Protegen a millones de ciudadanos todos los días, incluida a la policía. Pero las empresas de seguridad privada han encontrado todo un filón en el Mundial de Sudáfrica, donde el miedo a las altas tasas de criminalidad es cuestión de Estado. Lo que para los organizadores del torneo es un drama, para los profesionales de guardar las espaldas es toda una oportunidad de negocio.

Durante los últimos seis años, desde que obtuvo el derecho a organizar el primer Mundial en suelo africano, Sudáfrica ha estado intentando convencer al mundo de que puede organizar un campeonato seguro. El país hospedó con éxito 41 eventos deportivos de alto nivel, incluidas dos mundiales (de cricket y rugby), desde 1994. “Estaremos preparados para cualquier eventualidad por aire, agua o tierra”, aseguró el comisionado nacional de policía, Bheki Cele.

Pero los equipos, los visitantes de alto poder adquisitivo y muchos representantes de la prensa extranjera aún tienen dudas y están acudiendo a la industria de la seguridad privada. Sudáfrica está a la cabeza en el ranking de asesinatos y asaltos a mano armada. Unas cincuenta personas diarias fueron asesinadas en los últimos dos años, diez veces más que en Estados Unidos. “Estamos en un punto en el que rechazamos clientes”, aseguró Bob Nicholls, fundador de Nicholls Steyn & Associates, una de las principales empresas de protección de VIPs en Sudáfrica.

La firma de Nicholls, encargada de la seguridad en la liga india de cricket y con experiencia en los Oscar y los Juegos Olímpicos de Beijing, tiene contratos para proteger a miles de visitantes, que van desde “superricos” a grupos de cincuenta fanáticos con entradas corporativas.

La criminalidad se da principalmente en los barrios más pobres, los “townships”, pero los omnipresentes servicios de seguridad, las casas con alambradas o las historias que casi todos cuentan sobre violentos secuestros y asaltos dan una medida del temor existente.

“Nuestros periodistas y técnicos tendrán un pequeño destacamento de seguridad cuando salgan fuera de las zonas de la FIFA”, asegura un productor televisivo local que trabaja para una emisora europea.

El Ministerio del Trabajo de Sudáfrica tiene registradas más de 4700 empresas de seguridad que emplean a más de 300.000 personas para vigilar casas y negocios. De hecho, los hombres uniformados que patrullan las comisarías de policía son guardias privados, no agentes. Por eso, una parte de la industria ve en la Copa del Mundo una oportunidad de hacer dinero, aunque eso implique ser laxo con la verdad.

“Los turistas son víctimas de secuestros de vehículos en la carretera cerca de los aeropuertos cada día”, asegura la web de una compañía que dice llamarse World Cup Security. “Los criminales sudafricanos están habitualmente armados, y a veces son totalmente despiadados. Nosotros también, pero ¡con perfil bajo!”

El gobierno dedicará 41.000 agentes al evento como parte del plan de seguridad de 1300 millones de rand (179 millones de dólares) que preparó durante cuatro años. Cortes especiales para realizar juicios rápidos, comisarías de policía rodantes en los trenes interurbanos y pequeños grupos de agentes extranjeros para vigilar a los “hooligans” de sus países de origen son algunas de las medidas extraordinarias sobre el papel.

La cuestión es si todas esas medidas son excesivas. Cerca de diez millones de extranjeros visitan Sudáfrica cada año y los ataques a los turistas son extraños. El incidente más grave en la Copa Confederaciones de 2009 fue el robo de algún dinero en el hotel del equipo egipcio. El atentado del que fue objeto el equipo de Togo por parte de un grupo rebelde en Angola en la Copa de Africa tiene difícil traslado al país organizador del Mundial, donde no existen grupos terroristas. Según una estimación realizada por la Oficina de Asuntos Exteriores británica entre abril de 2008 y marzo de 2009, los ciudadanos británicos tenían casi dos veces más probabilidad de morir en Alemania que en Sudáfrica durante ese período.