De aquel equipo que arañó la gloria hace nada más que dos meses sólo quedan hilachas. Quedan los sueños mustios de Angel Cappa, el arquerito Monzón, el fervor del capitán Paolo Goltz, de Toranzo, de Leo Díaz. Ayer ni siquiera estuvo Mario Bolatti, concentrado con la Selección. Y a Huracán, en el balance, le quedó muy poco material con el que ilusionarse y demasiados cachetazos de la realidad como para no preocuparse. Atlético Tucumán le propinó su tercera derrota consecutiva en este Apertura (la cuarta, si se tiene en cuenta aquella final fallida ante Vélez), lo mandó al fondo de la tabla y lo dejó masticando bronca, después de haber jugado el peor partido del torneo frente a un equipo que le ganó con completa justicia, pero de-sorientado, sin saber cómo reaccionar, cómo salir. La receta siempre es jugar, pero a Huracán, mientras le escasean los intérpretes, le sobra desorganización.

Los tucumanos lograron su primera victoria en el torneo, sin tener tanto la pelota como su rival, pero usándola con mayor acierto y, especialmente, con peso en el área local: Monzón salvó la apertura del marcador en un par de oportunidades, pero no pudo hacer nada contra un cabezazo del alto Pereyra, cuando faltaba media hora para terminar el partido, ni contra el zurdazo con el que Pablo Calandria, un ex Huracán, lo fusiló a diez minutos del cierre. Se cerró bien en defensa frente a la inoperancia del ataque local y pegó cuando tuvo la chance, sin perdonar. Demasiado para este desinfladísimo Globo versión Apertura.