DEPORTES › DIEZ CLAVES DEL ESTUDIANTES CAMPEON
El papel protagonista de Verón fue complementado por otras virtudes rescatables del equipo, su mentalidad positiva y el vuelco positivo que le impuso la llegada del técnico Sabella.
El liderazgo de Verón.
Dentro y fuera de la cancha, Juan Sebastián Verón fue el símbolo del Estudiantes campeón. Con su actitud guió a sus compañeros en la manera en que había que encarar cada partido. Fue líder desde lo mucho que aportó en el aspecto futbolístico, pero también lo hizo desde las declaraciones a la prensa, la manera de luchar con los rivales, el trato con los árbitros y la forma de motivar a sus compañeros. “Es el jugador más determinante de toda la historia de Estudiantes”, aseguró el entrenador Alejandro Sabella. La sentencia puede ser discutible, pero Verón tiene todos los argumentos como para refrendarla.
El cambio de entrenador.
La llegada de Alejandro Sabella significó un cambio fundamental para el plantel. Hasta ese momento, Estudiantes llevaba cuatro puntos en seis partidos en el Clausura y tres unidades en tres juegos del grupo 5 de la Copa. De ahí en adelante cosechó 25 puntos en trece partidos del certamen local (varios jugados con suplentes) y catapultó al equipo al título de América. En su primera experiencia como entrenador, a menos de cuatro meses de haber asumido, Sabella, con un perfil bajísimo y siempre ponderando a sus jugadores, se dio el gusto de levantar su primer trofeo como DT.
La copacomo objetivo.
Con la historia como aliada, Estudiantes tuvo siempre en claro cuál era el objetivo del semestre. Desde la fase previa se planteó priorizar el torneo continental que tantos sentimientos y recuerdos genera en sus hinchas. Además, el flojo comienzo en el Clausura lo apartó muy rápido de la pelea del certamen doméstico, por lo que dosificó su esfuerzo para rendir a pleno en la Libertadores. Sin distracciones, Estudiantes apuntó de arranque a la meta que finalmente consiguió.
La seguridad de Andújar.
El arquero de la Selección Argentina fue uno de los pilares de la campaña del campeón. En los 16 partidos que disputó Estudiantes a lo largo del certamen, el ex jugador de Huracán mantuvo su arco invicto en 11 de los compromisos y apenas recibió ocho goles, a un promedio de 0,5 por juego. Incluso, consiguió el record de imbatibilidad de 801 minutos sin recibir tantos, hasta que Alexander Medina lo venció en la revancha de la semifinal con Nacional.
La solidez defensiva.
Asociada con la seguridad de Andújar, Estudiantes contó con una defensa granítica, que casi garantizó el cero en el arco propio. Lo curioso es que debió afrontar el certamen con dos bajas fundamentales, ya que perdió sucesivamente a Agustín Alayes y Marcos Angeleri, ambos con rotura de ligamentos. Pero los cambios de nombres no le restaron efectividad. Además, la llegada de Rolando Schiavi para las semifinales y las finales le otorgó un salto de calidad, experiencia y personalidad que se notó en los encuentros decisivos.
La movida dirigencial.
Era una apuesta de riesgo, pero los directivos de Estudiantes no dudaron y trajeron a Schiavi para sumarlo a un equipo armado, que 48 horas después tenía que jugarse una parada clave en las semifinales ante Nacional. Sin la posibilidad de adaptarse, el defensor encajó perfecto en el andamiaje y fue una pieza clave para el éxito final. Su experiencia en esas instancias con Boca y Gremio resultó vital para darle más personalidad a la última línea.
El goleador del torneo.
Con ocho goles, Mauro Boselli se transformó en el goleador de la Libertadores. El ex delantero de Boca recién convirtió en el cuarto partido de la fase de grupo, ya con Sabella como entrenador, cuando marcó tres tantos en la goleada 4-0 al Deportivo Quito. Luego anotó dos goles en el 3-0 ante Libertad en los octavos de final, repitió la dosis en el 2-1 ante Nacional en la revancha en Montevideo y convirtió el segundo tanto en el triunfo 2-1 del miércoles ante Cruzeiro.
La recuperación de la mística.
El regreso de Verón potenció al club, que desde ese momento siempre se mantuvo en los primeros planos. Obtuvo el Apertura 2006 con Simeone como DT, peleó arriba casi todos los torneos posteriores y llegó a la final de la Sudamericana hace menos de siete meses. Es un potencial candidato a cualquier título, como a fines de los sesenta o principios de los ochenta.
Un fixture accesible.
Estudiantes supo aprovechar las ventajas de un fixture favorable. En la fase de grupos le tocó uno sencillo, en el que pasó como segundo detrás de Cruzeiro gracias a su solidez como local. Y luego, explotó al máximo que el cuadro se le abriera. La inesperada eliminación de Boca le puso a Defensor en cuartos de final. Además, con los mexicanos fuera del torneo por la gripe A, en semifinales se cruzó con Nacional. Recién en la final se topó con un adversario de real jerarquía, al que venció con absoluta autoridad.
La dosis de fortuna.
El ahora lejano 4 de febrero, Ramón Lentini, goleador de la reserva, anotó el tanto del triunfo ante Sporting Cristal, a trece minutos del cierre. Ese gol posibilitó que Estudiantes llegara a la fase de grupos del torneo. Desde que asumió, Sabella no lo tuvo nunca en cuenta y, en el mismo momento en que sus compañeros se aprestaban a disputar la final, Lentini estaba arreglando su incorporación a préstamo en Godoy Cruz. En situaciones puntuales de juego, nadie se olvidará del zapatazo en el travesaño de Thiago Ribeiro a menos de cinco minutos del final o la increíble chance que perdió Kleber en el partido de ida. En definitiva, golpes de suerte que todo gran campeón necesita.
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