DEPORTES › EL CORDOBéS ES EL NUEVO CONDUCTOR DE ATENAS
El ex entrenador de la Selección Argentina, que estuvo cuatro años trabajando en Europa, considera que el juego ha crecido mucho en el país. Además, destacó que también se sintió parte de la medalla conseguida en los Juegos de Beijing.
› Por Ariel Greco
Desde Bahía Blanca
Luego de cuatro años como entrenador de la Selección Argentina, con la que obtuvo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas, y cuatro años dirigiendo en Europa, Rubén Magnano regresó a la Argentina para encabezar el resurgimiento de Atenas, el club más ganador de la historia de la Liga Nacional, que viene de cumplir su peor temporada en la competencia. Con la tranquilidad de haber logrado el primer objetivo de clasificarse al cuadrangular final de la Copa Argentina, el entrenador cordobés charló con PáginaI12 sobre las sensaciones que le dejó su regreso al país y su relación con la Selección Argentina.
–¿Con qué liga se encontró?
–Con una liga en franco ascenso. Sabemos bien que la situación socioeconómica les pega a todos los sectores, incluido el básquet, por lo que hay una lucha quijotesca de los dirigentes para mantener este deporte en un buen nivel. Pero me encuentro con la grata sorpresa de un ascenso en el juego, con la vuelta de jugadores que estaban en el exterior y con la posibilidad de contratar extranjeros de mayor valía. Todo eso hace que indudablemente se mejore la calidad del espectáculo.
–¿Y qué Magnano vuelve?
–Estoy viviendo un momento de mucha felicidad, de volver a mi casa, a mi ciudad y al equipo que me dio el gran espaldarazo en mis inicios. Es un momento de reecontrarme con muchos afectos y con situaciones que había dejado de vivir, una situación sentimental especial, que en la vida de un profesional también cuenta mucho. Y eso es lo que puse en la balanza para volver. En el aspecto personal estoy muy contento y en el deportivo, con muchas expectativas.
–Llega a un Atenas atípico, que viene de su peor temporada y hace mucho que no gana nada. ¿Cómo lo afronta?
–Como un desafío. Dependemos tristemente de los resultados. Pero con Felipe Lábaque, que tomó la institución, dejamos en claro lo que queremos. No es que rehusamos ir por el campeonato o que busquemos justificativos. Nada que ver. Pero el objetivo de esta temporada es recuperar la credibilidad, que se consuma de nuevo a Atenas, que la gente vuelva a la cancha. Y en los primeros partidos en Córdoba ya se notó. Ese es el objetivo primario y no escapa a la responsabilidad de obtener resultados deportivos.
–Con su regreso y el de Leo Gutiérrez se instaló de nuevo la idea histórica de que el rival a vencer es Atenas. ¿Cómo lo siente?
–No sé si lo sentimos así. Pero es cierto. Mirá lo importante que es Atenas que se lo toma de esa manera, como el rival a vencer. A ese fenómeno queremos llegar, que se consuma eso, que nos obliga y nos empuja a seguir creciendo. Que sea la fuerza motora. No se da el caso histórico de que en la primera práctica ya te ponían el rótulo de campeón. No es éste el caso. Sabemos que hay una paridad enorme y que hay seis o siete equipos que se pueden disputar el título y algún otro que puede aprovechar un espacio que quede suelto. Obvio que estamos haciendo futurología en base a los nombres propios, después habrá que plasmarlo en la cancha.
–¿Cómo vivió la actuación de la Selección en Beijing?
–Lo viví como hincha, entusiasmado y muy feliz, viendo cómo nuestra Selección se mantuvo en la elite. Esa es una virtud de los grandes equipos: mantenerse en el tiempo con grandes resultados. Es una gran felicidad ver cómo queda asentado el buen nombre del básquetbol argentino.
–¿Se sintió parte del logro pese a ya no ser el entrenador del equipo?
–Te digo lo mismo que dije cuando volvimos de Indianápolis o Grecia. Si bien la cara visible es un cuerpo técnico, un grupo de jugadores y hasta algún dirigente, esto es el fruto de una innumerable cantidad de gente que no se nombra, de algún club de un pueblito perdido, que trabaja para que los chicos jueguen al básquetbol. De ahí salieron los Oberto, los Nocioni, los Ginóbili. Es el producto del básquetbol. Y lógico que uno se sienta como parte del logro por ser un hombre de básquet, por haber dirigido la Selección Nacional y por haber estado tantos años en la Liga.
–¿Y cómo ve el futuro con las nuevas camadas de jugadores?
–Estas comparaciones son siempre odiosas. Pero hace un mes hubo chicos que salieron campeones panamericanos y sudamericanos en categorías menores. Material hay y se trabaja bien. Hay que ver si a esa camada de jóvenes se los puede nutrir de buena competencia, incluso internacional, para no ponerle techo a su crecimiento.
–Hubo muchos chicos que pintaban bien y que se fueron muy jóvenes a Europa, que frenaron su evolución. ¿Le preocupa ese fenómeno?
–A mí lo que me preocupan son las cosas que pasan por su cabeza y que no tengan que ver con el básquetbol. Me preocupa abortar los tiempos de crecimiento del joven pensando en situaciones contractuales. Para los jóvenes, la competencia de acá es importante. Después, cuando logran la madurez, es inevitable que emigren y está bien. Pero hay infinidad de ejemplos de chicos que se fueron y que no cumplieron con las expectativas que se habían centrado con ellos.
–¿Qué pasa si lo llaman de nuevo para la Selección?
–La Selección merece, por lo menos, escuchar la propuesta. Después tomar una determinación. Yo escucharía sin ningún tipo de problemas y evaluaría. Primero voy a esperar que me llamen y, si me llaman, ahí me pondré a analizar si estoy en condiciones de afrontar un nuevo desafío.
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