DEPORTES › OPINION
› Por Facundo Sava *
En el fútbol hay mitos que se derrumban a cada fecha: “Técnico que debuta, gana”, sin ir más lejos, una “verdad” que no tuvo correlato en las recientes presentaciones de Ramón Díaz en Independiente (0-1 con Colón) y de Ricardo La Volpe en Banfield (0-1 ante Arsenal), y la de ayer de Néstor Gorosito (foto) en Argentinos (0-1 ante Tigre).
Cuando un técnico asume en un equipo es porque se ha ido otro, y eso tiene un costo en los jugadores. Si bien el futbolista está acostumbrado a los cambios en la conducción desde las divisiones juveniles, cuando le sucede lo mismo en el profesionalismo lo puede vivir de distintas maneras. Muchas de ellas no son a veces elaboradas correctamente y eso tiene incidencia en la cancha.
Algunos jugadores, por ejemplo, sienten un cariño especial por el entrenador o por algún integrante de su cuerpo técnico, y su partida se manifiesta en angustia, tristeza; hay otros que pueden estar alegres porque había diferencias manifiestas; sensaciones todas que se ven tapadas de repente por la llegada de un nuevo DT.
Ahí también hay sensaciones mezcladas: la ilusión de una nueva etapa, la incertidumbre de cómo verá el nuevo conductor las características de cada jugador, las dudas sobre la titularidad o la suplencia o hasta una posible marginación. El miedo.
Y también las formas de trabajo, los métodos de entrenamiento, una serie de medidas que desestructuran y que, si no se desarrolla de manera correcta, pueden resultar perjudiciales. Todo esto, las cuestiones individuales de cada integrante, conforma un clima grupal que sale a la cancha a jugar y se expone en el primer partido del nuevo entrenador, más allá de que, por lo general, todos los futbolistas saben cómo trabaja cada DT: por comentarios o charlas con compañeros y rivales. Pero una cosa es saberlo por boca de otro y otra distinta es vivirlo personalmente.
La relación entre un jugador y un técnico, conocerse, lleva tiempo. Por eso es difícil que le vaya bien a un equipo que cambia permanentemente a su conductor. Unos y otros necesitan tiempo para comprender las necesidades, las exigencias, las personalidades.
Lo mismo le pasa al hincha: le cuesta identificarse con un estilo de juego y la salida repentina de un técnico lo llena de dudas, de miedos, de esperanza, de ilusión. Igual que al futbolista. Y el futbolista también percibe el clima que baja de las tribunas.
Otra cuestión para atender es que, por lo general, los problemas de un equipo no se resuelven con el cambio de técnico: el jugador sabe que hay cosas más profundas que influyen negativamente en el rendimiento del equipo y que tienen que ver con los manejos que hacen los dirigentes ya a nivel institucional.
Allí, y por más que en la primera semana de trabajo quiera demostrar todos sus conocimientos y desarrolle entrenamientos de gran intensidad, es poco lo que un nuevo técnico puede hacer, y la esperanza de debutar con una victoria es pan para hoy, pero hambre para mañana. Una solución de corto plazo.
* Ex futbolista, entrenador.
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