DEPORTES › TIGRE VIVIó UNA NOCHE DE TERROR EN LA DEFINICIóN DE LA COPA SUDAMERICANA
El conjunto de Victoria perdía 2-0 ante San Pablo, pero los jugadores argentinos fueron agredidos por custodios del club local en el entretiempo, lo que motivó que no salieran a la segunda parte. El árbitro les dio por ganado el partido a los paulistas.
De no creer. En una noche que quedará como una de las páginas negras de su historia, la Confederación Sudamericana de Fútbol coronó a San Pablo como campeón de la Copa Sudamericana luego de que Tigre se negara a jugar el segundo tiempo del partido que el conjunto paulista ganaba 2-0. De manera incomprensible, el árbitro chileno Enrique Osses no tomó en cuenta que la negativa a jugar del conjunto argentino se produjo luego de que gente de la seguridad del estadio golpeara a los jugadores de Tigre antes del ingreso al vestuario en el entretiempo. “Es lo que dicen ellos, no lo podemos constatar”, señaló el dirigente de la Conmebol, Eugenio Figueredo, para avalar el bochorno. No bien el árbitro anunció la finalización del encuentro, los futbolistas paulistas comenzaron con un festejo que terminó siendo opacado por el papelón anterior.
Los 45 minutos que se disputaron habían mostrado una clara superioridad del conjunto brasileño, que en cinco minutos logró romper el cerrojo que trató de imponer Tigre. A los 22, en el primer ataque a fondo que pudo hilvanar San Pablo, con una combinación entre Jadson y Wellington, llegó la apertura del marcador. Si bien la jugada se ensució, Lucas se encargó de limpiarla con un tacazo para llevarse la pelota y definir ante el achique de Albil. Un ratito después, Osvaldo recibió una asistencia de Lucas y dejó sin chances al arquero visitante con una exquisita definición por arriba. Hasta ahí el fútbol. Con su mayor jerarquía individual, San Pablo se floreaba ante un Tigre que hacía lo que podía.
Entonces llegó la barbarie. El primer tiempo terminó con una trifulca entre los jugadores, ya que los de Tigre acusaban a sus rivales de cargarlos. Más allá de algunos manotazos cruzados, nada hacía suponer el desenlace. Apenas unos minutos después, el técnico de Tigre, Néstor Gorosito, regresó al campo y, a los gritos y desencajado por la situación, denunció la agresión ante las cámaras de televisión: “Sacaron dos revólveres. Esto es San Pablo. Son cagones, porque mano a mano no se la bancan. Acá no se juega más”. Más tranquilo, Gorosito señaló que “se trató de una locura. Jamás pensé vivir una situación así”.
A esa altura, los jugadores de San Pablo regresaban al terreno para proseguir el partido. Pero desde el vestuario visitante llegaban las noticias inesperadas. El árbitro y sus colaboradores se acercaban para saber la decisión de Tigre, pero no resolvían nada. Hasta que a la cuarta salida, Osses anunció el final del partido, decretando el título del San Pablo. Claro que mientras sus futbolistas celebraban su logro, en el vestuario visitante se comenzaba a conocer el saldo de la golpiza: a Albil le pegaron un culatazo en el pecho. A Matías Escobar lo golpearon con una botella en el pómulo derecho. A Jorge Borelli, ayudante de Gorosito, lo cortaron en un cachete. El capitán Galmarini quedó con la boca ensangrentada. El jefe de seguridad del club, Rubén Pasquini, exhibía un tremendo hematoma en la cara, producto de un bastonazo de los agresores. En las puertas del camarín se veían las huellas de la batalla, con manchas de sangre. Sin embargo, casi en el mismo instante, Figueredo repetía ante las cámaras que las lesiones no se habían podido constatar.
Ya más tranquilos, los jugadores de Tigre fueron enumerando las anomalías que se sucedieron, desde la llegada al estadio, cuando les rompieron a piedrazos las ventanillas del micro y les arrojaron hasta cerveza. De acuerdo con su denuncia, unos quince patovicas, muchos con ropa de San Pablo, los estaban esperando en la puerta del vestuario para agredirlos. Bastante rato después se acercó la policía, pero a la hora de separar, también golpeó a los futbolistas.
En medio del caos, Sergio Massa, intendente de Tigre y hombre fuerte del club de Victoria, expresó el sentimiento que sufrió la delegación argentina en el vestuario del Morumbí. “Es un momento en el que hay bajar los decibeles. Pero que hay que mostrarle a la Confederación Sudamericana las heridas que sufrieron los jugadores, hay que contarles que los golpearon con palos, que los amenazaron con armas de fuego. Nos da mucha tristeza porque vinimos a jugar un partido de fútbol. Y el delegado de la Conmebol actuó más como empleado de San Pablo que como el veedor que era”, sostuvo Massa, que se mostró muy tranquilo pero con mucha dureza. “Fuimos partícipes involuntarios de una página vergonzosa del fútbol brasileño. Para ellos era una final más, pero para nosotros era una noche histórica. Esperamos que la AFA nos acompañe en este reclamo, porque nosotros llegamos a esta instancia como representantes del fútbol argentino. Ni en la B Metropolitana, ni la B Nacional ni en el interior viví una situación como la que se vivió acá”, agregó el dirigente, que reconoció que la decisión final se demoró para comunicarles a los hinchas de Tigre que estaban en el estadio que se fueran retirando antes, para evitar cualquier otro inconveniente.
Así se fue cerrando una noche bochornosa, con un papelón inaudito que la Conmebol convalidó entregándoles el trofeo y las medallas a los jugadores de San Pablo, mientras en otro sector del estadio todavía estaban calientes las secuelas de una batalla.
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