Sonrisas, piscina reparadora para unos, entrenamiento para otros y el ánimo bien arriba, pero sin triunfalismos: Uruguay disfrutó ayer del día después de su primera victoria en un Mundial tras veinte años con satisfacción, pero alejándose de la euforia y mirando de reojo a su próximo rival, México. “Sabemos que no logramos nada todavía”, dijo Maximiliano Pereira, para mantener los pies sobre la tierra en un momento en el que es fácil caer en la exaltación tras superar 3-0 a Sudáfrica y estar a sólo un empate de la clasificación a octavos de final por el Grupo A. El baño de realidad del lateral derecho pareció darle la razón al técnico Oscar Tabárez que, casualidad o no, también estaba dando indicaciones en Italia ’90 cuando el equipo festejó por última vez en una Copa del Mundo.

“El trabajo del entrenador es que (la confianza) no se vaya para el otro lado, aunque con estos muchachos no hay que hacer nada”, dijo el ex conductor de Boca, más radiante que nunca desde que llegó a Kimberley. La jornada, que comenzó con el viaje de regreso desde Pretoria, fue para que los jugadores festejen lo hecho, que tomen la temperatura de fiesta en Uruguay y que recarguen las baterías para empezar a pensar desde hoy mismo en México. “Había que disfrutar. Hay tiempo para todo. Tenemos un día más que México para preparar el partido”, resaltó Tabárez, que vio durante la cena, al igual que el plantel completo, el triunfo mexicano ante Francia.

“México va a ser igual de difícil como pensábamos antes de iniciarse la serie. Y vamos a ir con las mismas expectativas por un partido cuyo resultado nos puede dar o no la clasificación”, remarcó Tabárez.