Jue 02.02.2012

DEPORTES  › A 63 AñOS DE LA HAZAñA DE GáLVEZ

Bendito seas Palermo

› Por Guillermo Blanco

Era uno de esos tipos que, aunque también escriben la historia, vienen a ser como tantos productores de tv que se rompen el lomo pero será difícil que los recuerden. Ocurrió con Pepe Martins, a quien un día dejó de tocerle el motor y, salvo para un puñado de longevos amigos de fierro, pasó a integrar el arcón del olvido. Por eso no está nada mal rescatar su figura en estos momentos de recuerdo de la inmensa gesta de Oscar Alfredo Gálvez, aquel lluvioso 6 de febrero del ’49, cuando, a puro manejo y sobre ese pura sangre que era el Alfa Romeo, venció a Fangio y a todos los europeos juntos en el callejero del barrio de Palermo.

Sirve este breve instante para volver al rescate de aquella gesta, porque desde la bajada de bandera nunca tuvo la trascendencia periodística merecida. Una huelga de gráficos, que maniobraban como podían para hacer valer sus derechos desde la banquina de la realidad, impidieron que se supiera lo ocurrido bordeando lagos y bajando tiempos. Cuando evocamos la historia de los Gálvez, Oscar y Juan, para un especial de El Gráfico publicado en el 2004, don Pepe Martins recordó que aquello de “pura sangre”, referido al Alfa Romeo, eran palabras del propio Aguilucho, cuyo apodo estaba cumpliendo nueve años después de que don Pedro Fiore lo tatuara en el alma popular para siempre tras el Gran Premio a Lima. Era devoción la del extrovertido piloto con esa máquina, que incluso no había querido que se mojara jamás para que...

Pero mejor que metamos la marcha atrás –como hizo Oscar, yendo a cien por hora hacia adelante para quedar como anécdota histórica– y recordemos la charla con Martins que generó el monólogo utilizado en aquel material periodístico, a pocas horas de este sábado 4 de febrero en el que, a las 11.30 en la puerta de GEBA –Figueroa Alcorta 5575–, se descubrirá un busto conmemorativo.

–Qué locura habrá sido ganar con aquellos Autos Especiales que desde el año siguiente se transformarían en Fórmula Uno...

–Habíamos perdido la carrera del año anterior de manera increíble. Los autos de los italianos Ascari, Farina y Villoresi no llegaban si no paraban a recargar nafta, y presionaron para lograr una entrada a boxes obligatoria. El Alfa Romeo de Oscar no necesitaba eso, pero comenzó a consumir aceite, ingresamos, no encontrábamos la llave del tanque y perdimos más de un minuto. Así fue que terminó segundo...

–Ese día era San Tito, apodo de Oscar, y el auto era el 6º, como en el almanaque...

–Y llovía... Tuvimos ventaja porque corría con gomas ancorizadas. Ya sé que no existían en el mercado, pero eran caseras. Yo les hice el dibujo con una sierra para que se formara la canaleta para que Oscar pudiera manejar con más comodidad en condiciones tan adversas.

–De entrada pisó el acelerador a fondo...

–Oscar no podía creer cómo se le fueron dando las cosas. Antes de largar coincidió con los otros dos propietarios del Alfa Romeo, Ernesto Petrini y Julio Rosso, en que el mejor argentino llegaría a dos vueltas...(Gálvez se había puesto tres pulóveres y un diario para protegerse de la lluvia y usaba una máscara de celuloide que se le empañaba y a cada rato debía secarse con las manos).

De pronto ya estaba tercero, y a seis segundos del primero, Alberto Ascari. Abandona Farina, el escolta, y están así hasta que en la vuelta 26 los gritos se hicieron ensordecedores cuando en la recta lo pasa a Ascari, debido a que al tano se le había soltado el caño de escape. Y así fue que quedó primero hasta el final, con Fangio atrás, bastante lejos. La invasión de la pista fue inolvidable.

–Ahí apareció Juan...

–Sí, sí... Juancito tomó a los gritos los megáfonos mintiendo sobre una supuesta falla en los frenos del Alfa Romeo recién llegado, para que la gente no se metiera en la pista...

El sábado será otra gente, la pista hoy es una avenida de tránsito veloz pero acaso alguno clave los frenos, mire hacia la derecha y vea algún fantasma revoloteando por GEBA y sus adyacencias, que mantienen su línea como para apuntalar esta historia. Bendito seas, Palermo.

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