo volví a leer con enorme placer el primer Libro de la jungla, de Kipling, y me pregunté: ¿está escrito para chicos o sin pensar en edades? Yo lo leí cuando tenía diez u once años y lo volví a leer ahora, y me siguió deslumbrando. Llegué a la conclusión de que hay libros que están escritos para que los pueda leer cualquiera –aunque no quiero decir que el mío entre en esa categoría–. Cuando lo entregué a la editorial, después de masticarlo un poquito, me dijeron que sería interesante publicarlo en una doble edición, una normal y otra para la sección juvenil. Me pareció bárbaro. Sobre todo porque hubo una respuesta inmediata: apenas apareció me llamaron de Mercedes y Bahía Blanca grupos de maestros y profesores que ya se los habían dado a leer a los pibes. Así que por ese lado funciona bien. Por el otro no sé. Habrá que ver.
–¿Por qué diría que esta historia, narrada con un tono de cierta inocencia, le surge ahora? Hay un gran contraste con la aspereza de la mayoría de sus historias anteriores.
–Es que si elijo a tres niñas de once años no me puedo pasar de la raya, tengo que mantenerme dentro de ciertos esquemas, de cierto parámetro. No sé por qué surgió ahora: las cosas surgen de pronto. Esto no quiere decir que haya un viraje para ese lado: me gustó hacerlo y lo hice. No es mucho más que eso.
–A grandes rasgos, ¿las protagonistas van a contramano de lo que sería una nena “tipo” de esa edad?
–No lo sé, porque tanto no conozco. Sé que tienen, por lo pronto, características comunes con nenas de esa edad: las he visto, he preguntado a madres, escuché cómo hablan. Tengo una hija de veintipico que alguna vez tuvo once, y también me acuerdo de mi niñez; a esa edad, las fantasías y actitudes son las mismas, sea varón o nena. Juntando todo eso, el perfil está encaminado. Eso no quiere decir que estas tres nenas pretendan resumir la actitud general. Se parecen a todas en cuanto a la imaginación, la improvisación, el sentido de la aventura. Tal vez sean un poco especiales en cuanto a que tienen un innato sentido de la justicia. Desde la primera página se dice a qué aspiran en la vida: cosas comunes, de valores altos, que de alguna manera las definen.
–No se interesan por la televisión, las computadoras o los celulares, ni por nada vinculado al consumo; son los adultos los hipnotizados por la televisión.
–Totalmente, sí. No quise incluir nada de eso. Estas nenas tienen su mundo de fantasía, que es justamente la magnolia, el árbol de la magia, donde van urdiendo ciertas tramas e inventan un mundo propio que les sirve, por lo menos en esta historia, para entender el mundo de abajo. A esa edad hay cierta necesidad de tener un lugar propio, como un castillo atrincherado en el que no entre nada: el mundo de afuera queda afuera. También podría haber sido un rincón de la casa, o un altillo, pero me interesó lo del árbol: ellas imaginan que ahí hablan con la deidad que se inventan que les sirve, a la vez, para generar fábulas que les ayudan a interpretar la realidad.
–La trama social y dirigencial de Los Aromos funciona como una alegoría de lo ocurrido en la Argentina en los últimos años.
–Sí, de lo que pasa acá y también en muchos lugares del mundo.
–Pero hay aquí un “licenciado Méndez” a cargo de una inmobiliaria.
–Bueno, también hay un Mariano, el sacristán. En la búsqueda de sus cachorros descubren ese mundo perverso que de alguna manera intenta sojuzgar o expulsar a la gente del barrio para quedarse con sus casas y todo lo demás. Pero al descubrimiento le sigue el enfrentamiento, porque ellas son audaces, tienen este innato sentido de justicia y creen que las cosas tienen que funcionar como deben funcionar. Pero más allá del grupo mafioso descubren, y eso me parece más importante, a la gente en general: se preguntan por qué razón las personas no asumen su libertad, su independencia, por qué miran para otro lado, por qué necesitan ser conducidas, que alguien les marque el camino, las explote y las engañe. Ese es el gran descubrimiento de las niñas. Es como si hubieran mordido la manzana adánica del conocimiento que las expulsa de su paraíso. Se les plantea el desafío: ¿se convertirán en lo que acaban de descubrir, la gente, esa masa, o no? Tienen una vaga conciencia de que hay que enfrentarse a esa pregunta.

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