DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
Enancados en los resultados negativos de Boca, Racing, River y San Lorenzo, la histeria comenzó a hacerse carne en los corrillos del fútbol desde semanas atrás y hasta ahora, habida cuenta de que se trata de cuatro de los clubes supuestamente “grandes”, habiendo ya Racing reemplazado a Claudio Vivas por Miguel Angel Russo y en las últimas horas San Lorenzo a Diego Simeone por Sebastián Méndez, como si esto fuese un demérito a esta altura de los babélicos desaguisados que campean en el fútbol argentino.
Es que no hay planes para intentar que se juegue menos peor. Solamente se apunta a salir de la coyuntura que entrega fecha a fecha la tabla de posiciones y en algún caso los promedios para conservar la categoría. Así las cosas, poco se discute sobre por qué se juega tan mal. Es la historia de siempre, o de casi siempre.
Las causas, como las basuras, se esconden debajo de las alfombras. Solamente se miran los efectos. Y la ignorancia y la miopía van de la mano, como si las soluciones para Boca y para River fuesen solamente que se vaya Riquelme –una falta de respeto para uno de los mejores jugadores del fútbol argentino y para quienes disfrutamos del fútbol que le gusta a la gente– y que vuelva el Burrito Ortega, casi una necesidad para que este juego sea lo que debe ser y no un ordinario eslabonamiento de forcejeos, pelotazos, revolcones, patadas y tantas otras desnaturalizaciones que, de tanto naturalizarlas, algunos pretenden que sean el paisaje lógico de un deporte que alguna vez fue...
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