DEPORTES › OPINION
› Por Gustavo Veiga
La violencia en el fútbol es un gran tema para quienes practican la dialéctica inocua. Se hacen congresos, foros, conferencias, coloquios y también soliloquios (Javier Castrilli es la mejor individualidad de la retórica hueca) que poco o nada aportan. Segundos de televisión, minutos de radio, horas de áridos discursos y páginas completas de los diarios (este periodista se hace cargo de las que escribió) completan la masa crítica de una temática que se transformó en especialidad futbolera. Un master en el que todos quieren exhibir su diploma.
Mientras tanto, los muertos pueden más que unos cuantos. Porque son hijos que cobran vida en la lucha de sus padres reunidos en Favifa (Familiares de Víctimas del Fútbol Argentino). Igual que otros hombres y mujeres como ellos que perdieron parientes por el gatillo fácil o los accidentes de tránsito, claman justicia y no la tienen. Y si esos muertos pueden más que unos cuantos es porque su presencia molesta y revuelve episodios del pasado que ciertos sofistas quisieran enterrar para siempre.
El Congreso sobre Prevención de la Violencia en el Fútbol que se desarrolló en un auditorio de la Universidad del Salvador, convocado por el Foro Fútbol, fue más de lo mismo. Pero con una pretensión adicional: su declamado “debate académico”. Para Liliana de García, de Favifa, se convirtió en un evento “de la AFA encubierta”. Auspiciado por el grupo de medios que lideran Daniel Vila y José Luis Manzano, y con el ex árbitro, ex funcionario del gobierno de Carlos Menem y abogado Guillermo Marconi como bastonero, el Foro intentó prescindir de quienes sufrieron la violencia en forma directa. Como Liliana, la mamá de Daniel, asesinado el 11 de julio de 1995 en Paysandú, Uruguay, durante la disputa de la Copa América.
A ella, pero también a Norma Roldán y Daniel Souto, otros padres del dolor, no los habían invitado a participar cuando pretendían hacerse ver (ni siquiera escuchar, porque ya exteriorizaron tantas veces su verdad) y si consiguieron ingresar al Congreso fue gracias a la gestión de un funcionario judicial que intercedió ante los organizadores.
“Entramos, sí, pero tenían miedo de que habláramos. Nuestra presencia molesta”, agregó Liliana, con la voz apagada por la resignación y que, cuando aparece en esta clase de eventos, les modifica el semblante a quienes hablan mucho y, pudiendo hacerlo, hacen poco (en el poder político, la Justicia y el fútbol). Los integrantes del Foro apuntan a “brindar opiniones fundadas en la colaboración independiente, intelectual, jurídica e interdisciplinaria, a los diferentes organismos e instituciones de nuestro país para la erradicación definitiva de la violencia en el fútbol en todos sus aspectos”.
Hace tiempo que a estas palabras se las llevó el viento.
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