Mar 05.04.2011

DEPORTES  › OPINIóN

La paridad es competencia, pero no asegura el nivel

› Por Pablo Vignone

No caben dudas: el Clausura 2011 es más apasionante cuando se mira con lupa la tabla de posiciones que siguiendo el desarrollo de los partidos. Suena injusto, ahora que se disfruta de Fútbol para todos, pero la realidad es que son pocos los que juegan al fútbol; la mayoría quiere sumar de a tres (según el léxico imperante), como sea (en el mismo, mágico, sentido) y el placer hay que experimentarlo con cuentagotas: un tiro libre de Riquelme aquí, un pase de Maxi Moralez allá, una jugada colectiva de River cuando el equipo recupera la memoria histórica.

Produce estremecimientos mayores estudiar la tabla con calculadora al margen. Por ejemplo: Racing perdió tres partidos seguidos, pero si ganara dos ya estaría superando la línea de los punteros.

San Lorenzo cayó con Colón, pero aun así si le gana a Vélez queda como único puntero. El razonamiento a la inversa posee aún mayor validez.

Olimpo perdió dos partidos seguidos y bajó de la punta del torneo a la Promoción. Pero si gana otro compromiso, puede volver a trepar a la cima.

¿Y Boca? Logra dos victorias consecutivas y ya andan preguntando si el equipo está en condiciones de pelear el título. ¡Claro que lo está! No necesariamente por el juego, sino porque flota a menos de dos partidos de la punta. Después de la espantosa sequía que vivió, los líderes prácticamente ni le sacaron ventaja. (Eso sí: cuando le preguntan a Falcioni sobre los méritos de Boca, invariablemente refiere –en primer término– los movimientos que el rival se vio impedido de efectuar; los méritos del juego propio quedan en segundo lugar.)

¿Y River? Escapándole al cuco del promedio, mirando para atrás, casi ni se dio cuenta de que ya está adelante. O se dio cuenta, pero hasta por ahí nomás: “Nosotros tenemos que seguir pensando en mejorar el promedio, que es nuestro principal objetivo más allá de que estamos en los lugares de arriba de la tabla. Recién dentro de tres o cuatro fechas se verá la posibilidad concreta de dar pelea”, admite Jota Jota López. Es un hecho: si en una de esas River sale campeón, será huyendo de la Promoción.

Es lo que sucede en el fondo de la tabla. Te anuncian “partidazos” entre equipos que deambulan por ese purgatorio futbolístico, como si fuera una casualidad irresponsable el que estén tan tirados en la tabla. Sale lo que sale, bodrios impresentables, como no puede suceder de otra manera. Al fútbol le escasean los futbolistas, le sobran los mediofondistas. Y los matemáticos.

No debe escapar el dato para nada menor de que casi un tercio del lote (seis equipos de 20) participan al unísono del torneo local y de la Copa Libertadores, al menos en el arranque del año. Esa doble competencia, exacerbada por cuestiones de caja, desluce la calidad del juego. Equipos cansados, o rotados (un eufemismo del remiendo), que calculan tanto como los que sufren orgasmos leyendo entre líneas la tabla de posiciones, son moneda corriente fecha a fecha.

¿Estimula todo ello la competencia? Por supuesto, si se entiende que la paridad es obligatoriamente competitiva. Pero la autoelogiada paridad del fútbol local no muestra relación directa con el nivel. Más paridad no implica, en nuestras canchas, más rendimiento. Entendido éste como producción futbolística de jerarquía que, en condiciones normales, suele conducir al triunfo.

Esa lógica fracasa. Y entonces la tabla, que se casa con un puntero distinto a cada fecha, genera más entusiasmo que 90 minutos cualesquiera.

¿A quién le resulta más divertido ver la entrega de los Oscar que las películas premiadas?

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