Jue 03.03.2011

DEPORTES  › OPINIóN

Para crecer, hay que estudiar a los mejores

› Por Facundo Sava *

El holandés Johan Cruyff escribió, a propósito de las múltiples ausencias que sufriría Barcelona en el encuentro ante Mallorca, el sábado pasado: “Un plantel equilibrado en base siempre a un estilo de juego, a una filosofía definida, pasa a tener más posibilidades de ganar títulos”. Esa ausencia de varios jugadores claves, que en teoría era un problema, pasó a ser, para Cruyff, “una práctica bendición”. El Barcelona, fiel a su estilo, le ganó finalmente 3-0 al Mallorca y sacó más ventaja en la Liga española.

En el fútbol argentino existe la tendencia a creer que una individualidad puede salvar al colectivo. Es un mito más vinculado con la religión que con el deporte.

Dos casos puntuales vinieron a derribarlo. Primero Racing: los lamentos por la lesión de Giovanni Moreno ataron sus chances ante Boca, con el que perdió 1-0. Cuando pasó el duelo y el grupo entendió que sus posibilidades exceden a cualquier individualidad, por brillante que sea, jugó su mejor partido en lo que va del torneo Clausura y le ganó con justicia a San Lorenzo.

En segundo término, el propio Boca. Los días previos al partido contra All Boys se consumieron en la polémica por la exclusión de Juan Román Riquelme; luego, y aunque tuvo ocasiones para ganar, esa energía puesta en otro lado disminuyó notoriamente su rendimiento dentro del campo de juego. Tampoco es casual que tanto lamento fuera provocado por dos jugadores que cumplen una función similar, Gio y Riquelme. Dos “enganches”.

¿Qué dice el diccionario del término “enganchar”? Unir dos unidades o vehículos, enlazar los vagones, etcétera. En lo estrictamente futbolístico, y en otra lectura que también sirve para despejar algunas creencias, la función pueden cumplirla eventualmente los once jugadores de un equipo.

La tercera fecha del Clausura arrojó ejemplos varios: Valeri en Lanús, jugando por izquierda o por derecha; Guillermo Barros Schelotto en Gimnasia o el mismo Rinaudo permitiendo la jugada del segundo gol contra Colón; Maxi Moralez, Zapata, el Burrito Juan Manuel Martínez o Emiliano Papa en Vélez; Almeyda en River; hasta Campestrini en Arsenal, todos jugaron de enganche.

Es cierto: la calidad natural de algunos jugadores representan un beneficio táctico y estratégico. Por la precisión en la ejecución de una jugada, por la lectura del partido, por varios motivos. Pero la dinámica de un estilo definido, la identidad que da una idea, permite encontrar infinidad de variantes que no existen cuando el colectivo se recuesta excesivamente en una individualidad.

Además, lo técnico se puede trabajar. El Real Madrid, por ejemplo, hace 10 años que prepara a sus divisiones juveniles con trabajos con pelota. Empezó con Sanchís (defensores), Michel (volantes) y Butragueño (delanteros), y ahora cuenta con todo un equipo especializado.

Lo mismo el Barcelona, que es el que mejor interpreta la necesidad de recuperar la pelota lo más cerca posible del área rival para evitar el desgaste de sus jugadores. De esa presión también participan los enganches. Y un enganche que no lo hace es perjudicial para el equipo entero. Barcelona lo trabaja como ningún otro club en el mundo y es el ejemplo a imitar. Para crecer hay que estudiar a los mejores.

* Ex futbolista.

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