DEPORTES › AL DICTADOR VIOLA LE QUITARON LA CONDICION DE SOCIO EN COLON
El gesto del club, bienintencionado aunque tardío, intenta dejar a salvo la reputación del entonces presidente Giménez y los directivos que le dieron los honores a Viola hace 30 años, a cambio de que anulara los descensos en 1981.
› Por Gustavo Veiga
En un domingo de ascensos o descensos y camino a cumplirse 28 años de democracia ininterrumpida, hoy puede resultar instructivo analizar lo que sucedió en Santa Fe el 19 de junio de 1981. La comisión directiva de Colón, presidida por el ya fallecido Italo Giménez, le rendía pleitesía el dictador Roberto Viola con un solo objetivo: que evitara la caída del club a la Primera B. En una visita del militar a la provincia, unos 3000 hinchas le salieron al cruce, lo siguieron hacia el estadio y allí fue recibido al grito de “Viola y Colón, un solo corazón”. Tras unas palabras de bienvenida del dirigente, el huésped todopoderoso recibía una llave de oro de la institución, un distintivo con el sábalo (símbolo colonista) y el carnet de socio vitalicio. En el mismo paquete de presentes iba agregado el petitorio con la supresión de los descensos. Esta idea se atribuye a quien era secretario del club, el peronista Tomás Berdat, quien sería intendente de la capital provincial en 1983 por el voto popular. La CD encabezada por Germán Lerche acaba de quitarle la condición de socio con una rectificación en el acta de aquel momento. Una medida reparadora.
Colón sigue los pasos de River, que en 1997 hizo algo semejante con los integrantes de la junta que dio el golpe del ’76, Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. Decidió expulsarlos del club. Los tres habían sido nombrados socios honorarios el 13 de octubre de 1978 durante la presidencia de Rafael Aragón Cabrera, un empresario hotelero que estaba de parabienes con el vicealmirante Carlos Lacoste. River no había pedido a cambio la anulación de los descensos porque ganaba. Tampoco tendría margen para hacerlo ahora. Esta es la primera lección que ofrece la natural aceptación de las reglas hechas para cumplirse adentro y afuera del fútbol, aunque en ocasiones los poderosos se arroguen el derecho a no acatarlas.
El gesto de Colón, bienintencionado aunque tardío, intenta dejar a salvo la reputación de Giménez y los directivos que resolvieron pedirle a Viola que anulara los descensos a cambio de aquella recepción prefabricada. En la parte resolutiva del acta de comisión directiva certificada ante escribano el 15 de junio pasado, se votó “reivindicar la conducta del extinto presidente don Italo Giménez (murió en julio del 2006) y de los dirigentes que lo acompañaron en razón de haber actuado teniendo como única meta obtener un beneficio para Colón”.
En otro párrafo –y después de evocar que en aquellos días del ‘81 Viola había sido abucheado en un partido entre Central y Colón al que había asistido–, las autoridades actuales señalan que, pese a eso, “el amor por la camiseta (...) prodigado por los dirigentes de turno, el mismo que permitió tantas veces que nuestro club resurgiera tras vivir momentos límites la incondicionalidad de la pasión y de un contexto poco alentador conspiraron para que se le pidiera a Viola por la suspensión de los descensos, a través de una muestra de afecto que se tradujo en afiches de bienvenida y una recepción al menos cálida”.
Hay una contradicción que resulta evidente: es la que sugiere una medida justa y necesaria como suprimir la distinción a Viola y reivindicar a quienes se la confirieron. No cierra. Pese al abucheo que había recibido el dictador y a la ilegalidad de su gobierno, Giménez y su gente siguieron adelante con el propósito de congraciarse a cambio de una prebenda que nunca se materializó. Colón descendió en ese mismo campeonato y no regresó a Primera División hasta quince años después. Un par de fechas antes de que se consumara la caída, sus jugadores abandonaron la cancha cuando enfrentaban al Boca de Diego Maradona en Santa Fe (perdían 2-0 y el árbitro Juan Carlos Loustau suspendió el partido). El descenso sobrevino una semana más tarde en Parque Patricios, con goleada de Huracán incluida. Perseverante en su objetivo de evitar el descenso, y como no había logrado que Viola se sensibilizara por la situación de Colón, su presidente apeló al general Juan Carlos Trimarco, comandante del Segundo Cuerpo de Ejército con asiento en la provincia, para que hiciera un último intento ante la AFA. Tampoco hubo caso. La dictadura llevaba cinco años y tres meses controlando el país. Iba por un pronunciado declive que se acentuaría con la derrota en la Guerra de Malvinas, las denuncias por violaciones a los derechos humanos de organizaciones como Madres de Plaza de Mayo y la movilización creciente del pueblo.
El acta 1888 de comisión directiva redactada el 17 de junio del ’81 señala a dos militares más como beneficiarios del carnet de socio vitalicio: “El Señor Giménez informa que con motivo de la primera reunión de gobernadores a realizarse en esta ciudad, asistirá para clausurar la misma el Sr. Presidente de la República Teniente General Don Roberto Viola, y en el transcurso de su recorrido pasará y se detendrá en nuestra Institución, acompañado de una comitiva oficial y del Señor Gobernador de la Provincia, Contralmirante Don Rodolfo Luchetta, por lo que, aparte del memorial, donde entre otras cosas se le solicitará la reconstrucción integral del fútbol argentino, habría que entregarle amén de los carnets que los acredite, justamente con el Vicealmirante Don Carlos Lacoste y el Sr. Gobernador de la Provincia, como Socios Vitalicios de la Institución...”. A los dos, como a Viola, se les retiró esa distinción.
Durante un acto reciente del que participaron el secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi (autor de uno de los cuatro goles con que Huracán mandó al descenso a Colón), el candidato a gobernador de Santa Fe por el FPV, Agustín Rossi; y Lerche, el presidente del club, comentó de qué modo surgió la idea de rechazar los honores conferidos a Viola, Lacoste y Luchetta: “Colón fue un club que ni en época de dictadura abandonó su estado democrático. Don Italo (presidente en aquellos años), más allá de esta decisión equivocada, tuvo también muchos aciertos. A pesar de la ayuda reclamada, la misma no se concretó y perdimos la categoría, así que podemos jactarnos de no haber recibido ayuda del gobierno dictatorial. De todas maneras, lo importante es saber corregir y mirar para adelante. Inmediatamente cuando Morresi nos hizo saber de esta situación quisimos repararla, por eso este es un acto relevante para nuestra historia”.
No importa que Giménez haya apelado a Viola primero, a Trimarco después y a otro dictador, Juan Carlos Onganía, por la misma razón quince años antes, en 1966. Colón salió de su amnesia, dio de baja a los represores y transformó en letra muerta aquel petitorio entregado al presidente de facto donde solicitaba “la supresión del régimen de ascensos y descensos por no menos de tres años en vista de la situación económica por la que atraviesan todas las entidades afiliadas, sin excepción. Y el trato discriminatorio que existiría en AFA en cuanto a las obligaciones económico financieras de las entidades”. ¿Algún dirigente se atrevería hoy a pedir exactamente lo mismo para evitar el descenso de River o de cualquier otro equipo? Improbable. Al menos, aprendieron una lección de nuestra historia turbulenta, como los hombres que ahora dirigen a Colón.
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