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Del Nicholson’s al mundo
“Habría estado clínicamente loca si me hubiera esperado todo esto.” La confesión es de la escritora Joanne Kathleen Rowling, que nació en 1965 cerca de Bristol. “Esto”, se sabe, es Harry Potter. No hace mucho, a fines de los ‘90 y cuando era una joven madre divorciada que vivía de los subsidios estatales y redactaba las primeras líneas de la saga del mago, no podía imaginar que en pocos años se convertiría en una autora de éxito planetario, más rica que la reina de Inglaterra. La idea del libro le surgió en 1990, mientras viajaba en un tren que la llevaba de Manchester a Londres. Pero, ese mismo año, la muerte de su madre le cambió la vida: se fue a vivir a Portugal, donde enseñó inglés, se casó, tuvo una hija y se divorció. Con el fracaso matrimonial a cuestas y una beba, Rowling regresó a Gran Bretaña y se instaló en Edimburgo. Desde entonces comenzó el mito del bar Nicholson’s, donde la escritora se refugiaba escapando del frío de su departamento porque le permitían quedarse con sólo tomar un café.
No tenía empleo fijo, sólo una historia que fue garabateando en las servilletas del bar, al que continúan acercándose miles de fans de la saga sólo para leer el cartel que dice “Aquí se escribió Harry Potter”. Los doce editores que rechazaron el manuscrito de Harry Potter y la piedra filosofal o fueron despedidos por carecer de eso que se llama vulgarmente “olfato” o siguen en sus puestos mirando de reojo cómo el que dijo sí, la editorial británica Bloomsbury, no para de facturar y acrecentar su cuenta bancaria. “Si realmente es verdad que con Harry muchos chicos se acercaron a la lectura, sin duda es de lo más orgullosa que me puedo sentir”, señaló la escritora, que el año pasado recibió el Premio Príncipe de Asturias porque sus libros “promueven la imaginación como fuente de libertad al servicio del bien, la cooperación y la solidaridad”.
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