DEPORTES › OPINION
› Por Fernando Krakowiak
Fueron 363 días en la B. Desde el 26 de junio de 2011 a las 17 hasta ayer a la misma hora. Deberían haber sido 362, pero lamentablemente 2012 fue bisiesto y significó un día más en la B. Un año en el que jugamos con Guillermo Brown de Madryn, De-samparados de San Juan, Boca Unidos de Corrientes, Patronato de Paraná y otros equipos que muchos hinchas debimos googlear para saber de dónde eran.
Clubes con simpatizantes que venían a la cancha de River con la cámara de fotos para retratar un momento que creían, esperemos que con razón, irrepetible. Equipos con mayoría de jugadores desconocidos. Algunos incluso tuvieron su día de gloria contra River, como el volante de Atlanta, Fernando Lorefice, que pese a haber debutado en 2004, sólo había hecho un gol en su carrera y el segundo lo vino a hacer justo contra nosotros cuando nos ganaron 1 a 0 en cancha de Vélez. “Ni en pedo duermo”, dijo Lorefice después del partido ante los periodistas.
Tampoco me voy olvidar de la derrota increíble contra Boca Unidos en Corrientes, cuando me tuve que ir a dar un par de vueltas alrededor del Parque Centenario para que se me pasara la bronca, ni la cara de Hernán Zanni, el pibe de Brown de Madryn que nos empató en el Monumental en tiempo de descuento. Estaba en la platea Sívori y cuando vi que la pelota había entrado pensé que el año que viene River iba a tener que jugar de nuevo en Madryn. En ese estadio donde entran apenas 15.000 personas y se puede ver la cancha desde el techo de las casas vecinas.
Los hinchas de River también tuvimos que sufrir por las propias limitaciones de un equipo que, pese a tener figuras importantes, muchas veces no podía dar dos pases seguidos por falencias individuales y planteos tácticos equivocados, pero también porque debió soportar una presión fenomenal de miles de fanáticos al borde de un ataque de nervios. River le ganó en el Monumental, por ejemplo, a Ferro, Gimnasia de Jujuy y Boca Unidos, pero el equipo jugó tan mal que esos días volví a casa demacrado, como si me hubieran estado pegando con un palo durante dos horas.
Para muchos equipos chicos, fue una bendición jugar contra River. Por la recaudación millonaria y por la repercusión mediática. Para los hinchas de River, en cambio, la B fue una condena. Vivimos este año como lo presos que tachan en la pared los días que faltan para salir en libertad, sabiendo además que nunca nada volverá a ser igual. Es cierto que la historia de River no se borra, pero el descenso tampoco se va a borrar. Tendremos que aprender a vivir con ese estigma, gracias a José María Aguilar, Daniel Passarella y todos los dirigentes que hundieron al club. Ahora que volvimos habrá que empezar de nuevo.
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