DEPORTES › ARIEL ORTEGA FUE APARTADO DEL PLANTEL Y NO VOLVERA A JUGAR EN RIVER
La ausencia del Burrito en la primera práctica del año motivó que el entrenador Juan José López, con el aval del presidente Daniel Passarella, le comunicara que no lo iba a tener más en cuenta por motivos deportivos y de disciplina. “Me echaron de River”, se quejó el jujeño.
Se acabó. De nada le sirvió a Ariel Ortega ser el primero en llegar ayer al entrenamiento, tras su faltazo a la primera práctica de la pretemporada. Por ese motivo, el entrenador Juan José López ya había tomado la decisión de apartarlo del equipo, aunque recién se lo comunicó al delantero una vez terminado el primer turno de la jornada. “Así no me servís. No te vamos a tener en cuenta”, le dijo Jota Jota. El Burrito se retiró del Monumental ofuscado y a las apuradas. “Me echaron de River. Ahora voy a hablar con (Daniel) Passarella para arreglar la desvinculación”, atinó a decir ante el requerimiento de los periodistas.
“Si hace boludeces, con el Negro no va a jugar”, anticipó el presidente de River, a propósito del último faltazo de Ortega en 2010. El del miércoles, el día que los jugadores retomaban el trabajo tras las vacaciones, fue la gota que colmó el vaso. Esta vez no hubo contemplación ni privilegios, ni siquiera la excusa de la “gastroenterocolitis”, avalada por el médico del plantel, Luis Seveso, alcanzó para que el confirmado entrenador de River hiciera la vista gorda.
Ortega no esperaba un final así. Por eso ayer, como si se tratara del mejor alumno, llegó a la práctica a las 7.30, una hora antes que el resto de sus compañeros de equipo. Tomó mate con los utileros, se cambió y se prendió en el primer turno de la sesión de trabajo. Y hasta ahí llegó. El mismo día del faltazo, López había marcado el terreno: “Los jugadores son profesionales y tienen derechos y obligaciones”.
Precisamente de eso hablaron una vez finalizada la primera parte de la jornada de trabajo el entrenador y el delantero, a un costado del arco que da al Río de la Plata. Ahí nomás el técnico le comunicó la decisión, que ya estaba tomada y consensuada con Passarella, padre protector del jujeño, quien lo hizo debutar en River y lo convirtió en una de la piezas claves del Mundial de Francia ’98.
Las palabras de López le dolieron a Ortega por una sencilla razón. El Negro se reconoce como “un soldado de Passarella”. Y a buen entendedor, pocas palabras. Los que lo estaban borrando eran los dirigentes de River, cansados ya de estos recurrentes faltazos del jugador. “Es un problema deportivo y de indisciplina”, manifestó el entrenador a la prensa. “Hablo por respeto a ustedes (los periodistas), pero no voy a decir nada más”, se excusó Jota Jota. Sin embargo, aclaró: “Le dije que no quería contar con él para el próximo torneo, que tenía la libertad de hacer lo que le pareciera, de irse a otro club”.
“Estoy mal”, se animó a reconocer el delantero, quien tras la charla con el técnico se cambió en el vestuario y se retiró a las apuradas. No quiso hablar con la prensa. Sólo alcanzó a decir a las corridas que lo echaron del club y que tiene que “arreglar la desvinculación con Passarella”.
El Burrito tiene contrato con el club hasta el 30 de junio de 2011, pero para firmar su salida primero tiene que arreglar las cuentas, ya que la entidad, sumida en una grave crisis económica, le adeuda una importante suma de dinero por premios y primas. La reunión con Passarella podría llevarse a cabo hoy, ya que el dirigente tenía previsto regresar ayer de sus vacaciones en Punta del Este.
La decisión de apartar a Ortega y de excluirlo del viaje a Mar del Plata también tomó por sorpresa a sus compañeros de equipo, quienes manifestaron su “dolor” por el desenlace de esta historia colmada de encuentros y desencuentros. Apenas corrió la noticia de la salida de Ortega de River, comenzaron a circular rumores sobre posibles destinos para el delantero. “¿Ofertas? Cómo voy a tener ofertas si me acabo de enterar de todo esto”, alcanzó a decir el Burrito antes de retirarse del Monumental, golpeado por un final anunciado, al que sólo le faltaba que alguien le pusiera la fecha y un mensajero, Jota Jota, que se lo comunicara.
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