DEPORTES › OPINION
› Por Juan Sasturain
Ayer Huracán estuvo de fiesta, hizo todo bien, se recibió de maduro candidato, tuvo en Pastore a un creador e intérprete inspirado, confirmó que el fútbol puede ser –a veces– algo hermoso de ver y disfrutar desde el gusto satisfecho y las ideas inteligentes.
Hoy, los hinchas quemeros leen el diario para mirar la tabla, se hablan por teléfono para confirmar que es cierto, que están ahí, y que se lo merecen. Cappa con Kappa copa todas las tapas; las fotos no alcanzan a dar cuenta de la transparencia de la sonrisa del pibe cordobés que más que hacer caños, enhebra rivales. Les acompañamos el (gozoso) sentimiento.
Ayer, antes del partido –en la esquina quemera de Amancio Alcorta y Luna y otras intersecciones del sentimiento partidario– sin dejar de cantar por el Globo, un puñado de hinchas sentidos y memoriosos se acordaron de Miguelito Durán, el pibe, el periodista quemero que, junto con otros tres compañeros de la FM Patricios, murió en un accidente automovilístico en la ruta 7, en jurisdicción de Mercedes, San Luis, cuando regresaban de cubrir un partido ante San Martín de San Juan, cuando Huracán luchaba por el ascenso a primera desde el Nacional B. La historia que se recordó ayer, en un volante repartido entre los hinchas, es triste y sabida: con los periodistas mal dormidos a bordo, en la fría madrugada de aquel 17 de mayo, hace hoy tres años, el auto se fue del camino. Murieron los cuatro. Algunos en el acto, otros después. El que más sobrevivió fue Miguel. Quedó internado en el Hospital Juan Domingo Perón de Mercedes, donde falleció solo –sin la compañía de sus padres y amigos– diez horas después.
Más allá de la fatalidad y de lo irreparable de la tragedia, lo que los padres y los familiares de Miguel Durán nunca han podido ni podrán aceptar es el manejo perverso que hicieron de la situación las autoridades del medio para el que trabajaban los periodistas, el ocultamiento de información, la especulación con el paso de las horas con el único objetivo de encubrir la precariedad de su situación laboral y la falta de garantías mínimas, todo lo cual les quitó –a sus padres, a su hermano– el derecho de estar al lado de Miguel en los últimos momentos.
Fue por eso, y en su memoria, que los familiares iniciaron hace tres años un juicio a la empresa que regentea FM Patricios para conseguir que Miguel sea reconocido como lo que era: un trabajador que en virtud de su amor incondicional a Huracán, dedicó los últimos siete años de su vida a ejercer el periodismo partidario. A pesar del tiempo transcurrido y de las trabas que han encontrado, siguen reclamando –como lo hicieron ayer en la calle– justicia y reconocimiento.
Por eso hoy, junto a la jubilosa crónica futbolera, cabe hacerle este lugar a la memoria de alguien que hubiera disfrutado mucho de este presente futbolero del Globo. Miguelito Durán tendría hoy treinta recién cumplidos, y ayer habría estado ahí, en los vestuarios del Ducó, con el micrófono en ristre, saliendo al aire. Sin embargo, en algún lugar, donde sea que esté, seguro que habrá gritado los goles.
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