Podía decir que se llama Antonio Domenech y no estaría mal. Pero si en cambio digo que su nombre en Antoni Domènech y el apellido se pronuncia acentuando la primera “e” y convirtiendo la “ch” en “c”, está muchísimo mejor porque este profesor, nacido unos pocos días antes del otoño (en el hemisferio norte) del ‘52, es catalán. Podría agregar que estudió Filosofía y Derecho en Barcelona, Teoría Social y Teoría Económica en Alemania y que, en la actualidad, es profesor de Filosofía de las Ciencias Morales y Sociales. O también, si se requieren más datos, que es director del Departamento de Teoría Sociológica, Filosofía del Derecho y Metodología de las Ciencias de la Universidad de Barcelona. Todo esto implica suficiente mérito para una entrevista.
Sin embargo, desde mi punto de vista, los lauros académicos adquieren una densidad mayor si se cuenta que Toni (así le dicen) Domènech fue militante del PSUC –el Partido Comunista de Cataluña– bajo el franquismo, hasta abierta la transición. Y aún sigue siendo marxista: eso es algo que no le he preguntado, pero parece evidente por su manera familiar, admirativa, de referirse a “el viejo”. Ahora trabaja en una dilatada investigación: por qué de los tres valores republicanos exaltados por la Revolución Francesa, el de la “fraternidad” es el que ha corrido el riesgo permanente de desaparición. Su libro tendrá un título que empieza por reivindicarlo: El valor político de la fraternidad.
Hace cosa de un mes realizó una de sus periódicas visitas a Buenos Aires, dio una conferencia para académicos y concedió esta entrevista. De ella surgen ideas que quizás contribuyan a entender algunos de los fenómenos que marcan estos últimos meses de la Argentina.