DEPORTES › OPINIóN
› Por Facundo Sava *
Lo del delantero de River Plate Alejandro “Chori” Domínguez y su confesión sobre sus ataques de pánico no resultó una novedad para mí: a lo largo de mi carrera profesional tuve cinco compañeros de distintos equipos que me contaron exactamente lo mismo. Necesitaban ayuda, era evidente, y lo primero que hice fue escucharlos, contenerlos, y luego derivarlos a los especialistas que yo conocía. Todos ellos, con mucho esfuerzo y trabajo, pudieron superar ese momento y recuperarse. Sin embargo, y de los cinco casos, fue solamente uno el entrenador que se dedicó exclusivamente a la persona, más allá del futbolista, para que pudiera sentirse mejor. El resto no pudo entender la situación, qué les pasaba a los jugadores.
Consulté a varios especialistas, investigadores, psicólogos, psicólogos sociales como María Dolores Galiñanes, Marcelo Roffé, Fernando Fabrís o Hernán Kesselman para que me ayudaran a comprender mejor este tema.
Galiñanes me contó que realizó un estudio en familias en las que existía algún integrante con este síntoma y descubrió que predomina la dependencia de los otros, lugares donde se les da poco lugar a lo que siente el otro, en general familias donde resulta difícil diferenciarse del resto, muy apegadas entre sí.
Fabrís me acotó que “es muy importante elaborar situaciones que se van atravesando a lo largo de la vida, como puede ser el pasaje de la adolescencia a la adultez, de ser hijo a ser padre, y todos los cambios evolutivos que el hombre tiene”. “También –y esto aplicado puntualmente al futbolista– se da en personas muy competitivas, donde el valor del éxito o del fracaso tienen un lugar preponderante, es todo o nada. Trabajar sobre esto, darles el valor exacto al triunfo y a la derrota, permite prevenir el síntoma.”
“El ataque de pánico está muy conectado a la angustia de muerte –me explicó a su vez Kesselman–. No querer vivir con ese malestar, tanta angustia, tanto dolor, es un tsunami psíquico y corporal de ansiedad. Por eso necesitan comprensión, contención, ser escuchados. Y puede pasarle a cualquier persona.” “Es uno de los males globalizados más comunes de nuestro tiempo –agregó–. Es muy difícil por el contexto histórico social, y por todos los pánicos que nos atraviesan y nos hacen lo que somos, salir sin ayuda de un profesional es muy complicado.” “Cuanto más desconocido, más persecutorio, por eso la importancia del tratamiento –cerró–. Atravesar estos miedos te hace fuerte, cuanto más está en la conciencia lo que te pasa, menos solo estás.”
Roffé, finalmente, me explicó: “Cada vez hay más conciencia de estas situaciones en los clubes, pero aun así todavía falta mucho. Hay que trabajar en la prevención, en divisiones juveniles y en planteles ‘profesionales’”. “Los entrenadores, dirigentes y preparadores físicos necesitan más capacitación –concluyó–, para así poder entender las conductas de las personas que son, entre muchas otras cosas, jugadores de fútbol profesional.”
* Ex jugador y DT. Psicólogo social.
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