CULTURA
• SUBNOTA › MATIAS CABALLERO Y CINTIA PACHECO
El tono de lo triste
La expansión de la villa en el arte contemporáneo y el cine experimental produce escozor por los alcances omnívoros del marketing, pero también da una nueva visibilidad al vecino de la Villa Fiorito, orgulloso de colgar su exposición en la sede villera de Belleza y Felicidad. Es el caso de Cintia Pacheco, que exhibe unas mujeres de ojos grandísimos y llenos de lágrimas en la piecita del comedor Pequeños Traviesos –donde funciona la galería–, y hasta logró que Fernanda Laguna –la galerista– le comprara un diseño (de una mujer lánguida, hermosa) para sus tarjetas personales. “Le pagué lo que corresponde”, aclara Fernanda. Cintia es mamá de dos hijos y los suyos son dibujos al lápiz, retratos, imágenes de deidades que se inspiran en la fuerte presencia religiosa que hay en la zona. “Tiene un talento especial para mostrar la expresión de los ojos con lágrimas”, describe Laguna. ¿Hay venta? El dinero no está en juego, por ahora, en las exposiciones de Belleza..., que alquila su espacio con donaciones de alimentos y apenas puede ofrecer una vidriera al primerizo, no mucho más.
Pero Matías Caballero, que tiene un primo en la Villa 20, tuvo más suerte: el músico Leo García se enamoró de la expresión triste de su pintura sobre Kurt Cobain y se la compró a 60 pesos. “Las obras, allá, son una nada al lado del contexto: ¡es todo muy vivo!”, dice Laguna. Igualmente, Matías, de 23 años, está contento porque logró mostrar sus retratos de cantantes por primera vez. El de John Lennon, dicen, ya fue mirado de reojo por un galerista importante del centro. ¿Se venderá? “A los 19 empecé a dedicarme al arte, a la pintura, relacionándolo con lo que pasa en el mundo”, recuerda Matías. “Pero en Lomas de Zamora no hay recursos, nadie conoce el arte, y terminé pintando remeras y banderas... Acá muchas posibilidades no hay.” El artista del conurbano se queja de que la gente prefiera comprar algo hecho por una máquina, y no por una persona ya que “es mucho más caro”. ¿Y las reacciones? “En Villa Fiorito se asombran cuando ven el dibujo tan parecido a una foto, les gusta lo que uno hace, pero no vendés ni un cuadrito... Tenés que regalar tu trabajo por chirolas. La excepción fue Leo García, con quien tuve apenas una charla breve... me dijo que le gustó mi pintura, que la quería, estuvimos hablando de los colores de los días, de cómo es el tono de lo triste y de lo alegre. Después me contó sobre su música, pero fue así nomás... un ratito...”
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