Vie 03.06.2011

DEPORTES  › LOS HINCHAS DE PEÑAROL COPARON EL CENTRO PORTEÑO

Un poco de Carnaval en el Obelisco

› Por Facundo Martínez

La Copa Libertadores tiene su propio clima, y ese clima es capaz de destacarse sobre cualquier otro, porque así es la Copa Libertadores. Ayer, por ejemplo, no hubo otoño porteño en la zona del Obelisco, sino un poco de verano, más precisamente de febrero uruguayo, de Carnaval, porque los hinchas de Peñarol se decidieron a copar el centro de la ciudad de Buenos Aires, en la previa al partido de vuelta por las semifinales del torneo continental que no ganan desde hace 24 años.

Desde el mediodía comenzaron a llegar los más de 6000 hinchas de Peñarol, que viajaron mayoritariamente en micro desde Montevideo y, a pocas horas del inicio del partido que se jugó en Liniers, el centro porteño se vistió de negro y amarillo. Muchísimos jóvenes, banderas, camisetas y botellas de cerveza en mano, se dieron cita en el Obelisco, donde no faltaron los cantos, bailes e incluso bengalas, hoy bien prohibidas en el fútbol local.

No estaba cortada la avenida 9 de Julio como los días en los que hay marchas u otro tipo de concentraciones políticas, pero el tránsito era tan lento que se podía apreciar con gusto el colorido espectáculo del equipo visitante, que parecía no haber ahorrado esfuerzos en esto de copar la ciudad, de teñirla con sus propios colores. La fila de micros, que luego los trasladaría hasta Liniers, era realmente interminable: iba desde Sarmiento hasta Estados Unidos, y finalizaba justo antes de la subida a la autopista 25 de Mayo.

Conscientes del derrotero que presenta a esa hora la autopista que atraviesa la ciudad en dirección a Liniers, la partida desde el centro no se demoró más de las 18.30. Fue largo y tedioso el viaje, aunque sirvió para arengarse y calentar el cuerpo. Y ahí estuvieron. Una hora antes del inicio del partido, los hinchas del equipo Carbonero ya estaban en las tribunas del Amalfitani, alentando a sus jugadores. El esfuerzo finalmente valió la pena. En Liniers, donde no cabía ni un alfiler, los uruguayos también se hicieron escuchar. Y sufrieron, por supuesto, durante esos minutos que duró la ejecución del penal de Silva. Eso sí, cuando el árbitro pitó el final volvieron a explotar de alegría como suelen hacerlo en Carnaval.

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