CULTURA
“Lo único que he tenido en la vida son preguntas”
La escritora Elena Poniatowska, parisina de nacimiento pero “más mexicana que el tequila”, cuenta detalles de su vida, de su obra y su compromiso político, en una entrevista que emitirá Canal (á) hoy a las 18.30.
› Por Verónica Abdala
En un pasado que se le antoja remoto, y solamente por una razón cronológica, Elena Poniatowska (parisina de nacimiento, pero “más mexicana que el tequila”, como le gusta definirse) fue una niñita asustada, educada en la rigidez de un convento de monjas. A los 20 años y sin siquiera haber terminado el secundario, se convirtió en una joven periodista del diario Excelsior, “gracias a la ayuda de un conocido de la sección Sociales de ese diario”. Y desde entonces, no hubo día de su vida en que no dedicara al menos unas horas a escribir. El empeño y una indudable cuota de talento para el oficio la convirtieron en una de las grandes escritoras latinoamericanas del último medio siglo, aunque a ella le divierte más –y así lo demuestra cada vez que puede– pensarse como una mujer afortunada, “tocada” por la varita del destino.
“Es que es cierto, he tenido suerte, al punto que no he tomado una sola decisión importante en toda mi vida”, asegura en una entrevista realizada por el productor Eliseo Alvarez que hoy a las 18.30 emitirá Canal (á), en el marco de su ciclo “Perfiles”. “En Excelsior, por ejemplo, perduraría y después ascendería sólo porque me atrevía a preguntar las estupideces que otros, porque eran mucho menos ignorantes que yo, no preguntaban. ‘¿Cómo es que tienes los dientes tan blancos?’, llegué a interrogar al gran muralista Diego Rivera, en el marco de una entrevista para el diario. ‘Es que son de leche’, respondió él. ‘Y me ayudan a devorar a las chiquillas preguntonas’.”
Lo dice con una de sus sonrisas características, esas que fascinaban al Premio Nobel Octavio Paz, a quien le dedicó la biografía Las palabras del árbol: adoración sin cuestionamientos para su amigo. Pero a no engañarse: bajo esa imagen de abuelita risueña, detrás de su aparente ingenuidad, se oculta, además de una escritora de raza, lo que el escritor mexicano Sergio Pitol definió como “ese grano de dinamismo, capaz de hacer añicos toda estupidez, la crueldad y la arrogancia con que suelen recubrirse los triunfadores de este mundo”. Una de las muchas cualidades que hacen de Poniatowska una intelectual respetada tanto por sus lectores como por sus colegas (Carlos Fuentes piensa de ella que “ha contribuido como pocos a darle a la mujer un papel central, pero no sacramental, en nuestra sociedad”). Y una de esas mujeres que, ante las que considera causas justas, procura no hacerse la distraída. Y, si puede, extiende la mano.
En la entrevista, “La Poni”, como la llaman quienes más la quieren, define el acto de escribir como “una inmensa responsabilidad, además de una gran aventura”. Se detiene en los momentos más trascendentes de su biografía (sus orígenes, los mandatos familiares, sus hijos, sus amistades) y en la cocina de algunos de sus treinta y cinco libros publicados: La noche de Tlatelolco, la crónica definitiva de la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968, en México, la obra epistolar Querido Diego, te abraza Quiela, esa valiosa biografía que es Tinnísima, sobre la fotógrafa Tina Modotti, Lilus Kikus (“trata sobre un grupo de mujeres que, como las otras, esperan a aquel que pueda solucionarles la vida”), o La piel del cielo, novela dedicada a su marido astrónomo y por la que obtuvo el Premio de Novela 2000 de Editorial Alfaguara.
Tampoco deja de lado los temas de actualidad que la mantuvieron ocupada o la llamaron a reflexionar últimamente, como la guerrilla zapatista (“la grandeza de esos hombres me hace pensar que los seres humanos tenemos salvación. Gracias a ellos, ahora diez millones de indígenas se atreven a reclamar por sus derechos”), el régimen de Fidel Castro (“Condeno la falta de libertad, pero reconozco que en Cuba no hay niños muertos de hambre como en nuestras calles mexicanas”), o el aborto (no hace mucho tiempo, la escritora defendió públicamente a una jovencita mexicana a la que la Justicia condenó por interrumpir un embarazo, a pesar de estar viviendo circunstancias extraordinarias).
“Lo único que he tenido en la vida son preguntas”, dice desde el living de su caserón estilo colonial, emplazado en el corazón de la capital mexicana, y mientras una de sus siete nietos juguetea frente a la cámara.
“Ellas, mis preguntas, me han ayudado a avanzar en la vida. Aunque a la mayoría no les he sabido dar una respuesta, a pesar de mis años.”