Afortunadamente hoy podremos ilusionarnos con un Manchester United-Barcelona que se espera no nos defraudará, aunque en el fuero íntimo quien esto escribe y la pléyade de defensores de la alegría futbolera queremos que les vaya bien a los catalanes. Porque, salvo casi siempre Vélez y, muy de vez en cuando, algún otro, casi nadie alcanza algo parecido al nivel que se pretende en el fútbol vernáculo.

Por esto, y por la generalizada mediocridad que campea en y alrededor del fútbol, es que el episodio Fillol-Carrizo ocupó exageradamente el lugar que desde siempre y ahora también debiera ocupar el juego. Aunque se juegue mal.

Es que nadie fue más allá de que de los errores del arquero de River, que para este escribidor no es ni mucho menos el mejor en su puesto en la Argentina, como parece que se pretende imponer (Hilario Navarro, por ejemplo, es notoriamente más que Carrizo), o de su manotazo al entrenador de “atajadores” de River, que por otra parte, burlando incompatibilidades, además de formar parte del cuerpo técnico que comanda Juan José López, “figura” como subsecretario de Deporte de la Nación. Así como Carlos Tapia, quien además de confabular para Daniel Vila desde el canal de televisión América como cómplice de un vergonzoso amontonamiento de “pícaros de café” que hace como que comanda Alejandro Fantino, es a su vez subsecretario de Deporte de la provincia que gobierna Scioli. Y, por fin, el proveedor de vomitivos Carlos Bilardo “aparece” como “manager” de la Selección Nacional, mientras balbucea desconceptos ininteligibles por la noches en la radio La Red.