Dom 06.03.2011

DEBATES  › OPINION

Burguesía nacional

› Por Julio Maier *

Algunos parecen más papistas que el Papa, se les escapa la militancia por la boca o por la mano y se convierten en algo similar a la adulación sin sentido, acción que, lamentablemente, el mismo adulado debe corregir. Convendría citar aquí una inolvidable polémica del mundo jurídico argentino; uno de sus referentes le expresó al otro, su amigo, a raíz de la defensa de una reforma, algo así como: sospecho que el interesado agradecería, pero rogaría que lo amáramos un poco menos. La reforma constitucional mencionada como propósito personal, la exclusión de un escritor del honor de abrir la Feria del Libro de Buenos Aires, ejemplos actuales de la exactitud de la sentencia citada.

Sin embargo, no puedo ocultar mis náuseas por la convocación de Mario Vargas Llosa para inaugurar el magno certamen anual del libro de la Argentina. Me suena algo así como convocar al presidente de los EE.UU. para inaugurar con su disertación un congreso sobre la procura de la paz mundial, o a Videla y Cia. para darnos el puntapié inicial de unas jornadas contra la violencia.

Resulta para mí increíble que nuestra burguesía, aun frente a un Gobierno que, con o sin intención, ha administrado y sigue administrando el país con resultados muy favorables para sus intereses –bajo esta administración han ganado más dinero que con varias administraciones anteriores, algunas de las cuales los dejaron, en general, al borde de la quiebra, si ella, en muchos casos, no se produjo realmente– siga apostando a la oposición descontrolada, con ruegos a potencias extranjeras para que nos “vaya mal” y honores a personas que han denostado múltiplemente a nuestro país, vituperado a sus instituciones e insultado con nombre y apellido a sus gobernantes, sin fundamento alguno más que su credo político y su posición.

Ojalá a Vargas Llosa se le dé por mencionar con nombre y apellido a aquellos que él ubica como responsables de la “tragedia argentina”, de la marcha hacia atrás imparable de este país, porque de esos nombres él mismo podrá sacar ciertas conclusiones. Seguramente no aparecerán allí ni los pobres, ni los obreros, sino, antes bien, aquellos burgueses que sólo pretendieron y pretenden conservar sus privilegios. Y he allí la paradoja, porque los están conservando, pese a todo, pero, al parecer, su pertenencia de clase los traiciona, dando así razón a Carlos Marx, segunda paradoja.

El caso se repite, porque, de la misma manera en que sucedió con el campo y con la industria, fueron los editores de libros, los capitalistas del negocio cultural, que comienza a florecer de nuevo en el país, los que decidieron el “mal paso” actual. Yo no tengo en mi memoria, frágil por cierto, noticia de que se haya pretendido antaño conceder idéntico honor a José Saramago o a Gabriel García Márquez o, más próximos a nosotros, a Eduardo Galeano o, quizás, a Alfredo Zitarrosa, quien ha escrito de otra manera, pero escrito y editado al fin y al cabo. ¡¡Por algo será!!

* Abogado, profesor de la UBA, ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires.

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