DEPORTES › OPINIóN
› Por Gustavo Veiga
Si solo se tratara de molinetes, en cualquier estadio deberían filtrar quiénes pueden ingresar y quiénes no. La realidad es muy diferente. A los molinetes, el hijo bobo de la seguridad nacida en los ’90, los maneja el poder del fútbol. Con o sin carnet, con o sin entrada, pasan barrabravas, dirigentes cómplices, narcos, punguistas, jueces que se hacen los distraídos, técnicos transas, jugadores violentos o simuladores, periodistas que desparraman insultos ante el micrófono y mensajes con distintos agravios improvisados sobre tela. No pasan –como ocurrirá en la edición de la Copa América a punto de comenzar– la bandera que homenajea a una víctima de la violencia, su mamá que reclama justicia hace 16 años, otros familiares de los muertos, la memoria de los mismos muertos. Pasan y no pasan, como en una puerta vaivén, los que determina un sistema obsceno, criminal, prohijado por la AFA y la maquinaria del Estado. Así nos va.
Liliana García, la mamá de Daniel, el chico asesinado por barrabravas en Paysandú, Uruguay, durante la Copa América del ‘95, acaba de escribir otra página de una historia repleta de luchas y desvelos. Lo hizo en sentido literal, en el enésimo texto que exuda el dolor una mujer incomprendida, olvidada. Su mensaje es como la certeza de Rodolfo Walsh en aquella célebre carta a la dictadura, cuando decía: “Sin esperanza de ser escuchado...”
Denuncia Liliana: “Seguramente ingresarán al estadio personas con prohibición, quizá los asesinos de mi hijo lo hagan, solo no es posible hacerlo por verdad, justicia y memoria, y para tomar conciencia de esta violencia irracional, que le roba la vida a nuestros hijos. Quizá porque nuestro pedido fue formal y por las vías que corresponde, y no como el atropello de estos lúmpenes disfrazados de hinchas, que entran de prepo y con la aprobación de los dirigentes deportivos, políticos, la AFA y los organismos de seguridad...”
A su pedido (y el de la organización Salvemos al Fútbol que integra) de mostrar una bandera con el rostro de Daniel y tratar de sembrar memoria donde no crece, un burócrata de la AFA le respondió por carta: “...debo informar que la demora en brindar nuestra respuesta se debió a que hemos efectuado las tramitaciones pertinentes ante las autoridades de la Conmebol y los organismos de seguridad. En tal sentido, nos han impuesto que atento las disposiciones emanadas de FIFA/Conmebol para este tipo de competiciones, como así también a estrictas razones de seguridad y organización, no nos es posible cumplir con vuestro pedido”.
No se trata de levantar muros, sino de construir puentes. Liliana García intentó construir uno para unir conciencias, no la dejaron. Además le mintieron en la cara. Le dijeron que coincidían con su premisa de recuperar “el verdadero espíritu del deporte”. Hablan de otra cosa: el deporte de llenarse los bolsillos. Son unos sinvergüenzas.
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