DEPORTES › ARGENTINA NO JUGO BIEN Y CAYO 4-0 ANTE ALEMANIA, PARA DESPEDIRSE DEL MUNDIAL EN LOS CUARTOS DE FINAL
El equipo de Maradona chocó contra un adversario muy superior, que se paró mejor, planteó una estrategia más eficaz y golpeó en los momentos justos. Müller, Klose en dos ocasiones y Friedrich anotaron los tantos de los alemanes, que ahora jugarán ante España.
La ilusión argentina chocó contra un equipo que dejó en claro sus virtudes y les sacó provecho al máximo, hasta completar un partido casi perfecto. Se podrá hablar de errores tácticos argentinos, de actuaciones individuales por debajo de su nivel, de pequeñas circunstancias favorables que no se terminaron de cristalizar, de desorden al momento de buscar la igualdad. Pero lo concreto es que Alemania le dio una lección de fútbol a la Selección Argentina, atacando y presionando para sacar la diferencia, manejando la pelota para cuidar la ventaja, defendiéndose con orden y mucha gente cuando se vio superada en algunos pasajes y mostrando una enorme contundencia para liquidar el partido, cuando el conjunto de Maradona ya regalaba espacios en la búsqueda del milagro. Por eso, el 4-0 no admite reparos y terminó de marcar la notoria diferencia que existió entre ambos conjuntos.
El encuentro se puede dividir en tres segmentos bien diferenciados. En el primero, Alemania salió decidida a imponer sus condiciones: presión para recuperar la pelota y buen toque para administrarla. Es cierto que todo se le facilitó a los dos minutos, cuando Thomas Müller anticipó a Otamendi luego de un tiro libre desde la izquierda y convirtió el 1-0 con una peinada que encontró una respuesta muy floja de Romero. Pero la intención de buscar ese juego se notó desde el toque inicial y se prolongó más allá de la ventaja. Incluso, en ese tramo Argentina, lenta e irresoluta, pudo sufrir algún otro gol. Los problemas que se habían evidenciado ante México, como el poco control de pelota y la falta de contención en la mitad de la cancha, se plasmaron de manera más evidente ante un adversario más jerarquizado, que recuperaba más rápido el balón y lo administraba mucho mejor que los aztecas.
El segundo parcial fue el tramo más parejo, en el que la Selección pudo salir del ahogo y, al menos, consiguió inquietar a su adversario, aunque con situaciones no demasiado claras. Un poco por la decisión de Alemania de retrasarse y otro poco por la voluntad que ejerció el equipo argentino, con los arranques de Messi, la voluntad de Higuaín y la búsqueda de Di María como extremo derecho, Argentina se puso en partido. Arriesgó, adelantó sus líneas y logró hacer tambalear la estructura alemana. Generó algunas chances de peligro, que la defensa alemana y el arquero Neuer se encargaron de neutralizar con solvencia. Pero en esa búsqueda, su última línea se terminó de abrir y los espacios para la contra alemana quedaron expuestos, listos para que los pudiera aprovechar. Ese lapso, que se podría marcar entre los últimos diez minutos de la primera parte y el comienzo de la segunda mitad, dejaba la sensación de que el empate podía llegar en cualquier momento, aunque casi con la misma certeza se vislumbraba que el segundo tanto germano no tardaría en arribar. La incógnita, entonces, pasaba por quién acertaba primero...
Y claro, los que acertaron fueron los alemanes, con una fórmula que ya pueden patentar en este Mundial: el toque en velocidad, con volantes que rompen líneas y llegan a posiciones ofensivas a toda marcha. Khedira pasó con decisión y encontró a Müller, que desde el piso lanzó a Podolski. El zurdo del Colonia llegó al fondo, hizo la pausa justa y habilitó a Klose, que no tuvo más remedio que anotar el segundo gol llevándose la pelota por delante.
Ese mojón marcó el final del segundo segmento y dio inicio al tercero, en el que Alemania le fue cambiando los adjetivos a su producción: de sólida pasó a brillante, de práctica a lujosa. Con toque, rotación y dinámica, el equipo de Löw fue terminando de construir la goleada. Con un Schweinsteiger patrón del mediocampo, con Podolski picante por izquierda, igual que Müller por derecha, con Ozil exhibiendo algunas dosis de talento, con Lahm mostrando cómo debe jugar un lateral y con Klose definiendo en el área, Alemania hizo los méritos para el 4-0.
Se podrá argumentar que el cuerpo técnico argentino no leyó bien el partido ni supo cambiar a tiempo un desarrollo que pintaba desfavorable, que Otamendi sintió su genética de central cuando tuvo que controlar por el costado a un extremo de jerarquía, que Romero no brindó la seguridad de otras tardes, que Mascherano peleó en soledad y sin ayuda ante todos los volantes rivales, que Pastore ingresó tarde, que se debió apelar a Verón, que los cambios desesperados no hicieron más que desordenar al equipo, que Messi no se cargó el equipo al hombro, que Tevez, con sus ganas, aportó más barullo que claridad y varias razones más que ayudarían a explicar el resultado. Pero todas esas pequeñas cosas simplemente formaron parte de la suma de las enormes diferencias colectivas que mostraron los dos equipos y que determinaron que el equipo de Maradona tuviera que hacer las valijas y que los alemanes se calzaran el traje de candidatos, que parece quedarles a medida, y ahora piensen en el miércoles cuando se crucen con España.
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