Cuatro décadas atrás, Racing había ganado “todo”. La frutilla del postre había sido el gol del Chango Cárdenas en el estadio Centenario de Montevideo en la final Intercontinental contra los escoceses de Celtic. Eran los tiempos en que los apellidos del fabricante de electrodomésticos Sa-ccol y de la familia latifundista patagónica Menéndez Behety representaban a través de Santiago y Fernando, respectivamente, a la dirigencia de aquel club hacia fines de la década del sesenta. Eran presidente y vice de la institución.

Todo esto fue, por cierto, bastante antes, de los sucesivos y archiconocidos dislates financiero-institucionales, cuyas caras y apellidos visibles fueron, entre otros y sucesivamente, Juan Distéfano, Osvaldo Otero, Daniel Lalín, Fernando Marín, Fernando De Tomaso y ahora Héctor García Cuerva, todo sin ahorrarle responsabilidades a un sinfín de personajes, que desde diferentes niveles se dedicaban empecinadamente a huir hacia adelante como conformándose con festejar el aniversario de la institución, la obtención de un título, el triunfo en un clásico contra Independiente, la contratación de algún jugador supuestamente importante o la inauguración de la estatua de algún director técnico que a la vuelta de la esquina entabló demandas judiciales por aparentes haberes impagos.

Pero debe tenerse memoria, para tener en cuenta que Racing no necesariamente debió descender de categoría para afrontar dificultades. Que ya las tuvo cuando alcanzó todo. Y que como casi todas las instituciones del fútbol argentino, y varias del resto del mundo también, hizo que sus adeptos disfrutaran en medio de nubes de flatulencias.