DEPORTES › EL ROSARINO PROTAGONIZO UNA ACTUACION EXTRAORDINARIA PARA DARLE LA VICTORIA A LA SELECCION
Marcó un gol, participó en los otros tres, hizo girar al equipo en torno de él, fue aplaudido y se fue ovacionado. Un poder de fuego tremendo para el conjunto albiceleste, que quedó como único líder de las Eliminatorias tras el 4-0 ante Ecuador.
› Por Pablo Vignone
Cuando la Argentina planta en el terreno de juego la jerarquía que produce en forma de futbolistas, suceden estas cosas. Nada que hacerle: 4-4-2, 4-3-3, 4-5-1 son envoltorios engañosos que no dicen mucho hasta que no se los rellena con nombres propios. Lionel Messi produjo una de sus actuaciones más brillantes con la camiseta de la Selección, y en una ráfaga de diez minutos manejó la batuta con que la orquesta de virtuosos que lo acompaña cerró el éxito ante Ecuador.
Con Sergio Agüero, campeón en Inglaterra, con Gonzalo Higuaín y Angel Di María, consagrados en España, como sus laderos, Messi se elevó sobre el Monumental hasta tocar los corazones de los hinchas que dejaron casi dos millones de dólares de recaudación flotando sobre su pie izquierdo, el mismo que borlado de picardía intervino en los cuatro goles.
El rosarino jugó e hizo brillar, y fue de una iniciativa suya que empezó a desmadejarse el ovillo de piernas con que Ecuador pretendía encerrar el partido en los 35 metros que iban del medio al área de Domínguez. Cuando la paciencia se le perdía al equipo argentino, cuando empezaban a escucharse los primeros murmullos en las tribunas, de la zurda llegó la pared con Di María y el estiletazo de Agüero. A la Argentina se le planteaba, a los 20 minutos, el partido ideal, con el jugador perfecto.
Con campo a favor, con Ecuador volcado en ataque sin haberse preparado para eso, Messi irradió fútbol. El partido quedó informalmente terminado a la media hora, tras esa ráfaga de Argentina encarnada en el astro del Barcelona. Primero, con una corrida frenética, con medio equipo rival persiguiéndolo, el pase impecable a Higuaín y la definición cruzada, para el 2-0; y luego un contragolpe impecable, una devolución fantástica del delantero de Real Madrid para el remate de zurda de Messi, a la carrera. Diez minutos en los que Argentina bailoteó vibrante para ganarlo con tres manos de nocaut.
Extraordinaria eficacia interpretada por futbolistas exquisitos. Con Messi en nivel superlativo, con ese pique corto que siempre causa vértigo, con la pelota acompañándolo y picándole cortito, se transforma en robo. El único robo que es inevitable aplaudir. De una de esas aceleradas nació el cuarto gol, en el complemento, un tanto que el rosarino quiso regalarse a sí mismo. La pelota pegó en Guagua cuando iba al arco, la recuperó Sosa y Di María la clavó de volea.
Semejante poder de fuego compensa debilidades en sectores del campo donde la Selección no es sólida, del medio hacia atrás. El mentado equilibrio que pretende Sabella no hay que buscarlo en la línea de volantes (se dio el gusto en la última media hora, incluyendo a Sosa por un agotado Agüero) sino en defensa.
Zabaleta estuvo por debajo de lo que se esperaba, Clemente perdió más de lo que ganó con Valencia, Fernández no siempre dio seguridad, con el agravante de que Ecuador atacó con desorden. Se sabe que el técnico está abocado a esa tarea; es lógico, con los de arriba duerme tranquilo, especialmente ahora que sabe que cuando los pone a todos juntos les despierta una enorme sonrisa a los hinchas y, además, consigue el resultado que lo desvela. Aunque contra Brasil, el amistoso de la semana que viene, ya avisó que será cauteloso; y contra Paraguay, en la próxima fecha, Agüero quedará al margen al sumar su segunda amarilla.
De la mano de Lionel Messi cantó la gente, llena de gozo. Messi no les debía nada; acaso se debía a sí mismo una actuación como ésta para acariciarse los oídos con dulces elogios. Y generar en todos ellos el mismo exuberante placer que siente cuando juega a la pelota.
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