Dom 31.08.2008

DEPORTES  › ENTREVISTA CON JUAN ESTEBAN CURUCHET, MEDALLA DORADA EN BEIJING

“Un atleta no debe abandonar sus sueños”

El ciclista marplatense explicó su secreto para subirse a un podio olímpico a los 43 años. “Hay que trabajar a largo plazo”, asegura el corredor, que ahora se dedicará a potenciar a jóvenes.

› Por Leonardo Castillo

Tras haber estado presente en las anteriores cinco citas olímpicas, Juan Esteban Curuchet viajó a China con la certeza de que los Juegos de Beijing marcarían el cierre de su carrera como ciclista. Por eso, cuando en el velódromo de Laoshan el marplatense obtuvo junto a su compañero, Walter Pérez, la medalla dorada en la prueba Madison, sintió que toda su vida pasaba ante sus ojos como “una película”, en la cual revivió las alegrías y frustraciones que acumuló a lo largo de su prolongada trayectoria deportiva. “Un atleta nunca debe abandonar sus sueños”, le dijo a PáginaI12 este corredor que a los 43 años alcanzó el primer lugar en un podio olímpico. Además, adelantó que a partir de ahora trabajará en la implementación de un proyecto “a largo plazo” que buscará potenciar el surgimiento de las nuevas figuras del ciclismo argentino. “Quiero aportar mi experiencia y ayudar a que se produzca un recambio generacional”, afirmó.

–¿En qué momento se dio cuenta de que podían ganar la medalla dorada?

–En los días previos a la competencia me sentía muy bien físicamente y a Walter le pasaba lo mismo. Llegamos a la prueba con mucha fortaleza, y cuando vimos el cansancio que mostraban los demás competidores supimos que podíamos ganar... Y se nos dio.

–¿Podría decirse que se trató de una sorpresa?

–Nos habíamos preparado mucho y sabíamos que estábamos en condiciones de subir al podio, pero también nos podía pasar lo mismo de Atenas 2004, cuando llegamos como campeones mundiales y éramos candidatos, pero terminamos novenos. Por suerte esta vez llegamos a Beijing con un perfil más bajo, no había tantas expectativas centradas en no-sotros y eso nos permitió correr con menores presiones. En lo personal estaba agradecido con la posibilidad de poder competir en unos Juegos Olímpicos a los 43 años. Todo esto fue como un regalo, el más lindo que me dio la vida y que llegó justo en el final de mi carrera.

–¿Cuál es la significación que le otorga a esta consagración?

–Que los sueños son posibles y pueden cumplirse, si hay perseverancia, unidad y mucho trabajo. Si esas cosas se cumplen, todos los logros son alcanzables, en el deporte y en los demás órdenes de la vida.

–¿Cómo es su relación con Walter Pérez?

–Es muy buena, muy humana, todas las decisiones las tomamos en conjunto y de común acuerdo con nuestras familias. Walter es un ciclista muy táctico, que posee mucha capacidad a la hora de intuir los momentos propicios y para ver los errores de los rivales. Tiene mucho futuro y no es de extrañar que lo veamos otra vez en un podio ganando una medalla.

–Pero ahora tendrá que buscarse un compañero...

–Una mano le voy a dar en eso. Recambio hay y lo vamos a potenciar. Ahora me voy a dedicar a desarrollar un proyecto con UCRA (Unión Ciclística de la República Argentina) para trabajar con el semillero y buscar nuevas figuras. Si hacemos las cosas bien, en serio y con un plan a largo plazo, podemos potenciar a varios corredores que se están perfilando. Pero hay que planificar, no sólo en el ciclismo sino también en el deporte en general.

–Cada vez que terminan los Juegos Olímpicos, los atletas argentinos se quejan de que el apoyo oficial es insuficiente. ¿Alguna vez cambiará esta historia?

–La clave está en planificar y desarrollar una política a largo plazo, para mí no hay otra. Habría que hacer un plan que integrara a los dirigentes de cada federación para que trabajen en conjunto con la Secretaría de Deportes, y sumar también el apoyo del sector privado. Pero el diseño de una buena política tiene que quedar en manos del Estado, y lo repito: todo tiene que hacerse en el largo plazo.

–¿En lo personal se sintió respaldado por las autoridades?

–No tanto como me hubiese gustado, pero bueno, ya está. Ahora hay que mirar para adelante y empezar a trabajar por el bien del deporte argentino y de las futuras generaciones de atletas.

–¿Cómo sustentó económicamente su actividad deportiva?

–Con una beca de la Secretaría de Deportes, el aporte de Pinarello, la firma italiana que me esponsorea y el trabajo que realizamos junto con mi familia en distintas actividades, además de otros auspiciantes que fueron los que me ayudaron financieramente para llegar a Beijing.

–En China vivió el momento culminante de su carrera, ¿pero cuál fue su peor experiencia?

–En Atlanta 1996. Por una cuestión patológica, mi organismo produce mucha testosterona y 35 días antes de la competencia me hicieron un análisis que detectó un nivel muy alto. Muchos creyeron que me había dopado, mandaron las muestras a Suiza, donde está la sede de la Federación Internacional, y finalmente se comprobó que no había nada raro. Me habilitaron para competir sobre el límite y eso me perjudicó, no pude rendir como pretendía. También resultó doloroso cuando un año antes me excluyeron de los Juegos Panamericanos, que se hicieron en mi ciudad, porque dijeron que estaba viejo. Eso me dolió mucho, por suerte las autoridades que manejan el ciclismo argentino cambiaron y hoy se manejan de otra manera.

–En plano local, ¿hasta cuándo correrá?

–Hasta abril, tengo que presentarme en la Vuelta de Bragado, en San Luis, en San Juan y en algunas otras competencias de ruta. Tengo algunos compromisos que cumplir con los amigos que me dieron una mano.

–¿Esperaba un recibimiento tan multitudinario en Mar del Plata?

–La verdad que no esperaba algo tan grande y emotivo. Me sorprendió. La gente de mi ciudad me ayudó mucho, y la medalla también es de toda Mar del Plata, que siempre estuvo a mi lado.

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