DEPORTES › SETENTA AñOS ANTES DE LA EUROCOPA 2008
› Por Luc André
Desde Viena
Mientras Austria y Alemania se enfrentarán, el 16 de junio, en el grupo B de la Eurocopa 2008, que arranca el sábado, hace 70 años la entrada de tropas hitlerianas en la república alpina, en marzo de 1938, empezaba a destruir el fútbol austríaco, que brillaba hasta ese entonces. El “Wunderteam” había hecho soñar a Europa a lo largo de los años ’30, pero convertida en una simple provincia del Reich (Ostmark) tras la anexión, Austria fue desposeída de su estatus de gran nación del fútbol. La consecuencia inmediata fue que los once alemanes y austríacos, rivales en ese entonces, defendieron una misma bandera.
El mito cuenta que los austríacos, liderados por el genial Matthias Sindelaar, respondían a la superioridad militar alemana humillando sobre el terreno de juego a sus camaradas, en abril de 1938. La fusión de efectivos del tercero y cuarto del Mundial 1934 podría haber sido explosiva, pero no pasó nada. La Copa del Mundo en Francia, en junio de 1938, fue un fiasco para los dirigentes nazis, que habían demostrado en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín su voluntad de instrumentalizar el deporte como medio de propaganda.
Sin tiempo, el seleccionador alemán Sepp Herberger, futuro campeón mundial en 1954, no pudo integrar al espectacular “Scheiberlspiel” austríaco, en base a pases cortos y gambetas, en el corazón del juego alemán. “No había realmente espíritu de equipo por la rivalidad de las naciones”, precisa el historiador Matthias Marschik, especialista en fútbol austríaco durante el período nazi. Alemania se arrodilló sin gloria contra Suiza en la primera ronda.
El Anschluss (anexión) también acabó con el campeonato austríaco. Los equipos locales fueron integrados a las competiciones alemanas y se ilustraron: dos copas (1938 Rapid Viena; 1943 FC Viena) y un título de campeón (1941 Rapid Viena) figura en los historiales de estos equipos, hasta el final de la guerra.
Otro cambio importante: el profesionalismo fue prohibido en el fútbol, como en Alemania. “Los clubes seguían pagando de forma ilegal a los jugadores y les buscaban trabajitos”, explica Marschik. Viena empleaba principalmente a las máximas estrellas locales.
Además, la persecución de los judíos se extendió al fútbol. A partir de junio de 1938, los judíos no tenían derecho a entrar en un estadio, ya fuera como deportistas o como espectadores. Por ejemplo, los bienes del club judío vienés Hakoah, campeón austríaco en 1925, se incautaron. “En 1938, muchos periodistas eran judíos. Las columnas deportivas también fueron afectadas indirectamente”, agrega Marschik.
Al igual que el resto de la sociedad, gran cantidad de dirigentes y jugadores judíos tuvieron que exiliarse. El Austria Viena perdió gran parte de su cúpula en pocas semanas. Los futbolistas judíos que se quedaron se unieron en el Maccabi, donde al menos podían jugar entre ellos informalmente, en terrenos cerrados al público en general. Tras 1941, ninguna actividad deportiva fue tolerada.
Ultimo espacio de libertad de los vieneses durante la guerra, el fútbol austríaco se reorganizó de manera nacional algunos días antes de la entrada de las tropas rusas a Viena. La Federación, disuelta en 1941, se reformó y el campeonato arrancó otra vez en 1946. Aunque no lo fue para todos. El área futbolística del club Hakoah no se recuperó de las consecuencias del Anschluss: 65.000 judíos asesinados, 130.000 exiliados.
“Después de 1945, había 6000 judíos en Viena (contra más de 180.000 antes de 1938), pocos para mantener un equipo. El fútbol se suprimió a inicios de los años ’50”, explica Paul Haber, presidente actual del club.
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