Mar 17.05.2005

CULTURA • SUBNOTA  › ELENA ROGER Y DIEGO REINHOLD

Las preguntas del hombre en la cama

Los actores de La fiaca dicen que el conflicto de la obra tiene efecto terapéutico.

Por H. C.

Artistas hiperactivos, Elena Roger y Diego Reinhold sostienen una trayectoria donde la fiaca está ausente. Roger se especializó en canto, teatro y danza. Actuó en programas de humor como el de Juana Molina (1997), y musicales como Floricienta, Fiebre de sábado por la noche, Los miserables (donde se destacó en el rol de Fantine), Houdini, una ilusión musical, y la premiada Mina... che cosa sei? Reinhold no le va en zaga. Se lo vio casi una década atrás en De frente, March y últimamente en Cómico Stand up y los megaespectáculos Peter Pan y Mina... Pasó por la escuela de Hugo Midón y a los 17 años integró el elenco de El Imaginario. Participó en films (El día que me amen, La entrega, Bajo bandera) y en TV (Durmiendo con mi jefe). Para una y otro, el conflicto que plantea Néstor se ve hoy con otros ojos. “Se acepta que no es necesario pertenecer, y varios filósofos van por ese camino, pero también es cierto que el sistema capitalista es tan cruel que en este momento decir no voy más a trabajar deja de ser una actitud anarquista para convertirse en un brote psicótico: salir del sistema es no tener dónde ir.”
–¿Se acabó la opción de entrar y salir del mercado de trabajo?
Diego Reinhold: –No hay oportunidad de elegir. Adhiero como persona a lo que dice mi personaje, a su toma de conciencia de todo lo que postergó, pero no a su falta de propuestas. Néstor no propone y se autodestruye. Quedarse en la cama y no salir porque el mundo es demasiado hostil es desconocer que lo que ocurre afuera sucede también adentro y que todos tenemos la posibilidad de modificar nuestra vida.
–¿Su rebeldía es inútil?
D. R.: –No, si es por algo que quiere.
–¿Y si ese algo es socialmente improductivo?
D. R.: –Se puede ir en busca de la piedra filosofal. Lo que importa es tener un deseo, y poner en marcha un mecanismo que ayude a cumplir ese deseo. Hasta el último paria tiene oportunidad de sentirse espiritualmente bien. Desde un plano filosófico las cosas se ven distintas, y desde ese plano, creo yo, nos habla La fiaca. ¿Quién quiere ir a trabajar para que otro se beneficie con lo que uno hace? La esclavitud toma distintas formas: nos dicen que somos libres, pero estamos metidos en un sistema que lo que menos hace es valorar al ser humano y su libertad espiritual. Son muchos los que viven dormidos. Néstor “despierta”, descubre que todo es un horror y se planta con “yo voy a hacer mi vida”. Pero es sólo una reacción, podría modificar algo yendo a trabajar. Cada uno convierte la realidad en lo que quiere que sea. Para mí esta obra es terapéutica.
–¿Eso de modificar supone armarse un micromundo?
D. R.: –Sí, ¿por qué no? Y desde ese lugar transformar conciencias. El que quiere oír que oiga.
–¿La fiaca es o no es un elogio de la pereza?
Elena Roger: –No se alaba la pereza, ni mucho menos. Puede que Néstor haya tenido un quiebre, como los que sufren los que se saturan de trabajo y caen estresados. Algunos se rebelan, pero la mayoría cumple porque no se encuentra fácilmente otro. Esta historia está contada de manera simple, para que el público saque sus conclusiones. Mi personaje, Marta, es el de una mujer común a la que no le importa vivir de otra manera. No sufre la monotonía, por eso cuando su marido cambia de actitud se asusta. Ella sólo vuelve a la casa cuando se entera de que van a televisar a su marido y piensa que así va a ser famoso. Marta es patética. Como otros, cree que siendo famoso se puede llegar a lugares de mucha comodidad.
–Esa fantasía es también la de los artistas...
E. R.: –Sí, y yo puedo trabajar para la fama porque mi actividad así lo requiere, pero no porque crea que voy a conseguir grandes cosas. La fama me sirve para mantener mi actividad. Esa gente que aparece porque solamente es noticia no va a ser célebre. Apenas pasa un tiempo se la olvida.
–¿Cómo es Marta?
E. R.: –Todavía sigo elaborando el personaje: trato de saber cuándo se producen en ella los cambios. Lo primero que piensa es que lo de su marido es una enfermedad y que se le pasará. Marta no entiende por qué un empleado ejemplar decide faltar al trabajo o rechazar el dinero que le ofrece la empresa. Lo que se produce alrededor de ese quiebre es complicado, pero en La fiaca está dicho con tanta sencillez que cualquiera de nosotros se identifica.

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