DEPORTES › OPINIóN
› Por Jens Sejer Andersen *
“Señora comisionado, la invito a que tome seriamente este tema.”
A primera vista, estas pocas palabras no dicen mucho. Pero si se considera que el tema al que se refieren es la corrupción en el deporte, que se pronuncian en un salón repleto de representantes del deporte europeo y de políticos y funcionarios de la Unión Europea y que el pedido es formulado por un miembro honorario del Comité Olímpico Internacional, entonces algo inusual está sucediendo.
Fue el húngaro Tamas Aján quien tomó el micrófono en el debate general sobre política deportiva en la Unión Europea, el martes pasado en Budapest. Aján, presidente de la Federación Internacional de Pesas, denunció ante la asamblea que la corrupción existe en cada nivel del deporte, aun en el manejo de los controles antidoping. Predijo que el deporte nunca solucionará el problema sin ayuda externa. Solicitó una mayor conciencia pública, señalando que una nueva generación de dirigentes deportivos está naciendo en países “donde el dinero parece crecer en las ramas de los árboles”.
Que se sepa, ningún miembro del COI ha declarado nunca en público que la corrupción está expandida entre las federaciones olímpicas. Y ningún referente del deporte internacional le ha pedido jamás a la Comisión Europea que interfiera en sus asuntos internos. Por el contrario, el COI y la FIFA han enviado mensajes conjuntos en años recientes: “¡Saquen las manos de encima!”.
Las revelaciones del húngaro miembro del COI son el preludio a otra reunión innovadora: el simposio sobre partidos arreglados y apuestas ilegales que el COI organiza hoy en Lausanne (Suiza). Pero Aján no debe esperar aplausos. Hay demasiados signos de que el liderazgo olímpico tiene una agenda opuesta, apuntada a limitar el debate antes que a abrirlo.
Para ser justos, el COI merece crédito por reconocer finalmente que el deporte no puede derrotar por sí mismo a la red mundial de delincuencia que levanta apuestas ilegales y hace trampas con los resultados deportivos. Pero el simposio ha sido rodeado del mayor de los secretos. Un buen número de partes interesadas en el tema no fueron invitadas o tuvieron que presionar mucho para lograrlo. De acuerdo con el COI, los ministros de deportes del Reino Unido, Francia, Suiza y Australia tomarán parte. Por qué esos gobiernos fueron invitados y otros no, no está claro.
Un invitado, la Agencia Mundial Antidoping (WADA), subió la apuesta rumbo a Lausanne. David Howman, su director general, llamó a los gobiernos y a las federaciones a crear una Agencia Mundial Anticorrupción en los Deportes. “El submundo criminal está empleando métodos que, si no se controlan, pondrán seriamente en peligro el futuro del deporte moderno”, alertó Howman. WADA propone un organismo que combata en tres frentes, proponiéndose para actuar en el primero, creando un cuerpo que combata los arreglos de partidos en el segundo, mientras un tercero debería combatir la corrupción en un sentido más amplio.
El anuncio no fue bien recibido en el COI, que lo considera un de-safortunado intento para posicionarse en un rol de liderazgo en la futura lucha contra la corrupción. El Comité hará lo imposible para evitar que WADA asuma ese rol, ya que la agencia actuó de manera muy independiente en su lucha contra el doping en la última década. Este clima de tensión explica por qué el Comité convocó a un exclusivo grupo para una exclusiva reunión. No quiere revivir el trauma de 1999, cuando perdió el control de la lucha contra el doping y fue obligado a compartir el poder con los gobiernos nacionales en la creación de WADA.
Los recientes debates públicos sobre la corrupción generalizada en la FIFA y en deportes como el fútbol o el críquet han tenido tal alcance que el COI puede albergar buenas razones para temer que la historia se repita. Varios gobiernos han expresado su preocupación, sobre todo el de Suiza, país que hospeda la vasta mayoría de federaciones deportivas.
Será necesario observar cuidadosamente si la reunión de hoy en Lausanne es en realidad un intento de recuperar el control sobre la agenda internacional.
Habrá que ver si el COI vuelve a esgrimir el principio de la autonomía del deporte como un escudo contra el control externo. Nadie, ni los gobiernos nacionales, ni la Unión Europea, ni los medios de comunicación masivos, han sido bienvenidos en la tarea de mirar por sobre el hombro del deporte. Esto les abrió las ventanas a quienes perpetraron la corrupción, el mal manejo y el abuso de poder.
Es inconcebible que el COI vaya a continuar protegiendo organizaciones que administran laxamente miles de millones de dólares. Formalmente, los líderes del Comité no tienen mandato para instruir a las federaciones internacionales, y enfrentarán resistencia si lo intentan. Pero por razones históricas, el COI posee autoridad moral y política para poner, en nombre del deporte, las cosas en su lugar.
El público y los gobiernos tienen un interés obvio y razonable en ayudar al deporte a través de medidas más firmes. Si los contribuyentes comparten la financiación de una nueva institución internacional contra la corrupción en el deporte, tienen derecho a esperar que la entidad sea razonablemente eficiente.
Si el objetivo de la operación del Comité es tranquilizar a la opinión pública antes que presionar al deporte para lograr más transparencia, entonces las fuerzas criminales tendrán más tiempo para fortificar su posición dentro y fuera de las organizaciones.
Esta perspectiva es realzada por un desarrollo de acontecimientos que debe ser seguido de cerca. Como lo ejemplifica la elección de Rusia y Qatar como organizadores de los mundiales de la FIFA, el dinero y el poder se están desplazando al Este. Se mueve hacia países donde el deporte, el negocio y la vida política siguen reglas distintas. Países donde “el dinero parece crecer en las ramas de los árboles”.
* Director de la organización internacional Play the Game.
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