DEPORTES › GONZALEZ CAMBIA DE DECADA
› Por Pablo Vignone
“Me queda poca nafta, pero ahora ando a batería”, bromea. El corazón controlado por el marcapasos de José Froilán González sabe lo que es latir con firmeza, sostenidamente. Una de las grandes glorias vivientes del deporte argentino cumple hoy 90 años.
Envuelto en leyenda desde que consiguiera el primer triunfo para la escuadra Ferrari en carreras del Mundial de Fórmula 1, el piloto nacido en La Colonia, Arrecifes, el 5 de octubre de 1922, milita en una venerable liga junto a Alfredo Di Stéfano, Amadeo Carrizo, Eduardo Guerrero u Osvaldo Suárez, los grandes deportistas argentinos de las décadas del ’40 y el ’50 que mantienen con vida sus recuerdos hazañosos y la llama perenne de la competencia.
Froilán se ganó el cielo deportivo el 14 de julio de 1951, cuando logró vencer en el Grand Prix de Inglaterra de F-1 con una Ferrari 375, en lo que fue la primera victoria de la casa de Maranello en el Mundial, una cuenta que el domingo Fernando Alonso puede estirar a 220 en el GP de Japón en Suzuka.
Ese año hasta pudo haber sido el primer argentino campeón del mundo de F-1, un título que finalmente fue a parar a manos de Juan Manuel Fangio, el balcarceño que era 11 años mayor que Froilán. Fangio era muy amigo de Julio Pérez, el tío de Froilán, porque ambos corrían con Chevrolet en Turismo Carretera. Pérez murió en 1940 y Froilán, que prefirió siempre las carreras de pista a las de ruta, tuvo desde entonces en el piloto de Balcarce a un padrino y luego a un amigo.
Froilán se dio el gusto de pegar un portazo en Ferrari a fines de 1951 y ser vuelto a convocar en 1954, su año culminante. Ganó otra vez en Inglaterra, conquistó otros tres triunfos en carreras de F-1 sin puntos para el Mundial en Burdeos, Silverstone y Bari, venció en las 24 Horas de Le Mans y sufrió terriblemente el deceso de Onofre Marimón en el dificilísimo circuito de Nürburgring. Ese golpe anímico le significó perder también el título a manos de Fangio, aunque logró coronarse subcampeón del mundo.
A diferencia del balcarceño, Froilán González nunca ocultó sus preferencias por el peronismo, ni aún después de la caída de Perón. El general supo abogar por él cuando estuvo suspendido seis meses en 1949 por pegarle a un comisario deportivo. Siempre se dijo muy amigo de Evita.
A los 90 años, Froilán nunca dice que no a una invitación. Siempre presente en los acontecimientos a los que lo convocan, sean homenajes a su trayectoria o acontecimientos de nostalgia deportiva. La energía de este hombre parece inagotable. Sacudido por la muerte de su hijo Julio hace unos años, se mantiene en forma concurriendo todos los días una horita o dos –manejando su propio auto– a su oficina de Uruguay al 100, para atender algún asunto o simplemente conversar de fierros. “Te podés imaginar –dice–, si yo no pudiera manejar, no sé qué haría con mi vida.” Mañana celebrará su cumpleaños subiéndose a una Maserati que manejó en el GP de Argentina de 1956 en la exposición Autoclásica, en los jardines del Hipódromo de San Isidro, a las 16. Siga manejando y cumpliendo años, Froilán...
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