“Como durante la ocupación nazi hubo apoyo, implícita o tácitamente, de gran parte de la población francesa, me encontré con dos características constantes: el silencio y el secreto”, cuenta Feliciano. “Hice cientos de entrevistas y hallé una especie de consenso en cuanto a que el tema no se debía tocar, con el argumento de mantener la paz social. Lo que impuso De Gaulle en el ‘45: ‘Aquí hay que luchar contra el comunismo, guerra fría, reconstruir el país, chitón y se acabaron las cosas’. A mucha gente, incluso a las víctimas, les costó mucho tiempo hablar. Ahí están los secretos. La sociedad francesa está atravesada por este silencio.”