DEPORTES › BOCA LE GANó 2-1 A GODOY CRUZ, PERO ESO FUE LO DE MENOS
La Bombonera se expresó: aplaudió al capitán Schiavi, insultó al presidente Angelici y al entrenador Falcioni, sostuvo en su rol al ídolo Palermo, vivó a Riquelme y pidió el regreso de Bianchi. Fue más una manifestación que un encuentro de Primera.
› Por Pablo Vignone
Como partido fue ordinario, pero como acto político tuvo una riqueza fuera de lo común. Fue la tarde en que la Bombonera despidió al capitán Schiavi, insultó al presidente Angelici, fustigó al entrenador Falcioni, sostuvo en su rol al ídolo Palermo, vivó a Riquelme y pidió el regreso de Bianchi. Ante tanto significado, que el partido fuera olvidable se puede dejar pasar. Lo ganó Boca en tiempo de descuento, acaso sin merecerlo, pero en la sustancia intervino muy poco la pelota.
El aplauso fue contundente para Schiavi cada vez que tocó el balón, y tan grande fue el compromiso de los fanas (“Gracias, Flaco, por defender la camiseta como los hinchas” se leía en una bandera) que hasta se disimuló el hecho de que, en el gol del Godoy Cruz entrenado por Palermo, Cooper entró libre por el sector del capitán para tocar la pelota antes que Orion. El momento más sentido llegó apenas consumada la victoria, cuando se dio un abrazo con Caruzzo mientras los mendocinos reanudaban el juego, fue ovacionado con el pitazo, recorrió la cancha pateando pelotas de regalo a las tribunas, se pegó innumerables veces con el puño en el pecho, a la altura del corazón, y se emocionó con un video que le prepararon.
Cuando llegó el mensaje de Carlos Bianchi, el estadio explotó. El “que de la mano / de Carlos Bianchi...” se transformó rápidamente en un exigente “traelo a Bianchi, la puta que lo parió”, dirigido al presidente Daniel Angelici, al que los hinchas ya habían puteado en el entretiempo, tras el pobre primer período de Boca, después de agarrárselas con el técnico.
Si Falcioni imaginó este partido como un plebiscito para su gestión, su balance no debe ser tan fructífero. Estuvo tan cargado de símbolos el partido que hasta un cambio dio tela para cortar. Se fue aplaudido Erbes (amigo de Riquelme), entró silbado Somoza (preferido por el DT).
Los insultos del entretiempo (“¡Falcioni, h... de p...!) amainaron en el segundo, a causa de la victoria inesperada –cuando Godoy Cruz echó a su defensa de cinco hombres excesivamente atrás y Blandi cabeceó en el área chica– y del homenaje a Schiavi. Pero Boca volvió a hacer honor a las convicciones del zaguero, que repite que el equipo no da tres pases seguidos. Apenas Guillermo Fernández (autor de la jugada y del gol del empate) y Erviti sobresalieron.
Riquelme no habría podido mostrar su trofeo, como pretendía; la jornada estuvo cargada de acontecimientos, como el abrazo de Orion con el Tano Roma (el arquero campeón de 1962) o los aplausos a Palermo, recibido como si todavía fuese jugador de Boca. La platea recordó a Riquelme en dos o tres ocasiones, para que la barra empezara el “¡Dale Bo...!” con el que pretendió tapar toda manifestación opositora a la conducción actual. Poco fútbol en el campo, mucha manifestación en las tribunas. La tarde, sin embargo, fue inolvidable.
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