DEPORTES › CUNDE EL PANICO ENTRE LOS ATLETAS
› Por Carlos Arribas *
A principios de año numerosos deportistas de elite recibieron una increíble oferta por parte de diversos intermediarios: un producto indetectable en los controles antidoping, una EPO llamada de tercera generación, una molécula tan pequeña que nadie la podía ver y que con sólo una inyección al mes lograba que el organismo fabricara tantos glóbulos rojos –o sea, oxígeno en la sangre, elemento que marca la diferencia en las pruebas de resistencia– como los que se conseguía con una inyección diaria de EPO tradicional o con laboriosas y engorrosas transfusiones de sangre. La CERA, que así se llama el medicamento salido de los laboratorios Roche, se convirtió automáticamente en un superventas, como posteriormente, y para pasmo y desgracia de sus usuarios, se ha comprobado.
De lo que no informaron los vendedores a sus clientes, o por lo menos, no con el tiempo necesario, fue que en junio los científicos del laboratorio francés antidoping publicaron en la revista Haematologica un método para detectar la CERA en orina y de que los laboratorios Roche, en colaboración con la Agencia Mundial Antidoping (AMA), estaba dando los últimos toques para poner a punto un kit de detección que, aplicado a una gota de sangre, podría detectar la molécula de la CERA hasta más de un mes después de haber sido utilizada. Los corredores que se habían inyectado CERA, siglas en inglés que corresponden en castellano a Activación Continua del Receptor de Eritropoiesis (algo así como apretar el interruptor para que la fábrica de glóbulos rojos en la médula ósea trabaje), para el Tour comenzaron a sufrir el sinvivir cuando el italiano Riccardo Riccò dio positivo. Y muchos suspiraron aliviados cuando, terminado el Tour, comprobaron que su nombre no salía en la lista de positivos: el método en orina no era perfecto.
Sin embargo, para alimentar su insomnio, en septiembre, después de los Juegos Olímpicos, la Agencia Francesa Antidoping comunicó que el laboratorio de París tenía un nuevo método para detectar la CERA en sangre, y que era tan bueno que ninguno se iba a librar. Y que tenían tantas ganas de probarlo que iban a descongelar las muestras de sangre tomadas en el Tour a todo el pelotón para aplicarlo a las más sospechosas, a los corredores cuya orina se había quedado en el límite del positivo.
El lunes se anunciaron los resultados: ¡bingo!. Las tres primeras muestras analizadas, las de Riccò, Leo Piepoli y Stefan Schumacher habían dado positivo. Y se dio a conocer otro hecho inquietante: en el laboratorio de Lausana habían hecho funcionar el método, más fino aún, de Roche y todos los resultados se iban confirmando.
El siguiente paso en la estrategia de cerco que las autoridades deportivas mundiales han emprendido con el doping lo dio el miércoles el Comité Olímpico Internacional (COI), al comunicar que había puesto en marcha una operación logística sin precedentes para transportar desde Beijing a Lausana las 1000 muestras de sangre que se tomaron a deportistas en los Juegos. Durante la cita china, no se halló CERA en ningún deportista, pero las autoridades están dispuestas a subsanar lo que consideran un fallo.
La expectativa es máxima, aunque los análisis antidoping retroactivos sobre muestras congeladas no son una novedad. El Código Mundial Antidoping permite guardar ocho años estas muestras para aplicarles nuevos métodos de detección según se aprueban. En los Juegos de Atenas 2004, la estrategia salió mal: un error en el proceso de congelamiento inutilizó la sangre de Tyler Hamilton, el ciclista norteamericano que dio positivo en la Vuelta de España y a quien no se pudo privar de su oro olímpico, pese a que las autoridades tenían el convencimiento de que había hecho trampas.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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