Fue uno de esos partidos con mucho de final de campeonato. Y se entendía. Eran el primero contra el tercero de la tabla, a dos fechas del cierre del Clausura, y lo que había en juego estaba para que lo tomara el que jugara mejor o el que tuviera más carácter. Durante largos pasajes, fueron los mendocinos de Godoy Cruz los que llenaron el primer casillero, sugiriendo que tenían argumentos como para reclamar la gloria. Al final se impuso la clase de un equipo que, con los cambios lógicos, conserva el espíritu del campeón de dos años atrás, que de paso aprovechó esta instancia para demostrar que la eliminación de la Copa Libertadores es un mal trago digerido.

A Godoy Cruz lo perjudicó, en cierta manera, que su mejor hombre, Diego Villar, solo pudiera estar en el campo de juego media hora: en una mala caída se lesionó el hombro y tuvo que salir, reemplazado por Rojas. Quizá no lo sintió tanto en el momento, porque siguió pesando en el área local, pero fue decisivo en el complemento, cuando Vélez sacó pecho y encontró el camino que buscaba al gol.

El conjunto mendocino falló cuando tuvo sus mejores situaciones de gol, como cuando Ortiz regaló la salida en el primer tiempo y se lo perdió Ramírez; pero luego, en el arranque del complemento, fue el arquero de Vélez, Barovero, el que se erigió en argumento para sostener el cero, primero tapándole una entrada sorpresiva a Ramírez, tras un mal pase atrás de Zapata, y luego conjurando un remate de Donda, que había llegado a la carrera tras una buena combinación por izquierda.

Hasta allí llegó Godoy Cruz. Ahí reaccionó Vélez, que había controlado más la pelota, pero sin lastimar. Fue una genialidad de uno de sus mejores jugadores lo que cambió la suerte del partido. Juan Manuel Martínez tomó la pelota en el vértice derecho del área, encaró hacia el medio, se sacó un par de marcas y ejecutó un remate que se metió al lado del palo izquierdo de Torrico. ¿Entraba dentro de la lógica del partido hasta ese momento? No. Pero abrió un partido nuevo.

El equipo visitante sintió el impacto, fue como un golpe durísimo para sus aspiraciones. Ahora se trataba obligatoriamente de asumir la desventaja y eso dejó a Vélez en control de los espacios y con el tiempo corriendo a su favor. Creció Ricky Alvarez y entonces el trámite tomó otro curso. El propio volante se perdió el segundo tras una buena habilitación de Papa y Silva exigía a Torrico. Ahora era Vélez el que producía las situaciones más claras de gol mientras a Godoy Cruz lo consumían las urgencias.

Ya no estaban en la cancha ni Martínez ni Silva, cuando llegó un pase largo al corazón de área, donde Ramírez saltó, la paró con el pecho, le dio de zurda. La pelota pegó en el travesaño, entró en el arco, picó y salió afuera. Era tiempo de descuento pero valía y mucho.

El 2-0 aseguraba una victoria clave, porque Vélez no solo se sacó de encima un rival directo en el campeonato (Godoy Cruz quedó a cinco puntos cuando quedan seis en juego), sino porque, de paso, aplacó las ansias de otro desafiante como es Lanús, que hacía presión desde Avellaneda.

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